Joseph Conrad, los ‘sans culotte’ y la Revolución Francesa

Joseph Conrad

Por Ernesto Bustos Garrido

Joseph Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski / Polonia-Gran Bretaña, 1857-1924) es el clásico escritor de aventuras. Es posterior a Emilio Salgari y casi contemporáneo con Jack London. Sus novelas, cuentos y relatos están imbuidos de peligro, rareza y misterio. Su libro más conocido es Lord Jim. También es autor de El agente secreto (1907), sobre los anarquistas londinenses; y de El Hermano de la costa (1923) sobre la vida en la Región de Provenza, en los años inmediatamente después de la Revolución Francesa (1789- 1795).

El fragmento extraído de esta novela de Joseph Conrad, El hermano de la costa, contiene un trasfondo histórico que es necesario citar para entender a cabalidad el sentido de esta escritura. Primero, estamos hablando de un tiempo lindante con los avatares de la Revolución Francesa. Todavía no se ha secado la sangre humana derramada bajo el filo y el golpe de la guillotina. Los revolucionarios (jacobinos y sans culottes), después de un período de bonanza y predominio, retroceden ante las fuerzas reformistas encabezadas por los militares y un sector de la burguesía acomodada. Se va a instaurar el gobierno del Directorio y pronto aparecerá Napoleón (alrededor de 1794-95). Es en ese tiempo cuando arriba al puerto militar de Toulon (allí se encontraba el mayor arsenal y polvorín de Francia), el marinero Peyrol, que estaba dedicado en las costas de África y Asia (con la llamada Hermandad de la Costa) al saqueo de naves con cargamentos. Atraca en el muelle y hace entrega de un barco capturado en esas correrías por barcos de bandera francesa. Él había participado en esos episodios, pero ahora sólo viene a entregar la nave. Trae consigo todos los papeles en regla. Después decide quedarse en tierra para probar una nueva vida, lejos de los actos de piratería.

Ha vivido los tiempos de la Revolución en alejadas tierras de Francia. Tiene 58 años y ha guardado algo de dinero para establecerse en alguna parte. Elige regresar a su tierra natal. Viaja entonces hacia el este en busca de una isla donde cree haber nacido: Porquerolles. Esta se ubica frente a la bahía de Hyeres. En el trayecto se hace tarde y decide buscar una posada en medio de pequeños poblados y caletas que miran hacia el mar. Aquí es donde tiene lugar el pasaje descrito y contado por Conrad.

El lugar escogido pertenece a un individuo que tuvo una activa participación en las luchas de la Revolución. Es un sans culotte (sin calzones). De esta forma se denominaba a los revolucionarios de baja estofa que mataban a los nobles, a los curas y a cualquiera que se opusiese al nuevo régimen que ellos querían implantar en alianza con el bando de los “jacobinos”. El posadero es el ciudadano Scevola Bron y su establecimiento se llama “Escampobar”. Lo nombran también como “el bebedor de sangre”. Suena para muchos, estremecedor.

Difícil al comienzo será la relación entre Peyrol y este sans culotte que aún no olvida las prácticas en los días del Terror y que generalmente terminaban en la guillotina. Y también con un mujer de pocas palabras y extraño comportamiento.

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Un sans cullote

Isla de Porquerolles

El Hermano de la Costa

(Fragmento)

Joseph Conrad

Ella no lo escuchaba. Sus blancos dientes oprimían su labio inferior, y sus ojos continuaban en constante movimiento. Peyrol recordó, de pronto, al sans culotte, al bebedor de sangre, al marido de la joven. ¿Era posible que….? Acaso lo fuera. No podía decírselo, por mucho que deplorara su incompetencia. En cuanto a retener la mirada de la muchacha, era tan difícil como apresar un salvaje pájaro marino. Sí; toda ella parecía tan difícil de apresar como un pájaro marino.

Pero Peyrol sabía ser paciente, con esa paciencia que es a veces una forma de valor, que a él le fuera útil en muchas ocasiones, y por la que era bien conocido. Una vez (la paciencia) le había salvado la vida. Nada mejor que la paciencia. Por tanto, podía esperar ahora. Y esperaba.

De pronto, como al conjuro de la paciencia de Peyrol, aquel extraño ser se acercó a él y principió a recorrer con el dedo la solapa de su casaca, como si lo hubiera hecho un niño. Peyrol se sintió sorprendido, pero permaneció impertérrito. Sentía una dulce e indefinida emoción. Y cuando los párpados de la muchacha descendieron hasta que las negras pestañas proyectaron una sombra sobre sus pálidas mejillas, no necesitó el viejo corsario forzar una sonrisa. En realidad no estaba asombrado. Había sido el brusco arranque y no el acto de la joven en sí, lo que le sorprendiera.

–Bien –dijo–, puede quedarse. Yo le hablaré de la Revolución y…

Oyendo estas palabras Peyrol, el hombre que realizara tantas violencias, sintió como un hálito helado en la nuca.

–¿Hay algo de útil en eso? –dijo él.

–Sí, debe haberlo –repuso ella.

Y retrocedió suavemente, sin alzar los ojos hasta que desapareció, alada, como si sus pies no tocasen el suelo.

Peyrol acercándose a la abierta puerta de la cocina, vio a una mujer de edad, de rostro delgado y moreno, con un pañuelo rojo atado a la cabeza que espiaba.

–Haga el favor de una botella de vino –le dijo Peyrol.

*** Extraído de la novela El hermano de la costa de Joseph Conrad. Ediciones Destino S. L. Barcelona-España. Traducción del inglés de J. G. De Luaces. Primera edición. Año 1943.

 


Ernesto Bustos GarridoErnesto Bustos Garrido (Santiago de Chile), periodista, se formó en la Universidad de Chile. Al egreso fue profesor en esa casa de estudios, Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad Diego Portales. Ha trabajado en diversos medios informativos, televisión y radio, funda-mentalmente en La Tercera de la Hora como jefe de Crónica y editor jefe de Deportes. Fue director de los diarios El Correo de Valdivia y El Austral de Temuco. En los sesenta y setenta fue Secretario de Prensa de la Presidencia de Eduardo Frei Montalva, asesor de comunicaciones de la Rectoría de la U. de Chile, y gerente de Relaciones Públicas de Ferrocarriles del Estado. En los ochenta fue editor y propietario de las revistas Sólo Pesca y Cazar&Pescar. Desde fines de los noventa intenta transformarse en escritor.


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