Ernesto Bustos Garrido inaugura hoy una sección sobre los inicios de obras literarias que más le han cautivado. Él le llama “Mis arranques favoritos”.
Pero dejemos que sea él mismo quien lo cuente.
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Este inicio que dejo a continuación es para mí la bandera o el estandarte de lo que me gustaría aportar:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viviía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más de vaca que carnero, ssalpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda, etc…..
¿Por qué esta sección?
Muchos jóvenes, adultos y niños que intentan escribir, sentados ante una página en blanco, se pueden pasar días, meses y años tratando de dar con el comienzo de su historia. Narrar no es fácil; ideas las puede tener cualquiera. El problema es cómo apearse del caballo. Esta era una frase que decía mi abuela Mercedes, y viene al caso: “Otra cosa es con guitarra”.
Mucha gente dice que le gustaría escribir un libro. “Tengo tantas historias, etc…”. Pero llegado el momento de empezar, hasta allí, justo hasta allí, les duró el entusiasmo.
Yo he invertido años leyendo una variedad de cuentos y novelas, y he aprendido que el éxito de un cuento, un relato y hasta una novela tienen que ver con el arranque. Desde luego que existen otros factores……
En la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, una de las más prestigiadas de América Latina, donde estudié, don Abelardo Clariana, el viejo profesor de Redacción Castellana (llegó a Chile en el Winnipeg, el barco que arrendó Pablo Neruda para traer desde España a cientos y cientos de refugiados de la guerra civil), nos decía que el buen periodista debe atrapar desde el comienzo el interés del lector, cuando redacta una noticia. Las tres primeras líneas son cruciales, decía el maestro, para que ese lector continúe pegado a nuestro artículo o a nuestra crónica. Si la larga y pasa a otra página, es porque el periodista no supo cautivarlo.
Con la narrativa creo que sucede lo mismo. Si en los tres o cuatro primeros párrafos la historia no tiene gancho, el lector se irá a otra parte, y ese es el peor castigo para un escritor: que lo dejen de leer.
Por eso siempre he prestado atención a los comienzos de cada historia. Hay algunos que son soberbios y otros que dan ganas de arrancar, de huir.
Me gustaría entregarles a los lectores de este blog de cuentos los mejores arranques literarios que se pueden encontrar (desde mi particular punto de vista).
En la mayoría de los talleres literarios se trata este punto, pero nunca se ha puesto el énfasis necesario. Les entregan recetas que nadie entiende. Para mí el comienzo o la partida es tan importante como el cierre o desenlace.
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Para ejemplificar mi teoría reproduzco este arranque escrito por el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera 1859-1895, un autor que formó parte del Modernismo de Rubén Darío, a finales del siglo XIX.

“Que López tenía buen corazón era notorio: respecto a la inteligencia de López, sí había ya encontrados pareceres. Para algunas personas, López vivía en olor de listo y entendido; para otros, merecía la fama que carga y soporta sólo el infeliz bobo de Coria, de que todos hablan sin conocimiento de causa, e ignorando que ese bobo fue inmortalizado por Velásquez; más, en lo que echábase de ver, sin duda alguna, plena conformidad de juicios o dictámenes, era en lo tocante a la parvedad de la instrucción recibida por López. En efecto, López no sabía nada, y por eso tal vez, creíanle tonto. Para colmo de penas, era aturdido, aparejado, abría muchos los ojos para no ver nada, y abría mucho la boca para oír, como si la boca fuera oreja; siempre andaba pisando algodones de las nubes, y siempre distraído, divagando; algunas noches se pasaba largas horas viendo el cielo y contando, una a una, las estrellas. Algunos días se iba a campo traviesa por vericuetos y collados y no regresaba al pueblo hasta que oscurecía; se le olvidaba comer, se le olvidaba trabajar; se le olvidaba todo, y en contemplar las patas de un insecto, las hojas de una planta o el correr de las aguas, perdía el tiempo, sin darse cuenta de la pérdida. Cuando se le preguntaba algo, respondía a la pregunta que otro le había hecho el día anterior; reíase de improviso, inopinadamente, en el trance más serio, del chiste o gracejada que había oído la víspera; era como un eco de sonidos lejanos; como un pasajero que aguardaba en la estación el paso de un tren y cada vez que este pasa no le ve pasar, y continúa aguardando indefinidamente.
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Comentario
Este cuento empieza con la descripción de un personaje sobre el cual girará la historia. A diferencia de otros autores que prefieren largar describiendo el entorno, contando cómo es el escenario donde tendrá lugar la historia, en este el autor hace una verdadera radiografía o pintura del tal López. El lector no tiene que esforzarse mucho para formarse una idea de su carácter y personalidad. Esto facilita la comprensión del texto, que es muy importante a la hora de comenzar a leer un relato. El lenguaje es sencillo y la construcción de las frases se van hilando unas con otras con naturalidad, como si estuviéramos armando un castillo con piezas de madera, partiendo por la base, los cimientos, y terminado en el techo.
Manuel Gutiérrez Nájera ejerció el periodismo, lo que le ayudó a dar forma al cuento. Usa a veces la picardía como también ironiza sobre el carácter de su personaje. A nadie le caben dudas de que este López es un distraído de marca mayor, un soñador, un hombre que vive de acuerdo con sus impulsos más elementales y básicos. Debería ser un hombre bueno, de según esta semblanza, y es muy probable que en el transcurso de la historia se encuentre un pepita de oro, se enamore de la Reina de Java o también que le caiga un rayo. Todo puede sucederle a López, y por eso el lector se quedará atrapado con el cuento; sólo tendrá ojos y sentidos para él, Si esa fue la intención de Gutiérrez Nájera, supo muy bien conseguirlo y el objetivo se cumplió. Esto me sucedió y por eso lo leí completo. El cuento se llama “Aquel era otro López”.
*** Extraído del libro “Manos arriba” Crónicas de crímenes, “filo misho” y otros cuentos del tío. Varios autores. Selección de Ariela Schnirmajer. – Editora Eterna Cadencia. Año 2010.
*** Este libro forma parte de la Biblioteca Viva de la Fundación La Fuente. Santiago de Chile.
Ernesto Bustos Garrido, 25.08.2017
Ernesto Bustos Garrido (Santiago de Chile), periodista, se formó en la Universidad de Chile. Al egreso fue profesor en esa casa de estudios; también en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la Universidad Diego Portales. Ha trabajado en diversos medios informativos, televisión y radio, fundamentalmente en el diario La Tercera de la Hora como jefe de Crónica y editor jefe de Deportes. Fue director de los diarios El Correo de Valdivia y El Austral de Temuco. En los sesenta fue Secretario de Prensa del Presidente Eduardo Frei Montalva. En los setenta, asesor de comunicaciones de la Rectoría de la U. de Chile, y gerente de Relaciones Públicas de Ferrocarriles del Estado. En los ochenta fue editor y propietario de las revistas Sólo Pesca y Cazar&Pescar. Desde fines de los noventa intenta, quizá tardíamente, transformarse en escritor.
Magistral.