Coronavirus y literatura

Al ser el coronavirus una enfermedad (ya pandemia) reciente, no podemos hablar de textos literarios en torno a él propiamente dichos, más allá de algunos cuentos que ciertos autores hemos escrito sobre el coronavirus.

No obstante esa carencia, es cierto que hay mucha literatura que retratan urgencias sanitarias como la que estamos viviendo en gran parte del planeta.

Este post nació a partir del email que Carlos Coto, lector de Narrativa Breve, me envió hace unos días, en el que me preguntaba si podía compartir con nosotros “fragmentos esperanzadores y positivos de novelas sobre epidemias que ayuden en estos momentos de tanta preocupación global. La lectura nos ha de ayudar”.

Agradezco a Carlos Coto y a Emilia León su iniciativa y os ofrezco algunos de los fragmentos que me ha enviado. Aprovecho la ocasión para pediros que nos vayáis enviando textos literarios relacionados con pandemias. Los iremos publicando en este mismo post.

¡Que no decaiga el ánimo!

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El médico. Noah Gordon, Ediciones B.S.A., mayo del 2000. Madrid. Editora: Suma de Letras S.L. (fragmentos)

Pag. 558, párrafo 2:

–No podemos enseñaros a combatirla, porque nunca había hecho su aparición a lo largo de toda nuestra vida. Pero tenemos un libro compilado hace tres siglos por médicos que sobrevivieron a plagas en diferentes lugares. Os daremos ese libro. Sin duda contiene muchas teorías y remedios de escaso valor, pero también puede haber información eficaz. –In Sina se hurgó la barba–. Ante la posibilidad de que la peste sea provocada por la contaminación atmosférica de efluvios pútridos, creo que debéis encender grandes fogatas de madera aromáticas tanto cerca de los enfermos como de los sanos. Esso últimos deben lavare con vino y vinagre y salpicar sus casas con vinagre, además de oler alcanfor y otras sustancias volátiles.

Pag 558, tercer  párrafo:

Ibn Sina carraspeó.

–Los que sobrevivan a esta plaga no deben regresar inmediatamente a Ispahán, para no trasladarla aquí. Iréis a una casa que se alza en la Piedra de Ibrahim, a un día de distancia al este de la ciudad de Naín, y tres días al este de nuestra ciudad. Allí descansaréis un mes antes de volver. ¿Comprendido?.

Todos asintieron. 

Pag. 559, párrafo siete :

–Algo más –dijo Ibn Sina, contemplándolos con ojos paternales–. Debéis tomar nota pormenorizada de todo, para instruir a quienes deban afrontar la próxima plaga. Y debéis dejar esas notas donde puedan ser encontradas si algo os ocurre.

De la naturaleza (Lucrecio)

«Hay gérmenes de diferentes sustancias que nos dan vida, y, al contrario, es innegable que vuelan por el aire muchos gérmenes de enfermedad y muerte. Cuando un azar o accidente ha reunido estos últimos y infectan el cielo, el aire se hace pestilente . Y toda esta fuerza morbosa y pestífera, o viene del regiones exteriores a través del cielo, como las nubes y neblinas, o a menudo se reúne y emerge de la tierra misma , cuando el húmedo suelo entra en corrupción al embate de intempestivas lluvias y calores».

De la naturaleza , Lucrecio. Escritor latino (c. 99 a. C.-c. 55 a. C.).

El  último hombre (de Mary  Shelley)

“La naturaleza, nuestra madre, nuestra amiga, volvía hacia nosotros su rostro amenazante. Nos demostraba sencillamente  que, aunque nos permitía asignarle leyes y someter sus poderes aparentes, ella, moviendo apenas un dedo, podía hacernos temblar.  Podía tomar nuestro planeta salpicado de montañas, rodeado de atmósfera,  morada de nuestro ser,  así como todo lo que la mente del hombre  fuera capaz de inventar o su fuerza alcanzar; podía tomar aquella esfera con una sola mano y arrojarla al espacio,   donde la vida se consumiría, y los hombres y todos sus esfuerzos resultarían aniquilados”.  

[…]

“Yo no había  visto hasta entonces a nadie que hubiera muerto víctima de la peste. Todas las mentes  sentían horror por sus efectos., pero también una especie de fascinación que nos llevaba a empaparnos de la descripción de Dafoe, así como de las ilustraciones magistrales del autor de Arthur Melvyn. Las imágenes impresas en ambas obras poseían tal viveza  que parecíamos conocer por experiencia directa los efectos  en ellas descritos.  Pero, por más intensas que resultaran, por más que describieran la muerte y la desgracia de miles de personas, las sensaciones excitadas por las palabras eran frías,  comparadas con lo que yo sentí al contemplar el cadáver de aquel infeliz.   En efecto,  aquello era la peste. Alcé sus miembros  rígidos y  me fijé en su rictus  desencajado, en los ojos pétreos, ciegos. El horror me helaba la sangre,  me erizaba el vello,  me hacía temblar.  Presa de una demencia pasajera. hablé con el muerto:   -De modo que la peste te ha matado –susurré–. ¿Y cómo ha sido?  ¿Has sentido dolor? Parece que el enemigo te ha sometido a tortura antes de asesinarte. 

Y entonces, sin transición, salí precipitadamente del cobertizo antes de que la naturaleza revocara sus leyes y unas palabras inorgánicas brotadas de los labios  del difunto pronunciaran una respuesta”.

Mary Shelley, El último hombre, Ediciones El Cobre, Barcelona, 2007, pp. 90,101. Traductor Juanjo Estrella

 Diario del año de la peste (Daniel Defoe)

A menudo he reflexionado acerca de lo desprevenido que se encontró todo el mundo cuando esta calamidad empezó  a abatirse sobre Londres, y como la falta de medidas y disposiciones adoptadas a su debido tiempo, tanto públicas como privadas, fue el motivo de toda la confusión que siguió, y de que muriera un número tan prodigioso de gente en aquel desastre, lo cual, de haberse adoptado las medidas oportunas, con la ayuda de la Providencia, habría podido ser evitado, y la posteridad, si lo juzga oportuno, podría tener con ello un buen ejemplo. 


Este fragmento de Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, fue tomado de la  publicación en español por ALBA EDITORIAL-BARCELONA. Edición julio de 2020. Traducción de la obra de Daniel Defoe título original:  A journal of the Plague Year,  publicada en Londres  marzo de 1722. La traducción al español Carlos Pujol. Traducción de la Introducción 1966 de Anthony Burgess fue hecha por Ismael Attrache. Diseño: Pepe Moll de Alba.


Antes ya he contado cómo la gente tendía a desesperarse de la vida y a abandonarse, y este mismo hecho, durante tres o cuatro semanas, tuvo un inesperado efecto entre nosotros; todo el mundo se sentía más audaz y más osado, nadie tenía miedo de los demás, nadie se encerraba en casa, sino que todos iban por todas partes, sin importarles dónde y empezaban a tener trato con los demás. Como si dijeran los unos a los otros: – Yo no te pregunto cómo estás, ni te digo como estoy yo: Lo seguro es que todos moriremos, de modo que poco importa quién esté sano y quién esté enfermo.

Y así, con una suerte de desesperación, iban por todas partes y trataban con todo el mundo.  

Diario del año de la peste, de Daniel Defoe ( 1660-1731) .  Pag. 294,

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La guerra de los mundos (H.G. Wells)

–Sea como fuere, esperemos o no una invasión, estos acontecimientos han de cambiar nuestros puntos de vista con respecto al porvenir de los humanos. Ahora sabemos que no podemos considerar a este planeta como completamente seguro para el hombre; jamás podremos prever el mal o el bien invisibles que puedan llegarnos súbitamente desde el espacio. Es posible que la invasión de los marcianos resulte, al fin, beneficiosa para nosotros, por lo menos, nos ha robado aquella serena confianza en el futuro, que es la más segura fuente de decadencia. Los regalos que ha hecho a la ciencia humana son extraordinarios, y otro de sus dones fue una nueva concepción del bien común. –   

H.G. WellsLa Guerra de los Mundos

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Wells, Herbert George (Autor)
11,50 EUR −4,50 EUR 7,00 EUR

La física del futuro (Michio Kaku)

Debolsillo, 2014, Sant Llorenç d¨Hortons, Barcelona. España.

-Curar y erradicar todas las enfermedades ha sido y es uno de los objetivos más antiguos de la humanidad. Sin embargo, incluso en 2100 los científicos no serán capaces de curar todas las enfermedades , ya que estas experimentan mutaciones a una velocidad mayor que la de nuestros intentos por hallar su curación, y además hay demasiadas. A veces olvidamos que vivimos en un océano de bacterias y virus que existen desde miles de millones de años antes de que los seres humanos caminaran por la superficie de la Tierra, y seguirán existiendo miles de millones de años después de que el Homo sapiens haya desaparecido.

Muchas enfermedades tienen su origen en los animales. Es uno de los precios que pagamos por su domesticación, que comenzó hace aproximadamente 10.000 años. Por lo tanto, hay una amplia reserva de enfermedades que acechan dentro de unos animales que probablemente sobrevivirán a la especie humana. Normalmente, estas enfermedades solo infectan a unos cuantos individuos. No obstante, con el surgimiento de las grandes urbes, estas enfermedades contagiosas pudieron propagarse rápidamente entre la población humana, alcanzando una masa crítica y provocando pandemias.  (Pág. 233).

-La reciente epidemia de gripe H1N1 es el caso más reciente de mutaciones de gripe aviar y gripe porcina.

-Un problema es que los seres humanos están continuamente expandiéndose hacia nuevos entornos, talando  bosques, construyendo zonas residenciales y fábricas, mientras van encontrando, durante este proceso, antiguas enfermedades que se ocultan en los animales. Dado que la población humana no deja de expandirse, es de esperar que lleguen más sorpresas procedentes de las zonas forestales.  (Pág, 234).

Tragedias de Sófocles

Traducción de José Alemany y Bolufer. Ediciones-Distribuciones, S.A. Jorge Juan, 30-Madrid, 1985.

Sacerdote

Ha invadido la ciudad el dios que la enciende en fiebre. la destructora peste que deja deshabitada la mansión de Cadmo y llena el infierno con nuestras lágrimas y gemidos. No es que yo y estos jóvenes, que estamos junto a tu hogar, vengamos a implorarte como a un dios, sino porque te juzgamos el primero entre los hombres para socorrernos en la desgracia y para obtener el auxilio de los dioses.

Ahora, pues, ¡oh poderosísimo Edipo ¡, vueltos a ti nuestros ojos te suplicamos todos que busques remedio a nuestra desgracia, ya sea que hayas oído la voz de algún dios, ya que te hayas aconsejado de algún mortal; porque sé que casi siempre en los consejos de los hombres de experiencia está el buen éxito de las empresas.

Siendo soberano de esta tierra, mejor es que la gobiernes bien poblada como ahora está, que no que reines en un desierto, porque de nada sirve una fortaleza o una nave sin soldados o marinos que la gobiernen. (pp. 152-153)

Edipo

¡Dignos de lástima sois, hijos míos! Conocidos me son, no ignorados, los males cuyo remedio me estáis pidiendo. Sé bien que todos sufrís, aunque en ninguno de vosotros el sufrimiento iguala al mío. Cada uno de vosotros siente su propio dolor y no el de otro; pero mi corazón sufre por mí, por vosotros y por la ciudad; y de tal modo, que no me habéis encontrado entregado al sueño, sino sabed que ya he derramo muchas lágrimas y meditado sobre todos los remedios sugeridos por mis desvelos. Y el único que encontré, después de largas meditaciones, a punto lo puse en ejecución, pues a mi cuñado Creonte, el hijo de Meneceo, lo envié al templo de Delfos para que se informe de los votos o sacrificios que debemos hacer para salvar la ciudad. (Pág. 153).

Dorothy H. Crawford. El enemigo invisible: Historia secreta de los virus

Traducción de Juan Pedro Campos. Ediciones Península, Barcelona, 2002.

–Algunas infecciones víricas no causan enfermedades en absoluto y tras son fulminantes, pero entre ambos extremos hay un espectro de posibilidades. La mejor estrategia para cada virus depende de cómo se transmite, el periodo de incubación, el lugar que infecta, el tiempo que tarda en reproducirse y los síntomas que causa. Así, por ejemplo, un virus que se extiende como aerosol, como el virus del catarro común, ha de ser inhalado rápidamente por un nuevo huésped antes de que la microgota que lo transporta se seque. Se difunde mejor, pues, donde hay mucha gente. Como solo causa síntomas leves, que se manifiestan enseguida y duran poco, los infectados no guardan cama y siguen juntándose con otros, sin darse cuenta, infectan a tantos como es posible en el breve tiempo que transcurre entre la infección y la respuesta inmune que detiene la producción de virus nuevos.   (pág, 53).

–Ahora que la idea de la aldea global es una realidad, hasta un virus con periodo de incubación de solo unos días puede subir a un avión dentro de un portador aparentemente sano y llegar a cualquier país del mundo antes de manifestarse. Pero los seres humanos siguen teniendo la carta decisiva: la diversidad genética.  (pág, 53).

Dorothy H. Crawford. El enemigo invisible : Historia secreta de los virus.  Traducción de Juan Pedro Campos. Ediciones Península. Setiembre 2002. Barcelona- España.

Zona caliente (novela de Richard Preston)

Primera edición en español octubre del 2014. Publicaciones y Ediciones Salamandra , SA. 

«Era una enorme cámara, seca como el desierto, dentro de la ladera del monte Elgón. A los virus les gusta el aire seco, el polvo y la oscuridad, pues casi todos perecen cuando se exponen a la humedad y la luz del sol. De manera que una cueva seca es un buen sitio para que perdure un virus, para permanecer en los excrementos o en la orina reseca, incluso para flotar en el aire fresco, sin luz y casi inmóvil». (pag. 347)

«La aparición del sida, del ébola y de otros agentes originarios de la selva parecen una consecuencia natural de destrucción de la biosfera tropical. Los virus emergentes salen a la superficie desde las partes ecológicamente más amenazadas. Muchos provienen de los lindes accidentados de la selva tropical o de la sabana que está siendo rápidamente colonizada por los hombres. Las selvas tropicales son las mayores reservas de vida del planeta y contienen la mayor parte de las especies vegetales y animales. También son las mayores reservas de virus, puesto que todos los seres vivos transportan virus. Cuando los virus salen de un ecosistema tienen a propagarse en forma de onda entre la población humana, como ecos de una biosfera agonizante». (pag. 353)

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Epidemia (novela de Frank. G. Slaughter).

Versión de Fernando Sánchez Dragó. Editor: Luis de Cabalt, 1962, Barcelona.

«Recordad, finalmente, que se os ha dicho la estricta verdad sobre el peligro que nos acecha y sobre la manera de combatirlo.Un pánico desprovisto de fundamento nos perjudicaría a todos, comprometiendo gravemente el programa explicado. Tened confianza en las autoridades y llevad a cabo cuanto se os ha dicho». (p. 218)

«Por lo menos, todos los enfermos habían sido retirados de la circulación y se encontraban alojados en docenas de hospitales y salas improvisadas. Pero ¿cuántas personas aparentemente sanas llevan ya el microbio en su interior?». (p. 210).

 «Los ciudadanos fueron puestos una vez en guardia contra los falsos rumores, y se les conminó a no dejarse dominar por el miedo.y a no intentar la salida de la ciudad sin autorización». (p. 218).

«Habitantes de Manhattan: no podréis  encontrar un refugio mas seguro que vuestras propias casas. (p. 218).

 «Ciudadanos de la isla de Manhattan, ya conocéis todas las instrucciones. El éxito o fracaso de la batalla depende solo de vosotros». (p. 220).

EPIDEMIA. 1ª edición española.
  • Slaughter, Frank G. (Autor)

El paciente cero (novela de Marille Peters)

Editorial Siruela. 2016, Madrid. Traducción de Julio Hermoso.

«En nuestros días,  quienes nos defienden contra las epidemias son los científicos quienes se afanan por desentrañar los misterios que hay detrás de estos brotes mortales. Buscan las pistas que nos puedan decir cómo se inició la enfermedad, cómo se propaga, y  que cosas nos ponen en riesgo de caer enfermos. A éstos científicos que se esfuerzan por comprender y detener las epidemias, los llamamos epidemiólogos. 

La peste (novela de Albert Camus)

Premio Nobel de literatura francés (nacido en Argelia), 1913-1960

«El hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma. Esto es lo que se aprende en medio de las plagas: hay más cosas en el hombre a admirar que a despreciar».

Microrrelato de Albert Camus: Amor amor

La peste.
La peste.
CAMUS, ALBERT. (Autor)
14,00 EUR

John Donne

(Poeta inglés, 1572-1631)

«Nadie es una isla por completo  en sí  mismo, cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra. Si el mar se lleva una parte de la tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio,  o la casa de uno de tus amigos,  o la tuya».

Walt Whitman

Poeta estadounidense, 1819-1892

«El goce de estar solos o con el bullicio de  las calles, por los campos o en las laderas  de las colinas. Laa sensación de salud… la plenitud del medio día… mi canto al levantarme de la cama y saludar al sol».

Poema de Walt Whitman: No te detengas

Autor desconocido

«La esperanza es desear que algo suceda, la fe es creer que va a suceder, y la valentía… es hacer que suceda».

Franz Kafka

Escritor checo, 1883-1924

«No desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives».

Fiebre (novela de Robin Cook)

«Lo peor que tiene la enfermedad es la incertidumbre. Los seres humanos son capaces de adaptarse a cualquier cosa, siempre que haya alguna certeza, pero se enloquecen cuando dan tumbos sin saber nada».

Profesor Nuccio Ordine

Entrevista en La Vanguardia con motivo de la epidemia del Covid-19 en Italia

-¿Qué pensamiento le genera la situación? 

-Es un momento muy importante para reflexionar. Es una ocasión para revisar nuestra vida social, política y personal. La crisis es la fase decisiva de una enfermedad y puede ser una modificación positiva o negativa, crisis significa en latín decisión, elección, y tenemos que tomar muchas decisiones.  

28 Days After (Danny Boyle)

«Si observas toda la vida en el planeta, el hombre ha existido aquí apenas durante un abrir y cerrar de ojos. Si la infección nos borra del mapa, será una vuelta a la normalidad».

28 días después

Historia das sagradas congregaçoes des cónegos seculares do S. Jorge em Alga de Venesa e do Sao. Joao Evangelista em Portugal

Francisco de Santa María

«La peste es, sin duda alguna, entre todas las calamidades de esta vida, la más cruel y verdaderamente la más atroz. Con gran razón se la llama el mal por antonomasia. Porque no hay en la tierra mal alguno que sea comparable y semejante a la peste. En cuanto en un reino o república se enciende este fuego violento e impetuoso, se ve a los magistrados estupefactos, a las poblaciones asustadas, y al gobierno político desarticulado. La justicia ya no es obedecida, los talleres se detienen, las familias pierden cohesión, y las calles su animación. Todo queda reducido a extrema confusión. Todo es ruina. Porque todo es alcanzado y derribado por el peso y la enormidad de una calamidad tan horrible. Las gentes sin distinción de estado o de fortuna quedan ahogadas en una tristeza mortal. Sufriendo unos la enfermedad, otros el miedo, se ven enfrentados a cada paso bien a la muerte, bien al peligro. Los que ayer enterraban hoy son enterrados, y a veces encima de los muertos que ellos habían sepultado la víspera- Los hombres temen incluso el aire que respiran. Tienen miedo de los difuntos, de los vivos y de ellos mismos, puesto que la muerte frecuentemente se envuelve en los vestidos que se cubren y que en su mayoría sirve de sudario, debido a la rapidez del desenlace. Las calles, las plazas, las iglesias sembradas de cadáveres, presentan a los ojos un espectáculo lastimoso, cuya vista vuelve a los vivos celosos del destino de los que ya están muertos. Los lugares habitados parecen transformados en desiertos, y por sí sola, esta soledad inusitada incrementa el miedo y la desesperación. Se rehúsa toda piedad a los amigos, puesto que toda piedad es peligrosa».

Bibliografía.

Francisco de Santa María. Historia das sagradas congregaçoes des cónegos seculares do S. Jorge em Alga de Venesa e do Sao. Joao Evangelista em Portugal, Lisboa. 1697, pp.270-272. 

Dr. José Luis Betrán Moya. Coranovirus.  El miedo a las epidemias. Una perspectiva desde la historia. Conversaciones sobre historia


Imagen: Pixabay

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