Microrrelato de Ernesto Bustos Garrido: Fumar en la sombra
Detrás del hombre una sombra que probablemente le pertenecía caminaba erecta, no así él, que lo hacía a trastabillones. De pronto el hombre se sentó sobre una piedra. La sombra se quedó de pie. Desde el ventanuco de una cocinería, la mujer que picaba cebolla para el caldo del día siguiente se compadeció del hombre. La sombra la miró y se pasó la mano por sus ojos porque empezaba a lloriquear. El hombre sentado sobre la piedra también se compadeció de ella. Pensando en algo, primero se rascó el cuello, enseguida tomó desde su oreja el resto de un cigarrillo mal fumado, lo encendió y después de dos chupadas se lo alargó a la sombra. Esta le dijo: “gracias, no fumo”, e inmediatamente se puso a la sombra de su sombra por el calor de la tarde estival.