Secreto de compasión
Como todos los días, don José se levanta temprano. Hace tiempo que se siente débil, enclenque, pero Chester, su perro y única compañía de los últimos años, bien merece su habitual caminata por el parque. Para motivarse, el hombre recuerda que el olor del césped en las mañanas frescas y la humedad del rocío son para su alma como una inyección de vida. Al escuchar el silbido de su dueño, Chester transforma su mirada triste y lánguida en una alegría que expresa con ladridos y coletazos. Conmovidos hasta los huesos, sus vecinos, de lápida y mausoleo, los miran con discreción. Chester es un buen perro y José aún necesita tiempo.
Sueños, fantasías y olvidos
Mientras revuelve las fichas del dominó, Arturo mira a su alrededor para comprobar que nadie más que sus amigos escuchará lo que va a contarles.
―No lo van a creer, pero anoche, después de dos años, pude hacerle el amor a Cristina ―dice con euforia contenida.
―Dijiste eso ayer, Arturo ―exclama Miguel.
―¿Lo hice?
―¡No importa! ―responde Manuel―. Cuéntanos, Arturo.
Los cuatro ancianos transforman las arrugas caídas de sus rostros en ávidas sonrisas de morboso orgullo solidario. Arturo va a comenzar los fascinantes detalles de su aventura, cuando escucha la voz de Cristina desde el comedor.
―¡Ya es tarde! ¡Tus amigos deben irse, Arturo! ―irrumpe Cristina con indignación.
―¿Cada noche inventas un encuentro marital? ¡Viejos lujuriosos! Además, dos años me parecen pocos, si han pasado como seis ―reprocha Cristina, mientras abre la cama―. ¿Cómo se te ocurre decir semejantes mentiras? ¡Qué vergüenza! Haz el favor de no involucrarme en tus alardes ―reprende a su marido y se acomoda para dormir―. ¡Eres un fanfarrón, Arturo!… ―agrega, ya con la luz apagada.
Él la escucha callado, y con una mueca divertida le acaricia la cabeza con ternura.
….

Los golpeteos de las fichas del dominó sobre la mesa atraen a Cristina hacia el comedor. Hace calor y cree prudente ofrecer a los ancianos algo fresco para beber, pero al llegar al umbral escucha la voz de su marido contando episodios amatorios entre él y ella, que se parecen más a una fantasía de película erótica que a la realidad.
―¡Ya es tarde, y tus amigos deben irse, Arturo! ―dice Cristina, de nuevo molesta. Sin embargo, Arturo no se incomoda por la actitud de su esposa, al contrario, con voz decidida pronuncia:
―¿Sabes qué? Tienes razón. Señores, nos veremos mañana. Ahora tengo un asunto que atender con mi mujer ―se levanta de la mesa. Decidido y cariñoso toma de la cintura a Cristina y la lleva complaciente a la habitación. La sienta sobre la cama y comienza a besarla lentamente, a acariciarla ignorando los fingidos pretextos que ella lanza al viento para disuadirlo. Largos minutos dura el preámbulo de una sesión de amor que se extiende hasta altas horas de la noche. El matrimonio se queda plácidamente dormido.
―¡Arturo, despierta! ―exclama Cristina. Se percata desaliñada, con los olores de la noche y de Arturo en el cuerpo. Está semidesnuda, con el pelo revuelto y humedad en esos rincones erógenos que al paso del tiempo se han vuelto áridos.
―Arturo, ¿en verdad sucedió? ―pregunta desconcertada.
―¿Qué?
―¿Pasó? ―pregunta otra vez, intrigada.
―¿Qué si pasó qué? ―responde él, indiferente.
―Tuve un sueño. Un sueño recurrente que me agita mucho, y en el que tú y yo…
―¿Qué, mujer? ¿En el que tú y yo qué?
―No. Nada, nada. Olvídalo.
―Duérmete otro rato, mujer ―dice Arturo acariciándole la cara con ternura. Se levanta animado, y mientras busca su ropa que yace botada en el piso de la habitación, recorre con detalle y picardía la historia íntima que, en sus sueños, Cristina tiende a interrumpir pero que, esta tarde de dominó, entregará con lujuriosos pormenores a sus amigos.
La tranquilidad de Susi
―Siento decirles que, a raíz del accidente, su pequeña niña quedará con un severo problema de sordera ―dijo el doctor.
Susi observa con atención los labios de ese hombre de bata blanca y entiende con claridad el mensaje. Percibe la angustia palpitante de su madre y quiere tocarle la cara mojada, pero sus bracitos no le alcanzan. Su papá también llora. A pesar de su corta edad, Susi piensa que debería compartir la aflicción de esos dos que la miran desconsolados, pero no puede, recuerda las frecuentes noches que la angustian; esas en las que hay gritos y reproches, una constante violencia verbal y física, azotes de puertas, mucho llanto y recriminaciones que rebotan por las paredes. Con su nueva condición, intuye que sólo deberá cerrar los ojos, aferrarse a su chupete y todo en su mundo será tranquilidad. Sin que sus padres lo noten, Susi se siente feliz.
Mar y Sol
He querido ser una sola. Marisol, para ser precisa, pero no he podido. Algunas veces he sido Mar, otras he sido Sol. Nos hemos esforzado por llevarnos bien, congeniar y ponernos de acuerdo para tomar decisiones correctas. Nos levantamos temprano, nos vestimos y salimos del dormitorio, pero al bajar la última escalera comienza la discusión. Si gana Mar, se cocina el desayuno de los niños, pero Sol se molesta y frunce los labios porque debe esperar varias horas para escribir el cuento que por lo pronto se reduce a imágenes palpitantes; eso en el mejor de los casos, si no es que termina en el olvido. Si gana Sol, una mañana irreal nos espera en divertidos sueños lúcidos, pero Mar se siente culpable porque los niños se alimentan de cualquier cosa.
Y el resto de la tarde Sol se enoja con Mar por tener que lavar los trastos, y Mar con Sol por aferrarse a seguir escribiendo algo que nadie lee.
“Los niños pronto se harán grandes y se irán y yo me quedaré sin cumplir mis sueños. Mira cuántas canas tienes”, reprocha Sol. “Pero ¿te has dado cuenta de lo bellos que son?” responde la otra.
Y aunque esto ha sido por años, en las noches la relación se torna más armoniosa. A oscuras, en el cuarto, nos sentamos frente a frente y, creyendo que todo es posible, planeamos el siguiente día.
Marisol Gámez
Aguascalientes (1979) México. Maestra en Ciencias Humanísticas y Literatura por el Tecnológico de Monterrey. Ganadora del primer lugar del concurso Cuéntale tu cuento a la Nota Latina 2016, certamen que convoca a todos los escritores en español en los Estados Unidos de América. Ha publicado poesía en la antología Equilibrios Contrarios (2016) tributo a Federico García Lorca y el cuento ganador Delicias Mexicanas en Todos contamos. Selección de cuentos premiados del certamen La nota Latina (2016). Antología de cuentos Escriventores, Tentempié para un lector, (2018). Escribe cuento corto en su blog.
Ha sido miembro de la Asociación de Poetas y Escritores de Miami. Ha colaborado con el jurado del concurso Premios Literarios North Texas Book Festival 2017, sección literatura en español. Con frecuencia participa en festivales de poesía y tertulia literaria. Ha publicado cuentos en revistas literarias digitales. Actualmente escribe cuento, novela próximos a publicar, así como artículos y reseña de libro para otros autores. Facebook
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