Aquellos dos gestos suyos, para muchos, no alcanzaban a exculpar un carácter tenaz y altanero; a veces era hasta mal educado, sin embargo, el hombre poseía dos cualidades notables y escasas en estos tiempos: sabía ser agradecido y era capaz de morderse la lengua hasta sangrar, si era necesario, con el fin de guardar un secreto, que de ser develado podría causar estragos irreparables, sobre todo al interior de su propia familia.
Cuando falleció, quise decirlo y así dejar un testimonio público de estas virtudes no reconocidas en un hombre que, como muchos, fue incomprendido hasta por sus hijos.
Entonces me adelanté hacia el féretro en medio de un pasadizo de flores, rostros severos y esas lágrimas que se contienen y se congelan, vaya a saber uno para qué.
Al pasar, mi mujer, la hija del fallecido, me contuvo unos instantes y me dijo:
–Qué bueno que vas a hablar.
–Sí –le dije yo–. Voy a hablar lo que nunca se ha dicho.
Esa tarde después del entierro, ella me pidió el divorcio.
Ernesto Bustos Garrido (Santiago de Chile), periodista, se formó en la Universidad de Chile. Al egreso fue profesor en esa casa de estudios, Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad Diego Portales. Ha trabajado en diversos medios informativos, televisión y radio, funda-mentalmente en La Tercera de la Hora como jefe de Crónica y editor jefe de Deportes. Fue director de los diarios El Correo de Valdivia y El Austral de Temuco. En los sesenta y setenta fue Secretario de Prensa de la Presidencia de Eduardo Frei Montalva, asesor de comunicaciones de la Rectoría de la U. de Chile, y gerente de Relaciones Públicas de Ferrocarriles del Estado. En los ochenta fue editor y propietario de las revistas Sólo Pesca y Cazar&Pescar. Desde fines de los noventa intenta transformarse en escritor.