
I
Antes de comenzar, autor y personaje se desearon suerte
(Cuaderno de apuntes, 1980)
II
Lo peor de un escritor es que piensa que todo le pertenece.
(Libro de las anotaciones, 1984)
III
La creación literaria supone una particular caída al vacío. La función de la literatura sería trasmitir lo que encuentra en ese descenso.
(Si es que son ajenas las palabras, 1987)
V
Mi única originalidad consiste en pasar como propias citas ajenas. En eso reside la destreza de un escritor: en que el lector piense que ha sido el primero en decirlas.
(Cuando regresen los bárbaros, 1994)
VI
Alguien le preguntó al escritor de posdatas a qué se refería cuando hablaba de crear un personaje que fuera un pirata literario. ¿Un ladrón de historias?, preguntaron. En absoluto, respondió el escritor. Y siguió diciendo: No se trata de un personaje que robe historias ajenas. Como sabéis, un pirata es alguien que ve por un solo ojo, porque uno de ellos lo tiene tapado. Pues bien, ese ojo con parche es el que le permite observar lo que sucede. Su escritura se limita a describir su propia oscuridad.
X
Yo no escribo. Yo releo.
(Confesión en Santa Marta, 1992)
XII
La poesía sucede en un estado anterior a su escritura. Adquirimos, escribe Seamus Heaney, un conocimiento previo de ciertas cosas y, por ese motivo, tenemos la sensación de recordarlas de antemano. Encontrar el lenguaje adecuado y adaptarlo a esa vieja realidad exige un esfuerzo hercúleo, casi inhumano.
(En préstamo, 1997)
XXIV
Un autor no debe conformarse con llenar los anaqueles de una estantería. A lo que debería aspirar es a que sus libros sean capaces de saltar de balda en balda.
(Si es que son ajenas las palabras, 1987)
XXVI
La escritura sólo consiste en esto: tener algo que decir y encontrar la mejor manera de hacerlo. El riesgo formal, en lo que a creación literaria se refiere, puede ser una trampa. Quien sólo desea que le valoren por el riesgo asumido depende igual del lector que otro que intenta dejárselo todo muy claro, que intenta resultar accesible a toda costa. Ambos, me parece, transitan por un camino demasiado seguro.
(Confesión en Santa Marta, 1992)
XXVII
Lo que debemos exigirle a un libro es que nos cambie de tal forma que al concluirlo ya no seamos la misma persona que cuando comenzamos a leerlo. Que nos modifique incluso físicamente, como diría Borges. Hablo de pequeñas trasformaciones, imperceptibles, insignificantes en apariencia, pero que acaban provocando un punto de inflexión en nuestras vidas.
(Si es que son ajenas las palabras, 1987)
XXX
¿Cómo logramos que un personaje viva?, preguntó él.
Esperándole, respondió.
(Libro de las anotaciones, 1984)
XXXI
En una ocasión encontré a E.P. recortando imágenes de una revista. Me dijo que, en realidad, estaba escribiendo. Dos días más tarde volví y pude verlo en su escritorio, con su máquina de escribir Olivetti. Me dijo que estaba mirando viejas fotografías.
XXXII
Para eso sirve, si es que sirve para algo, la literatura: para recomponer o para dar sentido a las piezas que previamente hemos roto.
(Libro de las anotaciones, 1984)
XXXIV
Nadie puede escribir hasta que no ha perdido un lugar.
(Ciudades inventadas, 1988)
XXXVI
¿Iluminar u oscurecer una hendidura?, preguntó él.
Entrar en ella, respondió.
(Libro de las anotaciones, 1984)
XLVIII
Siempre he sentido una especial predilección por un chiste, el del tipo que cada día se sitúa al lado de su bañera mientras sujeta entre sus manos una caña de pescar. El siquiatra le pregunta si alguna vez ha pescado algo, a lo que el tipo responde: ¿Cómo voy a pescar, si es una bañera?
Como sabemos, todo exceso de lógica puede conducirnos al absurdo.
(Si es que son ajenas las palabras, 1987)
XLIX
Elegimos a un personaje, lo explicamos de la mejor manera posible. Lo convertimos en una presencia casi tangible. Al dejarlo caminar por su cuenta, nos perdona.
(Cuaderno de apuntes, 1980)
L
La literatura es un diálogo con lo que ya no somos, con lo que fuimos.
(Cuaderno de apuntes, 1980)
LVII
Habitamos dos tipos de libros: aquellos que nos gustaría haber escrito y aquellos que desearíamos haber pensado.
(Si es que son ajenas las palabras, 1987)
Álex Chico, Sesenta y cinco momentos en la vida de un escritor de postadas (La Isla de Siltolá, 2016)
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