Papá Goriot (1835) está considerada como una de las obras cumbre de Balzac (Tours 1799-París 1850). Al margen de la historia contada –la de un viejo comerciante que pena y muere por sus hijas– se destacan sus personajes. Los pinta con un realismo tan alto que parecen deambular vivos por las páginas del libro. Son además, personajes universales, pero dotados todos de las características del parisino auténtico y original. Si a esto sumamos sus rasgos psicológicos, estamos en presencia de una obra inigualable, cuya frescura permite leerla hasta en nuestros días. ¡Loas para este Balzac enorme!
Ernesto Bustos Garrido

La señora Vauquer
Es la dueña de la pensión de mala muerte donde vive el protagonista de la novela.
“Este lugar está en todo su apogeo a eso de las siete de la mañana, cuando el gato de la señora Vauquer, precediendo a la dueña, salta sobre los aparadores, olfatea la leche que contienen varias jarras cubiertas con platos, dejando oír su rezongueo matinal. Pronto aparece la viuda tocada con su cofia de tul, bajo el cual pende un moño postizo mal colocado, arrastrando sus agujereadas zapatillas. Su faz, vieja y regordeta, del medio de la cual sale una nariz en forma de pico de loro; manecitas gordezuelas, su cuerpo rollizo como el de una rata de iglesia, armonizaban con esta sala que destila desgracia, en la que se agazapa la especulación y en la que la señora Vauquer respira sin sentir náuseas, el aire caliente y fétido. Su cara fresca como una primera helada de otoño; sus ojos arrugados, cuya expresión pasa de la sonrisa convencional de las bailarinas al amargo ceño del usurero; toda su persona, en fin, explica la posada, como la posada explica su persona. El presidio no marcha sin el carcelero, y no es posible imaginarse al uno sin el otro. La gordura fofa de esta mujercita es el producto de esta vida, como el tifus es la consecuencia de las emanaciones de un hospital. Su refajo de punto, que sale por debajo de su falda, hecha con un vestido viejo, y en el cual el forro se escapa por los agujeros del tejido deshilachado, resume el salón, el comedor, el jardincito, anuncia la cocina y hace presentir a los huéspedes. Cuando ella está allí, el espectáculo es completo. La señora Vauquer, que frisa en los cincuenta, se parece a todas las mujeres que han tenido desgracias. Tiene la mirada vidriosa, el aire inocente de una alcahueta que se enfurruña para hacerse pagar mejor, pero por lo ddemás, dispuesta a cualquier cosa con tal de dulcificar su suerte. A pesar de todo, es buena en el fondo, dicen los huéspedes que la creen sin fortuna al oírla gemir y toser con ellos.
El pensionista Vautrin
Es uno de los favoritos de la patrona. Es zalamero y servicial. Arregla cualquier desperfecto de la casa.
Vautrin, el hombre de cuarenta años, era el tipo de transición entre éstos y los demás personajes (se refiere a pensionistas viejos y estudiantes). Era uno de esos hombres de los que dice el pueblo: ¡Vaya un tío! Era ancho de espaldas, el torso bien desarrollado, músculos fuertes, manos gruesas, cuadradas, con vello espeso y rojizo en las falanges de los dedos. Su cara surcada de arrugas prematuras ofrecía rasgos de una dureza que contrastaban con su manera de ser ligera y graciosa. Su voz grave que armonizaba con su gran alegría, tenía un timbre agradable. Era atento y risueño. Si alguna cerradura se descomponía, enseguida la desmontaba, la componía, le daba aceite y la volvía a montar diciendo: Esto es como mía.
Papá Goriot
Personaje central de esta novela de Honore de Balzac. Papá Goriot, anciano de unos sesenta y nueve años, se había retirado a la casa de la señora Vauquer en 1813 después de abandonar los negocios. Primero tomó la habitación hoy ocupada por la señora Couture y pagaba entonces mil doscientos francos de hospedaje, hombre para quien cinco luises de más o de menos, son una bagatela. Goriot llegó muy bien provisto de ropa; era magnífico el ajuar del negociante que no se desprende de nada al retirarse del comercio. La señora Vauquer había admirado dieciocho camisas de Holanda, cuya finura resaltaba todavía más cuando se las ponía, por los dos grandes brillantes con que cerraba la pechera. Vestido habitualmente de levita azul se ponía a diario un chaleco de piqué blanco, bajo el cual fluctuaba su vientre proroforme y prominente que hacía resaltar una gruesa cadena de oro llena de dijes. Su petaca, también de oro, tenía un medallón con un rizo de pelo que le había culpable, en apariencia, de algunas conquistas.
*** Textos extraídos de “Papá Goriot” / Honore de Balzac. Editorial Andrés Bello. Santiago-Chile. 1989. De esta edición se tiraron 20.000 ejemplares.
Papá Goriot es un gran personaje de Balzac. Pero no te pierdas sus otros cuentos en Narrativa Breve.