
Ahí se encontraba ella como cada tarde desde hacía varias semanas, a menos de metro y medio de distancia, sentada en la primera fila de butacas que recreaban vidas enteras. Ahí estaba ella. Su mirada nublada y la mía se cruzaron en queda contemplación. Inmóvil permanecía hasta que se cerraba la ventana del embrujo y se encendían las luces de la sala. Entonces bajaba sus párpados, suspiraba profundo y retenía la lágrima. Yo no podía resistirlo por más tiempo y no tuve más remedio que atravesar la pantalla y darle un primer beso
…
Incluido en Lady Ofelia y otros microrrelatos, Editorial Amarante, 2015