La escritora María Carvajal aporta esta reseña de El baile del diablo, un poemario de Javier Sánchez Menéndez, publicado recientemente en la editorial Renacimiento. Javier Sánchez Menéndez es poeta y ensayista y responsable de la editorial La isla de Siltolá.
El Baile del diablo
El baile del diablo (Renacimiento, 2017) es un poemario que no deja indiferente. Su autor, Javier Sánchez Menéndez, se descubre bajo un registro distinto al de publicaciones anteriores. Si bien en Melodía en Kensington Park o Confuso laberinto, por poner dos ejemplos, mostraban un halo contemplativo y filosófico de la vida y un recorrido por su pasado, en El baile del diablo nos encontramos con una postura más incluyente, donde da la sensación de que el lector pasa de ser un mero observador (o receptor de imágenes o ideas) a asimilar ante la vida esa condición de mortal que se presenta como un contínuum a lo largo del poemario.
Existen tres partes diferenciadas. En la primera parte, “Las cartas por jugar”, hay un guiño benevolente a la idea de la tentación, del pulso a la muerte y la actitud de abandonarse ante los ofrecimientos de la vida sin límites ni obligaciones; una suerte de mundo cotidiano donde el diablo, claramente humanizado, se va a veces con el rabo entre las piernas. En estos versos, además, se plasma la idea del amor como experiencia de vida. Los momentos amorosos marcan un camino que nos descubre la idea del hombre moldeado a través de sus experiencias sentimentales.
Otras veces hay un halo de pesimismo que todo lo nubla (y que está plasmado a lo largo del poemario). El autor incide en la figura del hombre como un ser perdedor que se resigna; para asentar esta idea, Sánchez Menéndez dibuja decorados que muestran lo oscuro de la condición humana dentro de un submundo lleno de miseria, vicio, declive y despedidas inevitables. Todo queda al azar, pero en este poemario, el azar casi siempre lleva a perder.
Por otra parte, la ironía, el juego sarcástico, lo mundano y lo profano tienen un papel destacado en los versos de El baile del diablo. El perdedor no es cauteloso en su discurso, precisamente, porque no tiene nada más que perder. Por eso, lanza sus verdades a modo de reproche y no espera réplica. Hay una lucha entre el hombre y la muerte (quizá entre el hombre y las miserias de la vida) donde siempre gana la desolación y el olvido.
En la segunda parte del libro, titulada “Las obras terrenales”, lo pagano, lo carnal y lo prohibido se dejan entrever como actitud pecaminosa ineludible en el pasar de los días. Sin embargo, el autor crea una mirada introspectiva a través de sus versos. Como si de un examen de conciencia se tratase, los poemas de Sánchez Menéndez en esta segunda parte de El baile del diablo se convierten en sentencias, de tal modo que cada acto revelado tiene unas consecuencias firmes e inexorablemente asumibles.
Finalmente, en la tercera sección del poemario “La verdad de las cosas”, el autor echa una mirada atrás donde se observa desde la niñez y se encuentra con un pasado algo decadente y un futuro incierto, pero futuro, al fin y al cabo y eso hace que en conjunto, y a pesar de todo lo expuesto, dé la sensación de que el autor haya querido que este poemario sea una oda a la vida. Queda dicho, pues, que la experiencia vital vista desde la condición humana más primitiva (en lo que a lo visceral y terrenal se refiere) sea uno de los hilos conductores a lo largo del poemario.
Sin duda, El baile del diablo está más que recomendado si quieres disfrutar de una buena lectura.
María Carvajal
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