“18:55. Varias mujeres me han dicho que sufrieron picotazos de mosquitos en los ascensores. La camarera fue con un spray a fumigarlos”.
20:00. Los ascensores siguen fallando. Tardan demasiado en bajar y la gente se desespera. A una señora muy gorda que iba a subir las escaleras andando le he ofrecido el montacargas del personal. Le pedí a Mari que la acompañara hasta su planta.
20:33. La Sra. Cassell de la 315 dice que no funciona su tetera. El problema es que ya se le ha cambiado dos veces la tetera y, con ésta, sería la tercera vez esta tarde. Me temo que lo que no funciona es la Sra. Cassell, dice Rosemarie.
21:30. El cartel de “No molestar” sigue puesto en la puerta de la 615, aunque suponemos que la pareja que hay allí ya ha leído la carta. Gabriel quería que yo les llamara por teléfono para preguntarles si podía ir ahora a llevarles el tapón, pero le he dicho que no. Si ellos no responden, es que no les importa el maldito tapón”.
Horrores cotidianos en el Miami Beach Hotel, Sapere Aude, 2019, p. 39.
Hoy, en el ambulatorio.
A la espera de que el médico de cabecera citara mi nombre, me ha dado tiempo a leer las primeras 45 páginas de “Horrores cotidianos en el Miami Beach Hotel”. Al igual que Pedro Menchén, autor del libro, también trabajé como conserje en un hotel (en realidad, un hostal). Así que lo que cuenta me suena cercano. Cercano y atractivo, porque son estas presuntas minucias las que me apasionan.
Con la lectura de estas notas a pie de campo que Menchén fue redactando al tiempo que atendía las quejas de los clientes (trabajó en dicho hotel durante varios años), constato que estoy lejos de padecer el síndrome de Stendhal. No entro en trance cuando contemplo la belleza. Como lector soy bastante flexible, pero, a la hora de escribir, las cosas que me interesan no son las puestas de sol, el olor a jazmín ni las bóvedas de ojiva de una catedral románica. No, nada de eso. Lo que me motiva no es lo bello, sino lo que no funciona, aquello que es susceptible de ser anotado en un libro de reclamaciones.
Os regalo paisajes, museos, amores idílicos y el reflejo del agua cristalina de un lago suizo. Dadme mosquitos, ascensores averiados, teteras rotas y tapones de bañeras desaparecidos. Es ahí donde está la radiografía del ser humano que yo busco, no en los cantos de sirena de la belleza.
Imagen de Bessi en Pixabay
- Menchén Torres, Pedro (Autor)
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