
El autor a veces nos remueve con ruidos y nos azota con colores marrones y castaños, que nos recuerdan al tono sepia fotográfico del pasado. La mirada desde la niñez más inocente hasta los días presentes que fluyen como una decadencia inexorable de la vida donde la poesía es mostrada como vehículo para transitar, con ritmo pausado a veces, o fatídicamente veloz en otros momentos.
«Confuso laberinto», de Javier Sánchez Menéndez
Por María Carvajal
La escritura de Javier Sánchez Menéndez es fácilmente reconocible porque a lo largo de sus varias obras ha desarrollado un estilo que le define. Su prosa poética, su fijación por los detalles y a la vez por lo universal, su carácter filosófico y su narrativa pictórica está patente en cada uno de sus libros.
En el caso de Confuso laberinto, nos encontramos con un halo de nostalgia que envuelve la obra de principio a fin. El desdoblamiento del yo, la dualidad (ángel-diablo, luz-oscuridad, entre otras), el peso del pasado, la cotidianidad o el pensamiento filosófico también forman parte de esta obra en la que el autor nos sitúa en puntos como México y Argentina, o nos traslada a lugares como el Lago Constanza, París, Cádiz o Moguer.
Asimismo, nos circunscribe en una gran biblioteca de autores a los que hace referencia a lo largo de toda la obra: Kipling, Hardy, Stevenson, Yeats, Poe, Dante, Platón, Galdós, Delibes, Quevedo o Garcilaso, entre otros.
Confuso laberinto hace además honor a su título, donde mucho de lo que se describe corresponde a un todo caótico donde cobra especial importancia lo intangible (la nada, el recuerdo, lo efímero) y lo invisible (el tiempo, la ausencia, el vacío, la soledad, los espectros y fantasmas).
Hay una mirada especial a elementos de la naturaleza a través de pequeños animales (hormigas, pájaros, moscas, lagartos, sapos, mariposas,…) y de imágenes que nos sitúan, quizá, en un verano acabado o un otoño impreciso (nubes, árboles, hojas). Los matices y conceptos se nos desvelan en esta obra como un reportaje paisajístico, muy visual, con fotogramas o fotografías muy detalladas, donde el lector puede pararse a reflexionar. Lo hondo, lo profundo, lo inescrutable que se muestra en este libro hace que el lector mantenga una actitud incómoda ante la vida, una duda constante, porque la vida, como el amor, es ese confuso laberinto que nos depara un destino incierto.
Las flores marchitas nos recuerdan ese concepto del Carpe Diem que nos encontramos a lo largo de toda la historia de la literatura universal, las malvas como símbolo de la muerte. Para el autor, el laberinto es siempre confuso, siempre un lugar donde perderse, un lugar del que es difícil salir.
Como buen aforista que es, Sánchez Menéndez nos regala constantemente estas pequeñas afirmaciones que engloban grandes situaciones o pensamientos trascendentales: “El sueño es la dulzura del alma” (p.19), “El miedo es disciplina. La fe mueve derrotas” (p.24), “El amor nunca dura si juegas a las cartas” (p.64), “Sin tiempo no hay poesía” (p.90), “La eternidad no conoce deseos, vive en la noche” (p.92), “Vivimos dos edades: el tiempo y el destino” (p.128), etc.
El autor a veces nos remueve con ruidos y nos azota con colores marrones y castaños, que nos recuerdan al tono sepia fotográfico del pasado. La mirada desde la niñez más inocente hasta los días presentes que fluyen como una decadencia inexorable de la vida donde la poesía es mostrada como vehículo para transitar, con ritmo pausado a veces, o fatídicamente veloz en otros momentos.
En definitiva, Confuso laberinto, este trabajo narrativo con gran carga poética (que nos recuerda a una obra anterior del autor, Mediodía en Kensington Park), se nos perfila como una obra madura y que encierra muchas de las dudas existenciales del hombre.
Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) es escritor y dirige la editorial La Isla de Siltolá. Más sobre el autor aquí.
María Carvajal cursó estudios de Filología Inglesa. Autora del libro de relatos Mis días con Marcela (Rumorvisual, 2012), ha publicado poemas y relatos en revistas de España, México y Polonia. Fue coeditora de la revista mexicana Ombligo. Ha escrito letras para el grupo de rock español Bucéfalo. Es editora de contenidos en Narrativa Breve y responsable de la sección CURIOSIDADES LITERARIAS.
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