
Miguel A. Zapata (Granada, 1974), autor de una prolífica y valiosa obra narrativa (cuento, microrrelato y novela) refrendada con varios premios (Villa de Iniesta, Memorial Domingo García, Eugenio Carbajal, Miguel Cabrera, Melpómene…), nos ofrece un cuento inédito, «Progreso», inquietante visión distópica de la urbe, ahora regida por una novedosa y extraña ley de sostenibilidad urbana…
Cuento de Miguel A. Zapata: Progreso
La novedosa Ley de Sostenibilidad Urbana (L.S.U.) ha prohibido las edificaciones de más de una altura en nuestra ciudad. Desde el momento de su aprobación se han derribado cien rascacielos, doscientos treinta bloques de viviendas de altura superior a la estipulada, treinta y siete iglesias, cuatro estadios de fútbol y un par de pabellones deportivos multiuso.
Ahora han proliferado las casas unifamiliares de protección oficial o de bajo coste –alquiler y compra a precios asequibles de mercado– promovidas por los conglomerados empresariales que se encargaron de las demoliciones. Se condensan en primera línea de playa, lamiendo ya el océano, sin calles de separación entre viviendas para minimizar los problemas de espacio edificado tanto como las inundaciones que conlleva la pleamar. Casitas –sí, en diminutivo– alzadas al borde del agua y protegidas del envite del oleaje por un paredón de piedra. Se han construido modestos chalés extramuros sobre espigones artificiales de arena y roca sintética para los últimos realojados, los de los edificios de renta antigua ya inexistentes: toda una colonia de hogares dulces hogares que en la lejanía parecen flotar como algas, pendientes de futuros trabajos de fortalecimiento en los pilares bajo ese ramal coralino de adosados.
Los nuevos estadios de fútbol, planos como ensaladeras cubistas, se extienden en superficies inmensas donde antes había barriadas de extrarradio, sorteando en lontananza los límites verticales de la legislación.
Las iglesias con campanarios románicos y góticos, tan altos, tan ascensionales, tan rozando con sus agujas el bajo vientre de Dios, han sido sustituidos por catacumbas de último diseño, con zonas de juego para niños, espacio wifi junto a la sacristía y lounge bar donde el alcohol está –claro– prohibido.
Los organismos oficiales antes ubicados en edificios de altura fuera de la ley gozan de ciertas exenciones a la normativa: se trabaja en ellos sólo los días pares; los días impares se despueblan de funcionarios, ordenanzas, auxiliares, consejeros, secretarios y demás personal burócrata para cumplir escrupulosamente al menos el cincuenta por ciento de lo que el reglamento indica.
Las antiguas oficinas y despachos de bloques obsoletos y derruidos se disponen ahora en jardines y parques públicos, al aire libre, aunando así transparencia ciudadana en sus negocios y gestiones, respeto al medio ambiente y hábitos de trabajo saludables. Sólo los altos cargos de la administración local y central están eximidos por razones de seguridad de realizar su trabajo en el exterior y bajo el cielo, habilitándose para ellos la ocupación de antiguas edificaciones públicas inacabadas en la periferia: aeropuertos, ciudades de la ciencia, bibliotecas de última generación…
De esta nueva disposición han quedado excluidos los cinturones periurbanos de viviendas unifamiliares en urbanizaciones privadas, sometidas a un régimen especial por situarse a determinada distancia del casco antiguo y no suponer alteración alguna a los persistentes problemas socioespaciales que dieron lugar a la aprobación de la L.S.U.
Igualmente, los centros hospitalarios y educativos han sido respetados en su estructura original, si bien se ha alterado la ubicación de un número importante de ellos para adaptarlos a la resituación de los estadios de fútbol y su ocupación de amplias superficies urbanas. Por ello, muchos de dichos centros se insertan ahora en el interior de los propios estadios, aunando así racionalidad espacial e inclusión del fútbol en los planes de estudio de colegios y centros de secundaria o como novedosa terapia para enfermos de diversa índole: lesiones medulares, musculares o neurológicas, adicciones varias y enfermedades venéreas o infecciosas.
Ha disminuido el número de suicidas arrojados al vacío, aunque han aumentado los decesos por ahogamiento y psicosis severa. Nadie es perfecto. Nuevas leyes y medidas vendrán para limitar esta nueva tendencia a la muerte acuática y el descalabro mental de los ciudadanos.
Es nuestra ciudad –por supuesto– candidata al Premio Universal a Ciudades de Reordenamiento Urbano para el Progreso (P.U.C.R.U.P.).
Muy orgullosos estamos de nuestra urbe lanzada hacia el futuro, hacia la Historia, más allá de los mares y el subsuelo.
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