
El criollismo en el ojo del huracán
Por Ernesto Bustos Garrido (Corebo)
Un aparecido comentarista de TV chilena, involucrado en asuntos con la justicia, y que tiene un programa de literatura en un canal de cable, hablando días atrás en Santiago con el escritor Hernán Rivera Letelier (la reina Isabel cantaba rancheras) le endilgó, gratuitamente, unos garrotazos inmisericordes a los criollistas. Hizo burla de esa corriente literaria, de moda a comienzos del siglo xx, dándole el carácter de un género menor, simplón y campesino. Se sumó así, transcurrido más de un siglo, a otros críticos del pasado, lógicamente con más abolengo que él, que trataron de empequeñecer la importancia que tuvo dicha corriente en el surgimiento de numerosos movimientos literarios aupados en la transformación de la sociedad, como el surrealismo, por ejemplo.
Juan Emar y otros de su generación como Augusto D’Halmar también intentaron hacer carne de cañón con los autores que desde fines del siglo xix y comienzos del siglo xx llevaron a sus páginas la realidad en las minas, en el campo, dominado brutalmente por oligarcas y dueños de fundos. Sus abusos y desmanes, incluido el derecho a pernada, su desprecio por el hombre y su familia, la explotación criminal de su fuerza y su lealtad, aparecieron en las obras de Mariano Latorres considerado el máximo exponente chileno del criollismo, en Luis Durand y en su obra Frontera, en Baldomero Lillo, que narró el drama en las minas de carbón, y en un autor un poco desconocido llamado Daniel Riquelme, quien nos regaló un cuento que figura en todas las antologías que reúnen a los mejores exponentes del criollismo: “El perro del regimiento”.
Para los lectores de lo simple, lo diáfano, de lo clásico, ofrezco el cuento de Riquelme, “El perro del regimiento”.
Ernesto Bustos Garrido (Santiago de Chile), periodista, se formó en la Universidad de Chile. Al egreso fue profesor en esa casa de estudios, Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad Diego Portales. Ha trabajado en diversos medios informativos, televisión y radio, funda-mentalmente en La Tercera de la Hora como jefe de Crónica y editor jefe de Deportes. Fue director de los diarios El Correo de Valdivia y El Austral de Temuco. En los sesenta y setenta fue Secretario de Prensa de la Presidencia de Eduardo Frei Montalva, asesor de comunicaciones de la Rectoría de la U. de Chile, y gerente de Relaciones Públicas de Ferrocarriles del Estado. En los ochenta fue editor y propietario de las revistas Sólo Pesca y Cazar&Pescar. Desde fines de los noventa intenta transformarse en escritor.
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