Microrrelato de Emilio Gavilanes: Sobre el abismo del mar

Siendo ya un anciano, Turgueniev recordó que de joven hizo una vez la travesía de Hamburgo a Inglaterra en un mercante en el que era el único pasajero, si exceptuamos una hembra de mono que un comerciante hamburgués le enviaba a su corresponsal en Londres. La mona iba encadenada y se pasaba el tiempo forcejeando con la cadena y gimiendo. Cuando el joven Turgueniev pasaba delante de ella, la pobre extendía hacia él su manita. Turgueniev se la tomaba y el animal dejaba de quejarse y se tranquilizaba.