El 23 de febrero de 2015, Emilio Rubio, profesor de español en
Oporto y Coimbra, me envió el siguiente e-mail:
Buenos días, Miguel Díez.
Tómese esto como un regalito, como agradecimiento a su recopilación en Espéculo:
Con una sonrisa, claro.
Emilio Rubio
Y, a continuación, me indicaba el siguiente enlace:
Creo que esta “carta”, tan sorprendente y original por su regocijante ironía, bien merece un sitio en esta sección.
Miguel Díez
CARTA A LA VIEJA DE LA GUADAÑA, un cuento de Emilio Rubio (España, 1962)
Buenos días, señora, disculpe que la trate por señora a secas pero la he buscado en Facebook, Linkedin y Twitter y no he conseguido dar con su nombre. Ah, lo de buscarla en las redes sociales fue una sugerencia de un vecino ya que no la encontré en la guía telefónica ni en las páginas amarillas.
Me dirijo a usted porque a pesar de que me gustan las sorpresas, hay algunas que me pillan a traición y lo paso mal.
El otro día acabé un workshop para líderes y gestores, muy bueno por cierto, a juzgar por el precio y aprendí que si se planifican bien las cosas se pueden evitar sinsabores de imprevistos indeseados, así que aquí estoy saliendo al paso.
No sé si se acordará de mi cara, yo ya la he visto a usted un par de veces que pasó a mi lado y pude evitarla, pero no me gusta ser un malqueda y quería acordar con usted nuestra cita lo mejor planificada posible. Quería estar por lo menos bien afeitadito, sin legañas, peinado, calcetines sin tomates y ropa interior limpia.
Le dejo elegir dos cosas y me reservo para mí sólo una, para que vea que soy generoso.
Puede quedar usted el mes que quiera, me da lo mismo que sea cualquiera de las estaciones, es cuestión de ir más abrigado o más ligero de ropa, por eso decida usted cuando más le guste.
También le dejo que elija el día del mes, no tengo preferencia por inicios, mediados o finales de mes. Vea usted la agenda y lo que más le convenga. Me hace una llamadita al móvil y listo.
Pero, eso sí, el día de la semana lo marco yo que es en lo que tengo más lío.
Mire usted, no quedemos un lunes que en general la gente está de mal humor. Los lunes están mal vistos. Muchos le piden al Señor que le dé una buena razón para levantarse los lunes y de una u otra forma él siempre manda una señal que se resume a: “porque eres pobre”. Ve usted que es un día que no gusta, cae mal, así que los descartamos.
Los martes ni soñando, ya lo dice el refranero: martes, ni te cases ni te embarques. Entenderá usted que quiera respetar una tradición de la que hasta el refranero se hace eco.
Quedar un miércoles me parece de poco nivel. ¿Quién queda un miércoles? Los gilipollas y los que tienen falta de gusto. No, por favor, de miércoles nada. Imagine los comentarios. “Va el gilipollas y se va un miércoles”. ¿Ve que suena a poco nivel?
Tengo que decirle que no me gusta llamar la atención, me gustan las cosas discretitas, así que si fuera un jueves pasaría algo parecido. “Míralo, en medio como el jueves”, que es una mezcla entre estorbar y ocupar el centro de un acontecimiento. No, por ahí no paso. Discreción ante todo, así que no podemos quedar un jueves.
Si hay un día donde hay alegría generalizada es el viernes. Los viernes la gente trabaja con entusiasmo, ya le falta poco para librarse, al menos por dos días, del trabajo. Hay sonrisas, buen humor y expectativa para el fin de semana. Luego no sale bien todo lo que uno quería hacer pero eso no importa. La gente está alegre y no voy a ser yo quien le joda el mejor día de la semana. Además, imagine que estamos varios tomando unas cañas hablando animados de lo que haremos el fin de semana y llega usted con la guadaña en ristre. ¿Se da cuenta que sería una situación rara? Por lo tanto de viernes nada, monada.
Y para no aburrirla más, hablemos del fin de semana y ya acabo. El fin de semana siempre lo paso con la familia o con amigos, no estoy para nadie más, siempre ha sido así y siempre será. Además, para que vea que no soy egoísta me pongo en su lugar, entiendo que tenga los pulsos cansados de tanto guadañazo durante toda la semana, entiendo que quiera descansar y pensando en el bienestar social, ¡qué coño!, creo que la Dirección General del Trabajo no vería con buenos ojos que usted trabajara los 7 días, derechos iguales para todos. Así que no puede ser. Fin de semana ni hablar del peluquín, por usted y por mí.
Lo dicho, decida usted mes y día pero el día de la semana tiene que respetar mi voluntad.
No me atrevo a enviarle besos que no la conozco bien pero un saludo cordial no se lo niego a nadie.
Atentamente