Microrrelato escondido de Nona Fernández: [El palacio del repuesto]

Nona Fernández, microrrelato
Escritora y actriz Nona Fernández

Hoy es la última vez que piso este barrio de repuestos. Ha sido tanto el tiempo que he pasado recorriendo estas calles buscando las piezas que necesitaba, que nunca pensé que llegaría este momento. Todos los días me bajé de la 567 en la esquina de Diez de Julio con Madrid y caminé cincuenta y tres pasos hasta llegar al Palacio del Repuesto. Aquí me detuve tantas veces a mirar la fachada. Manubrios, antenas, tuercas de todos los tamaños, gomas, metales. Un sector importante del Palacio del Repuesto está destinado a los parachoques. Otro a los focos. Los hay de color naranjo, rojo, amarillo y blanco. Los focos son los repuestos que más salen. Lo sé porque a veces deben vender hasta los que se encuentran en la fachada (la vitrina) a modo de exhibición. Los repuestos del Palacio del Repuesto son innumerables. Si alguien ha quebrado un espejo, si le han robado las tapas de las ruedas, los parabrisas, los parlantes de la radio, la antena, si ha chocado un foco, abollado una puerta, se ha hecho mierda el tapabarro, en el Palacio del Repuesto, y si no es allí, en cualquier casa de Diez de Julio encontrará el accesorio que necesita. La Casa de la Citrola, El Reino del Tapabarros, el Rincón de la Tuerca, El Castillo del Espejo. Trece cuadras y media destinadas a entregar un repuesto tan bueno como la pieza que se perdió.

Una vez soñé con este lugar. Me encontraba en una calle larga llena de espejos. Cada espejo era ofrecido insistentemente por un vendedor. Los llevaba en las manos y los mostraba una y otra vez. Yo no quería comprar ninguno, pero era tanto lo que me hinchaban que parecía que sólo podía librarme de ellos si me llevaba cualquiera. Compre uno, caserita, no se va a arrepentir, éstos son nuevos, le pueden durar mucho tiempo sin quebrarse, una buena elección la puede salvar de siete años de mala suerte.

Parada en el medio de la calle me paseaba mirando los ejemplares. Los había de todos los precios y tamaños. Podía ver mi cara reflejada en cada uno de ellos, Distintas versiones de mi misma. Una Greta grande a cinco mil pesos. Una más chica a dos mil. Una bien económica a quinientos.

De pronto el rostro de una niña me llamó desde un espejo. Era un espejo retrovisor que se encontraba en las manos de un tipo moreno. El tipo lo ofrecía con entusiasmo, pero no fue por eso que me acerqué. Al primer vistazo pensé que la niña era mi hija. Es que era una niña chica, de unos cinco o seis años, y con una voz que me sonaba familiar. El espejo desde donde me llamaba era pequeño y el rostro de la criatura se perdía un poco en el vidrio. Una vez cerca, me di cuenta que no era mi hija. Se parecía a alguien, pero no lograba saber a quién. Movía las manitos del otro lado, pidiendo que la tomara. Lévame contigo, me dijo. Yo le pregunté al vendedor el valor del espejo en el que estaba la criatura y el tipo moreno me respondió que costaba cinco mil. Le reclamé que era muy caro, pero el tipo sentenció que era precio era inamovible. Usted no paga por el espejo, caserita, usted paga por lo que ve en él.

Del libro Av. Díaz de Julio Huamachuco

Tercera parte-El Palacio del Repuesto, Pág. 60-61

Ubquar Editores Octubre 2007

Santiago-Chile

* Nona Fenández es una escritora chilena de la actual generación literaria. También es actriz y guionista de series televisivas.

 

Selección literaria de Ernesto Bustos Garrido

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1 comentario en «Microrrelato escondido de Nona Fernández: [El palacio del repuesto]»

  1. Como lector de grandes obras clásica mi opinión acerca de estos nuevos escritores es que escriben mucho y no dicen nada. La literatura sufre una crisis gracias a que hoy en día se premia el currículum y no el talento y un ejemplo perfecto son grandes escritores por historial y no por su obra.

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