Paz Díez Taboada es una gran especialista en poesía. Licenciada en Filología Románica y doctora en Hispánica, es autora de estudios, artículos de investigación y divulgativos, algunos de ellos en colaboración con su marido, el profesor Miguel Díez R.
Ha publicado cinco poemarios y dirige la sección “Poemas comentados” en la extensa plataforma digital de literatura en español Ciudad Seva.
A continuación, nos ofrece sus sabios comentarios a tres importantes poetas españolas.
- Díez Taboada, Mª Paz (Autor)
TRES POETAS ESPAÑOLAS
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ (1651-1695)
[Miró Celia una rosa que en el prado…]
Miró Celia una rosa que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana,
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado;
y dijo: “Goza sin temor del hado
el curso breve de tu edad lozana,
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado.
Y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza:
mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja”.
Carpe diem es una locución latina para expresar un tópico literario, un tema recurrente en la literatura universal que cobró especial importancia en el Renacimiento y en el Barroco, pero que, desde las más antiguas manifestaciones literarias –como en la Epopeya de Gilgamesh (siglo VII a.C.) o en La Biblia– llega hasta numerosos poemas de nuestros días.
La expresión está tomada de una oda del poeta latino Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C), cuyo final dice: Huye, mientras hablamos, envidiosa la edad: agarra el día, no te fíes apenas del dudoso mañana (“… Dum loquimur, fugerit invida / aetas: carpe diem, quam minimum credula postero”), y es una incitación a gozar de la vida y la juventud ante la certidumbre de que pronto llegarán la vejez y la muerte.
Este tema horaciano tuvo una importante recreación en el poema De rosis nascentibus del poeta latino Décimo Magno Ausonio (310-h.393 d.C.), que finaliza: Coge las rosas, muchacha, mientras está fresca tu juventud, pero no olvides que así se desliza también tu vida (“Collige. virgo, rosas, dum flos novus, et nova pubes / et memor esto aevum sic properare tuum”). Desde entonces, el carpe diem, famoso tópico literario, quedó ligado al tema de “la brevedad de la rosa”; pues, si Horacio exhortaba a aprovechar el presente y, sobre todo, el tiempo feliz de la juventud, éste encontró su mejor metáfora en la efímera belleza de la rosa, de tan breve vida.
Este tópico se desarrolló ampliamente en el Renacimiento y el Barroco europeos y para muchos estudiosos, uno de los más hermosos sonetos sobre el carpe diem es el del poeta renacentista francés Pierre de Ronsard (1524-1585), que produce una extraña sensación de modernidad por su palpitación cordial y por la inclusión en él, tan directa y personal, del propio poeta:
«Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela / y al amor de la lumbre, devanando e hilando,/ cantarás estos versos y dirás deslumbrada: / “Me los hizo Ronsard cuando yo era más bella.”// No habrá entonces sirvienta que al oír tus palabras,/aunque ya doblegada por el peso del sueño, / cuando suene mi nombre la cabeza no yerga / y bendiga mi nombre, inmortal por la gloria. // Yo seré bajo tierra descarnado fantasma / y a la sombra de mirtos tendré ya mi reposo;/ para entonces serás una vieja encorvada, // añorando mi amor, tus desdenes llorando. / Vive ahora; no aguardes a que llegue el mañana:/ coge hoy mismo las rosas que te ofrece la vida.» (1578) (Trad. Carlos Pujol).]
En España casi todos los más importantes poetas renacentistas y barrocos presentan versiones del este tópico –los dos hitos indiscutibles son el soneto XXIII de Garcilaso de la Vega y el de Luis de Góngora, “Mientras por competir con tu cabello”– pero hay que señalar que un soneto del italiano Bernardo Tasso (1493-E1569) es, en gran parte, el origen de esas versiones. Es importante a este respecto hacer una aclaración. El concepto clásico de la imitatio, vigente en el Renacimiento, no significaba una mera copia y, ni mucho menos, un plagio. Era un principio, comúnmente aceptado, de continuidad y permanencia en la tradición clásica, emulando a los grandes maestros y tratando de superarlos, y esto es lo que sucede con el soneto del poeta italiano.
Por su importancia reproducimos este famoso soneto de Tasso en italiano, seguido de la única conocida traducción libre española:
Mentre che l’aureo crin v’ondeggia intorno / a l’ampia fronte con leggiadro errore; / mentre che di vermiglio e bel colore / vi fa la primavera al volto adorno. // Mentre che v’apre il ciel puro il giorno, / cogliete, o giovinette, il vago fiore / de vostri più dolci anni; e con amore / state sovente in lieto e bel soggiorno. // Verrà poi’l verno, che di bianca neve / soul i poggi vestir, coprir la rosa / e le pioggie tornar aride e meste. // Cogliete, ah stolte, il fior, ah siate preste, / che fugaci son l’ore, è’l tempo lieve / e veloce a la fin corre ogni cosa.
[Mientras vuestro áureo pelo ondea en torno / de la amplia frente con gentil descuido; / mientras que de color bello, encarnado, / la primavera adorna vuestro rostro. // Mientras que el cielo os abre puro el día, / coged, oh jovencitas, la flor vaga / de vuestros dulces años y, amorosas, / tened siempre un alegre y buen semblante. // Vendrá el invierno, que, de blanca nieve, / suele vestir alturas, cubrir rosas / y a las lluvias tornar arduas y tristes. // Coged, tontas, la flor, ¡ay, estad prestas!: / fugaces son las horas, breve el tiempo / y a su fin corren rápidas las cosas (Trad. Paz Díez Taboada)].
Juana de Asbaje y Ramírez, hija de padre vasco y madre mexicana, nació en una hacienda llamada San Miguel de Nepantla, a doce leguas de la Ciudad de México
Fue una niña prodigio que aprendió a escribir y a leer a los tres años, a los ocho ya componía poemas y desde muy pequeña comenzó a leer autores clásicos, griegos y españoles.
Admirada por su talento y precocidad, a los catorce años fue dama de honor de Leonor Carreto, marquesa de Mancera, esposa del Virrey de México, con 19 años ingresó primero en la Orden de las Carmelitas Descalzas y poco después en la Orden de San Jerónimo, menos rigurosa en su disciplina, y allí profesó y tomó el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, nombre con el que ha pasado a la historia de la literatura. Parece ser que prefirió el convento al matrimonio para seguir desarrollando sus aficiones intelectuales, en palabras suyas: “Vivir sola… no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”.
En la amplia y bien amueblada celda de aquel convento muy abierto y secularizado esta extraordinaria y erudita mujer recibía a poetas e intelectuales, amigos y nobles, reunió una amplísima biblioteca, realizó experimentos científicos, compuso obras musicales –antes de su ingreso en el Convento ya había escrito obras de teatro–, ensayos de temática variada y una extensa obra poética de variada métrica como liras, endechas, redondillas, décimas, romances y sonetos entre los que sobresale un grupo muy importante de tema amoroso.
Su obra literaria la sitúa en la cumbre del Barroco por el uso de retruécanos, la sustantivización de verbos y verbalización de sustantivos, la triada de adjetivos y todo tipo de libertades gramaticales, además de las abundantes referencias mitológicas y las sutilezas del juego conceptual, erótico, lingüístico e imaginativo. Sin embargo, el mayor logro de la monja como autora fue su predilección por temas relativos al feminismo, a la liberación de la mujer y a la defensa de la población indígena, temas insólitos dada la estricta moral religiosa predominante en aquellos tiempos que hacía imposible que una mujer pudiera desarrollarlos. En definitiva, su concepción poética y su talante intelectual superan al Barroco y anuncian la Ilustración e incluso la acercan a la modernidad, y se la considera uno de los primeros talentos enciclopédicos de la cultura hispánica.
El tema del Carpe diem en el poema que comentamos es uno de los grandes hitos barrocos pero con un tratamiento muy original al romper la tradición del tema y transformarlo totalmente en tres aspectos. En primer lugar, porque pone en boca de una mujer, Celia, el imperativo (“goza sin temor…”), al contrario de toda la tradición anterior en la que se da por supuesto que es, en su mayoría, un personaje masculino o una tercera persona el protagonista –hay una excepción digna de referencia: en un hermoso poema de la poeta uruguaya Juana de Ibarbuorou (1892-1979), “Tómame ahora que es temprano…”, la voz que habla es la de una mujer.
Una segunda novedad es que Celia apostrofa directamente a la rosa, aunque en ella esté simbolizada la propia autora y todas las jóvenes hermosas, al contrario de los poemas tradicionales en los que predomina el “collige virgo...” dirigido directamente a una joven. Y por fin, el enfoque más novedoso y original es que exhorta a todas las bellas muchachas a gozar en su mocedad, y así afrontar el destino aciago que espera a todo ser vivo, porque, si el tiempo huye (Tempus fugit) y “llega la muerte presurosa”, más vale morir en la plenitud de la edad y la belleza que conocer el ultraje de la vejez, idea en la que parece latir el verso 45 de la Sátira XI del poeta romano Juvenal (finales del siglo I y comienzos del siglo II): “la vejez es peor que la muerte” (morte magis metuenda senectus), sin olvidar la conocida frase del comediógrafo griego Menandro (342 a.C.- 292 a.C.): “Muere joven el amado de los dioses”.
Esta última es pues la profunda novedad, el sello del poema que Sor Juana nos proporciona en el tema del carpe diem, lo que le da una característica propia y distintiva: la muerte no es una injuria; ser vieja sí lo es, es un ultraje, por eso es preferible gozar en plena juventud y morir antes de que venga la vejez.
Ningún otro poema anterior en lengua española había tratado de esta manera el tema del Carpe diem. “En lo que Sor Juana parece empeñada en sobrepujar toda medida prudente, es en la proclamación del componente epicúreo de la concepción del tópico. El “goza mientras seas bella” va mucho más allá en esta fina y valerosa poetisa: la muerte, si llega en la plenitud de la belleza, no importa; el goce de tanta hermosura es tan remunerador en sí mismo, que hasta las tinieblas de la vejez pasan a segundo término”. (García Berrio)
Hay todavía otra aportación innovadora en el poema que comentamos, como anota Leonardo Sancho Dobles en su interesante artículo:
“Una flor al tiempo dedicada: la voz de Celia en la poética de Sor Juana Inés de la Cruz”
“En este soneto Sor Juana Inés de la Cruz echa mano de un recurso estilístico que resulta ser más frecuente en la narración. Se trata del diálogo directo: “Y dijo:”, e inmediatamente la voz lírica le cede el espacio de la palabra y de la enunciación a Celia, pues lo que se plantea en el segundo cuarteto y los dos tercetos es la alocución de esta otra voz en el poema, que le sugiere y aconseja a la rosa que disfrute de la belleza, aunque sea fugaz. Con el empleo del diálogo directo se puede percibir que, además de la voz poética, hay otra voz a la que se le concede la palabra y con lo cual se produce, también, un punto de giro en la enunciación poética. De acuerdo con la voz lírica inicial, Celia en el poema mira y luego se manifiesta; a partir de la contemplación surge la reflexión y, posteriormente, la necesidad de transmitir ese pensamiento mediante la frase “Y dijo: “ al apropiarse del lugar de la enunciación poética. Lo interesante de este recurso perteneciente a otro género literario, narrativo pero también dramático, es que se incorpora por una única vez en la poesía lírica de Sor Juana Inés de la Cruz el diálogo, que es también teatral y en ese casi insignificante aviso enunciativo, el tópico collige, virgo, rosas, sufre su alteración más definitiva. La virgen que Ausonio desprendió del horaciano carpe diem finalmente toma la palabra, revirtiendo una tradición de siglos”.
Con esta larga cita termino el comentario de un soneto que centrado en el viejo y manido tópico literario del Carpe diem aporta una serie de innovaciones que lo hacen distinto y sumamente original, y por esta razón tiene un puesto destacado entre los textos literarios que mejor han tratado este tema universal.
ROSALÍA DE CASTRO (1837-1885)
[Negra sombra]
Cando penso que te fuches negra sombra que me asombras, ó pe dos meus cabezales tornas facéndome mofa. Cando maxino que es ida no mesmo sol te me amostras i eres a estrela que brila i eres o vento que zoa. Si cantan, es ti que cantas si choran, es ti que choras i es o marmurio do río i es a noite, i es a aurora. En todo estás e ti es todo pra min i en min mesma moras, nin me abandonarás nunca, sombra que sempre me asombras. [Cuando pienso que te huyes, negra sombra que me asombras, al pie de mis cabezales, tornas haciéndome mofa. Si imagino que te has ido, en el mismo sol te asomas, y eres la estrella que brilla, y eres el viento que sopla. Si cantan, tú eres quien cantas, si lloran, tú eres quien llora, y eres murmullo del río y eres la noche y la aurora. En todo estás y eres todo, para mí en mí misma moras, nunca me abandonarás, sombra que siempre me asombras.] (Traducción de Juan Ramón Jiménez) |
Vide la magnífica versión de Luz Casal y Carlos Núñez:
Rosalía de Castro publicó, poco antes de su muerte, su último libro y el único escrito en castellano, En las orillas del Sar (1884), un poemario impregnado de total desolación, tristeza y melancolía al reflexionar sobre su experiencia personal, sobre el paso del tiempo inexorable, la angustia religiosa, el amor y la añoranza del paisaje gallego, pero ese tono elegíaco y pesimista está expresado con tal fuerza y perfección poética que solo por él está considerada como la más importante poeta española en castellano.
El resto de su poesía está escrito en gallego, Cantares Gallegos (1863) y Follas Novas (1880) y en este último aparece sin título el poema que comentamos.
La razón de la selección de un texto gallego –al que añadimos la excelente versión en castellano de Juan Ramón Jiménez– es por ser clave y el más famoso de la poeta gallega, al resumir con pleno acierto su concepto trágico y fatalista de la existencia.
Conocido como “Negra sombra”, fue musicado por el maestro Xoán Montés Capón, coetáneo de Rosalía, quien supo expresar con música todo el sentir del poema rosaliano hasta el punto de que la pieza se convirtió en el otro himno de Galicia.
Negra sombra, sin embargo, es la cercana imitación de unos versos pertenecientes al poema “El murmullo de las olas” del poeta gallego Aurelio Aguirre (1833-1858), amigo íntimo –y quizá algo más– de la poetisa desde la adolescencia y que se ahogó –¿accidente o suicidio?– en la playa de San Amaro (La Coruña) cuando tenía solamente veinticinco años. De esos versos tomó Rosalía el vocabulario, la métrica de versos octosílabos, la estrofa (romance), la rima asonante, la anáfora, la paranomasia y la vaguedad romántica. Pero, a pesar de esa innegable dependencia de una parte del poema de Aguirre, “Negra sombra” evidencia mucho mayor aliento creador, es decir, un profundo e intenso sentimiento personal expresado poéticamente con vigor y fuerza sorprendentes
En palabras de Carballo Calero, “la sombría belleza de la composición depende de dos elementos estéticos: la pujante e implacable omnipresencia de la sombra, por una parte; y su misteriosa indeterminación, por otra”.
Porque esa sombra, que por una parte inunda el alma de Rosalía sin dejarle un resquicio ni un escape y por otra la fascina o enajena, es un símbolo, y de la esencia del símbolo es la indeterminación, pues si en la metáfora hay una correspondencia clara entre el término real y el imaginario, en el símbolo la referencia al término real es borrosa, no específica y polisémica. Así pues, la pregunta ¿quién o qué es la negra sombra de Rosalía?, ha tenido muchas respuestas por parte de los estudiosos de la obra de la poeta gallega.
Para Victoriano García Martí la Negra Sombra tiene mucho que ver con el desaliento romántico: “se trata de la inquietud trágica que no nos abandona y que no se satisface dentro de los límites de la existencia”.
Para Domingo García Sabell, la ·sombra rosaliana es “la conciencia existencial que lleva en su meollo toda la negrura potencial de la vida”.
Para Carballo Calero, la “sombra” es un mal recuerdo del pasado, un recuerdo que la tortura incansablemente, aludiendo al nacimiento ilegítimo de la poeta y a la triste infancia, alejada de su madre por conveniencias sociales y marginada en aquella sociedad puritana, porque Rosalía era hija ilegítima y no reconocida de una señora de familia hidalga venida a menos y de un sacerdote, y fueron las tías paternas quienes se hicieron cargo de la niña en los primeros años.
Para Fermín Bouza Brey, la sombra del poema representa “la saudade”, el dolor sombrío del alma gallega, acumulado durante siglos y que en el poema rosaliano halló forma definitiva.
Según Luz Pozo Garza, Rosalía simboliza en el poema las vivencias dolorosas y obsesivas de un amor frustrado, instaladas en la raíz íntima del ser, como un maleficio contra el que es inútil luchar
Marina Mayoral ha rastreado las diferentes categorías de sombras, tan frecuentes y desperdigadas en la obra poética de Rosalía, para concluir que en este poema “se expresa de manera concentradísima la trayectoria espiritual de Rosalía ante el descubrimiento del dolor”, y así, “la negra sombra es el símbolo del dolor existencial. […] La estrofa final expresa la toma de conciencia ante esa realidad omnipresente: «En todo estás e ti es todo». Con un solo verso –¡qué tremenda concisión!- resume las dos estrofas anteriores, que a su vez resumían un largo proceso espiritual. Y sin transición yuxtapone otra afirmación que resume un proceso no menos importante y dilatado: el Dolor, que es universal, se hace personal, individual en ella, se hace su dolor, se integra en su ser de forma indisoluble”.
En resumen, estamos, pues, ante un símbolo polisémico que apunta, sin poderse concretar más, a vivencias personales dolorosas, a la angustia existencial o a la melancolía, soledad o saudade omnipresentes e inconmensurables en el alma de la poetisa gallega. Lo admirable es que la expresión literaria ese este “dolorido sentir” es sumamente eficaz, aunque con extremada sencillez de recursos, próxima a la poesía popular por la asonancia monorrítmica y por la versificación octosilábica propias del romance.
Si nos hemos referido a los versos de Aguirre como un antecedente muy claro, “Negra sombra” también ha dejado detrás de sí fecundas influencias, como es el caso de esta composición poética titulada “Pena negra” del poeta también de Santiago de Compostela, José Barcia Caballero (1852-1923) que, como un eco, responde a la de Rosalía:
“Dende que tiven acordo / levo conmigo unha pena, / pena que sempre m’acode, / pena que nunca me deixa. / Por todos lados m’asalta, / en todas partes me lembra, / como sombra n’o camiño, / como verme n’a concencia. / Roime a-y-alma po-l-o día, / po-l-a noite roime n’ela, / xa desperto, xa durmindo, / nunca pasa, sempre aperta. / Eu non sei que-y-é esta cousa. / Eu non sei que pena é-y-esta / que me chucha, que m’acaba / como feitizo de meigas. […] (Rimas, 1891)
[“Desde que tengo recuerdo / llevo conmigo una pena, / pena que siempre me acosa, / pena que nunca me deja. / Por todos lados me asalta, / en todos se me recuerda, / como sombra en el camino / y gusano en la conciencia. / Me roe el alma de día, / por la noche roe en ella, / ya despierto, ya dormido, / nunca pasa, siempre alerta. / Yo no sé qué es esta cosa. / Yo no sé qué pena es ésta / que me sorbe, que me acaba / como hechizo de hechiceras.[…] (Trad. Paz Díez Taboada)].
ÁNGELA FIGUERA AYMERICH (1902-1984)
Libertad
A tiros nos dijeron cruz y raya. En cruz estamos. Raya. Tachadura. Borrón y cárcel nueva. Punto en boca. Si observas la conducta conveniente, podrás decir palabras permitidas: invierno, luz, hispanidad, sombrero. (Si se te cae la lengua de vergüenza, te cuelgas un cartel que diga “mudo”, tiendes la mano y juntas calderilla.) Si calzas los zapatos según norma, también podrás cruzar a la otra acera buscando el sol o un techo que te abrigue. Pagando tus impuestos puntualmente, podrás ir al taller o a la oficina, quemarte las pestañas y las uñas, partirte el pecho y alcanzar la gloria. También tendrás honestas diversiones. El paso de un entierro, una película de las debidamente autorizadas, fútbol del bueno, un vaso de cerveza, bonitas emisiones en la radio y misa por la tarde los domingos. Pero no pienses libertad, no digas, no escribas libertad, nunca consientas que se te asome al blanco de los ojos, ni exhale su olorcillo por tus ropas, ni se te prenda a un rizo del cabello. Y, sobre todo, amigo, al acostarte, no escondas libertad bajo tu almohada por ver si sueñas con mejores días. No sea que una noche te incorpores sonambulando libertad, y olvides, y salgas a gritarla por las calles, descerrajando puertas y ventanas, matando a los serenos y los gatos, rompiendo los faroles y las fuentes, y el sueño de los justos, porque entonces, punto final, hermano, y Dios te ayude. |
Si de algo pecó la poesía social española de mediados del siglo xx, fue de panfletaria por el predominio del tono ditirámbico, de acusación y denuncia, y por una intencionalidad marcadamente política, que iba en detrimento de la profundidad lírica y la calidad artística; de tal manera que, si exceptuamos a unos pocos excelentes poetas, a la mayoría se los ha llevado el río del olvido.
Uno de estos poetas destacados fue Ángela Figuera Aymerich que creó una poesía fuerte, decidida, crítica, de desvelamiento de las más crudas y desagradables verdades, sin ambages, y con alta categoría poética, pero con un lenguaje rotundo y eficaz sin el más leve asomo de sonoridades efectistas. Poesía de una mujer consciente de su papel social en un mundo dominado por hombres, aunque sin necesidad de definirse feminista.
Ángela Figuera fue una de las voces femeninas más rotundas, claras, rebeldes, comprometidas y libres de la poesía española. Y, sin embargo, una losa de silencio cayó sobre su obra debido a su pertenencia irrenunciable al bando derrotado en la Guerra Civil, en la dictadura franquista, cuya férrea censura no podía permitir aquel tono irreverente y comprometido que denunciaba la injusticia, la falta de libertad y todas las lacras de aquella España sojuzgada y amordazada.
Pero esa losa de silencio llega incluso a la España democrática, casi hasta nuestros días, en una de las injusticias poéticas más flagrantes e inexplicables cometidas en nuestro país. De hecho, aparte de algunos libros, menos comprometidos, publicados durante el régimen franquista, hasta 1975, el mismo año de la muerte de Franco, no se publicó en Madrid una Antología total (1948-1969) en C.V. S. Ediciones, y sus Obras Completas las publicó Hiperión, en 1986, dos años después de la muerte de Ángela, para vergüenza de editores, críticos y lectores españoles.
En palabras de Fernando García de Cortázar:
“Es el hombre de carne y hueso, el hombre concreto, el fruto de una España saqueada por una inmensa tragedia nacional, el que aparece en la poesía de Ángela Figuera Aymerich, poesía de una exigencia dolorosa, salvaje, que desea encontrar en la aspereza de las palabras, en la rabia de los versos, una realidad más palpable. Palabras de reproche a la patria amada, palabras de esperanza, palabras que buscan como gestos en el vacío el rostro de España. Palabras, sobre todo, de una dolorosa reconciliación, de una voluntad de superarnos como pueblo que ha de vivir en paz y en libertad.
A sabiendas de lo que Ángela Figuera sufrió en su vida -los vencedores de la guerra le quitaron su plaza de profesora y hasta su título universitario-, este compromiso con el perdón y la refundación de una España que integrara a todos en un proyecto y una historia comunes merece nuestra lectura conmovida
Lo que proponía Figuera, al concluir la segunda década de la posguerra, era erradicar el odio y agarrarse al vuelo de una patria tantas veces asfixiada por el desorden moral y la violencia: «Con los ojos cerrados, / con los puños cerrados, con la boca / cerrada, España, canto tu belleza. / Y con la pluma ardiendo y con la pluma / loca de amor rabioso canto y firmo». Su palabra clara, su mensaje directo, su caudal de emoción sacuden hoy nuestra desorientada conciencia nacional y nos cautivan por la vehemencia de su irrefrenable amor a su patria herida: «Porque eres bella, España y te me mueres / porque eres mía, España, y no te absuelvo / del mal de España, canto tu belleza / … clavándome la lengua entre los dientes / porque no quiero blasfemar tu nombre».
En el lenguaje duro y limpio de los poetas vascos, de sus contemporáneos Blas de Otero y Gabriel Celaya, los versos de Figuera Aymerich llegaban hasta el corazón de esas tinieblas donde yacía la esperanza de nuestra redención como ciudadanos y patriotas libres: «A ti llamamos / los huérfanos de ti en tu propia entraña, / los que a diario te aman y te sufren, / los que te llevan, ácida, en la sangre, / los que sus huesos sueldan con tus huesos / y no saben salvarte y balbucean / “que Dios te salve” por si Dios escucha» ”
El poema “Libertad” pertenece al libro Belleza cruel, el más importante y comprometido de Ángela Figuera Aymerich. Como era imposible su aparición en la España de los cincuenta, por las razones acabadas de comentar, se publicó en México (1958), con un famoso prólogo del poeta León Felipe, que reproduzco a continuación:
Carta a Ángela Figuera Aymerich
“Vuestros son el salmo y la canción”
Con estas palabras quiero arrepentirme y desdecirme, Ángela Figuera Aymerich, de cosas que uno ha dicho, de versos que uno ha escrito…
Porque yo fui el que dijo al hermano voraz y vengativo, cuando, aquel día, nosotros, los españoles del éxodo y del llanto, salimos al viento y al mar, arrojados de la casa paterna por el último postigo del huerto… Yo fui el que dijo:
Hermano… tuya es la hacienda…
la casa, el caballo y la pistola…
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo…
mas yo te dejo mudo… ¡mudo!…
Y ¿cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
Fue éste un triste reparto caprichoso que yo hice, entonces, dolorido, para consolarme. Ahora estoy avergonzado. Yo no me llevé la canción. Nosotros no nos llevamos la canción. Tal vez era lo único que no nos podíamos llevar: la canción, la canción de la tierra, la canción inalienable de la tierra. Y nosotros, los españoles del éxodo y del viento… ¡ya no teníamos tierra!
Vosotros os quedasteis con todo: con la tierra y la canción.
Nuestro debió haber sido el salmo, el salmo del desierto, que vive sin tierra, bajo el llanto, y que sin garfios ni raíces se prende, se agarra, anhelante, de la luz y del viento.
Yo hablé también un día del salmo. “El salmo es mío”, dije, “el salmo es una joya que les dimos en prenda los poetas a los sacerdotes… y ahora lo rescato, me lo llevo, me lo llevo del templo, me lo llevo en mi garganta rota y desesperada…” Y dije también: “El salmo fugitivo y vagabundo es el lenguaje justo del español del éxodo y del llanto”… Palabras, palabras nada más. Yo no me llevé el salmo tampoco. Nosotros no nos llevamos el salmo.
Al final todo se hizo grito vano, lamento hinchado, blasfemia sin sentido, palabras de un idiota llenas de estrépito y de furia que se perdieron como burbujas de hiel en el vacío… Y nos quedamos luego todos mudos… Los mudos fuimos nosotros… ¡Los desterrados y los mudos!
De este lado nadie dijo la palabra justa y vibrante. Hay que confesarlo: de tanta sangre a cuestas, de tanto caminar, de tanto llanto y de tanta justicia… no brotó el poeta.
Y ahora estamos aquí, del otro lado del mar, nosotros, los españoles del éxodo y del viento, asombrados y atónitos oyéndoos a vosotros cantar: con esperanza, con ira, sin miedos…
Esa voz… esas voces… Dámaso, Otero, Celaya, Hierro, Crémer, Nora, de Luis, Ángela Figuera Aymerich… los que os quedasteis en la casa paterna, en la vieja heredad acorralada… Vuestros son el salmo y la canción.
México, D.F., junio de 1958.
León Felipe
El poema “Libertad” es un ejemplo de la mejor poesía social, comprometida hasta los tuétanos. Satiriza la represión, la férrea censura y la falta de libertad de la dictadura de Franco; pero, tras el tono mordaz, es patente el lamento por esa pérdida, la de la libertad, a la manera de la mejor tradición de la poesía romántica -por ejemplo, Byron o Espronceda.
La estrofa inicial, primera de las tres partes en que se estructura el poema, hace referencia a la victoria del bando nacional, el de Franco, en la Guerra Civil; destacan en ella los juegos irónicos y la ruptura de frases hechas como “cruz y raya” -religión y prohibición- o “borrón y cárcel nueva” por “…cuenta nueva”. En la segunda parte, que abarca las cuatro estrofas siguientes, se expone, con un tono acre y corrosivo, la triste vida del español de entonces: expresión amordazada, movimientos de corto alcance, duras condiciones de trabajo y pacatas diversiones. Las dos últimas estrofas, de ritmo vertiginoso y con imágenes sorprendentes por su originalidad, son un “aviso para navegantes”: si el hombre encadenado piensa en la libertad, sueña con ella y la anhela, puede serle peligroso, porque existe el riesgo de que estalle, con violencia frenética, en rebelión y ruptura del orden establecido. Entonces, sería su final, y “... que Dios te ayude, hermano.”
Desaparecidas en España aquellas duras condiciones políticas que impulsaron la voz airada de Figuera, el poema conserva, no obstante, plena actualidad por su valor lírico y cívico, de defensa de la libertad -en cualesquiera que sean las situaciones o las circunstancias- como la más alta prerrogativa del hombre, según los versos de Lope de Vega: «¡Oh libertad preciosa, / no comparada al oro / ni al bien mayor de la espaciosa tierra; / más rica y más gozosa / que el precioso tesoro / que el mar del sur entre su nácar cierra!..» (La Arcadia, 1598); o aquellas palabras de don Quijote, tal vez las más hermosas que se hayan escrito, en cualquier lengua, sobre la libertad: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.» (El Quijote, II, cap. 58)
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