Dos poemas de José Luis Martínez Orea (Viajes colaterales)

Conocí a José Luis Martínez Orea en agosto de 2009, en Valencia. Sabía por mi amigo Leandro, sobrino suyo, que era catedrático de literatura y por extensión un lector compulsivo, y no solo por exigencias de su profesión, sino también por inquietud personal, por mero placer o por necesidad existencial. Y esa era la imagen que tenía de él: de lector apasionado, casi monacal, que había hecho, a la manera de Borges, un paraíso de su nutrida biblioteca.

Pero estaba hablando de Valencia, agosto de 2009. José Luis tuvo la amabilidad de prestarnos su vivienda (en esos momentos vacía) a su sobrino y a mí durante aquella semana que nos tomamos de vacaciones en la costa. Y, como tengo muy buena memoria para ciertos detalles, recuerdo que ni siquiera me permitió pagar las consumiciones que nos tomamos en una terraza cercana a su vivienda. (También en eso fue generoso).

¿De qué hablamos? Del calor asfixiante de Valencia (el famoso “ferragosto”), que era parecido al calor que habíamos dejado atrás (o más bien a la izquierda, en el oeste: en Cáceres), solo que este era mucho más húmedo. Y también hablamos, por supuesto, de literatura. De poesía y de poetas. Sí, hablamos de poetas, especialmente de poetas que no le gustaban –los criticaba con vehemencia y autoridad académica– y también, claro está, de aquellos a quienes tenía en un pedestal.

No volví a ver a José Luis, y si no me falla la memoria tampoco volví por Valencia. Leandro me informó cierto día de que había fallecido. Una pena.

Lo que yo no sabía –creo que él no lo dijo aquella tarde– es que escribía poemas.

Así que es una suerte recuperarle hoy a través de la lectura de Viajes colaterales, un poemario publicado recientemente en Ediciones Vitruvio (si no estoy equivocado, a nivel póstumo). Un libro que compagina la pasión por los viajes (de turismo e interiores) con el gusto por un lenguaje refinado. En Cáceres fue presentado por los poetas Jaime Siles y Basilio Sánchez (último premio Loewe de Poesía).

Como me ha gustado mucho el libro, comparto con vosotros un par de poemas, esperando sean también de vuestro agrado.

Francisco Rodríguez Criado

«Lo que nos encontramos en estos poemas, y en esto reside su valor, es que el poeta hace suya la experiencia objetiva del viaje, pero nos la transmite filtrada por su propia subjetividad, su propia perspectiva, su manera singular de mirar, que él ha ido educando con su oficio, sus lecturas, sus relaciones personales y sus negociaciones con la vida».Y todo esto ha conseguido transmitirlo al lector «(…) a través de una escritura singularmente clara y trasparente; una poesía que ha alcanzado a expresar en su desnudez esa verdad profunda que es a la vez belleza y que sólo está al alcance de los buenos poetas».

Basilio Sánchez, durante la presentación en Cáceres de Viajes colaterales.

El baño del engaño

José Luis Martínez Orea

Igual que en el spa o estancia termal de moda

transparece en la túnica

escultural la diosa:

el muslo de una vaga pureza,

altos y rubios senos en los que el sol

descansa su caricia lenta.

Ausente de otros cuerpos

con que poder medirme,

busco en su cuerpo el mío.

Tiendo mi sombra a ver

si encaja en su figura, me echo

a yacer y huelgo con la imaginación

la historia mitológica.

El guarda, pastor de cabras,

me dice que me tumbe, si quiero,

en el agua dibujada del mosaico.

El baño del engaño hoy en Volúbilis

(laurel rosado), donde Venus,

las cabras, el pastor loco y yo

Nos echamos la siesta, a ver

pasar la hora insoportable

del sol en la yerma terma.

Sáhara

José Luis Martínez Orea

Como cuando mirabas de niño

hasta dolerte los ojos

intensamente la silueta negra,

recortable cartulina, de alguien;

y sacabas luego reconocible,

por contraste, en la blanca pared

al personaje,

                               así, frente a la lluvia

y las reverberaciones del desierto,

saco hoy tu silueta a relucir,

tu visión fehaciente en la cortina

de agua. Necesito que tu recuerdo,

que ya se tambalea peligrosamente

y amenaza con desaparecer de mí,

se quede una vez más fijo en mi mente.

Necesito que, a fuerza de hacer fuerza

con los ojos, reaparezca tu figura.

He repetido tanto lo imposible

que, al cabo, felizmente,

me es dado, casi al borde

de la lluvia y del desierto del Sáhara,

ver nítido tu rostro.

José Luis Martínez Orea

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