Grupo salvaje, de Manuel Jabois, es una delicia. Una delicia madridista, aviso. Hablamos de fútbol. Y de madridismo. Hablamos de un libro de muy pocas páginas (seis decenas) que en su brevedad transmite la energía suficiente de la literatura militante. Un libro de 2012 muy divertido, suculento, de una intensidad magnífica. Demasiado y breve.
Conviene decir lo que es la escritura, la literatura, para Manuel Jabois. Para empezar:
“Uno se pone a escribir una frase, luego otra, y al final acaba despeñado en algún barranco. Escribir es una manera fácil de perderse y perder a los demás”.
Para entrar en calor: ¿es una enfermedad el Madrid? Jabois cree que, si no lo es, lo parece:
“Pareciera que el Madrid es una especie de enfermedad crónica incompatible con ciertas virtudes, la principal hacer algo bien. Una suerte de aprensión que se quita no pensando en ella”.
Jabois (que fue “un niño mesonero, madridista y muy católico, de los que se atormentaban con el pecado al punto de cometerlos todos, como un Cristo enloquecido”) creció siendo un madridista de cuando todo iba bien, cuando la Quinta del Buitre (antes de que la adolescencia tornara traumática):
“Yo fui un niño madridista crecido en bonanza, educado bajo la dictadura de la Quinta, y di por hecha la victoria”.
Y algo del supremacismo moral (que únicamente debería ser respetado para el caso de los aficionados al fútbol o para cualquier aficionado a esas cosas sin importancia tan sumamente importantes) aparece en un libro de este cariz, claro:
“Lo peor es que nos creemos tan superiores que no respondemos a las ofensas con odio, ni siquiera con un poquito de rencor”.

Porque en este libro Manuel Jabois, el escritor Manuel Jabois, pero sobre todo el escritor madridista Manuel Jabois (“eclosioné como madridista antes que como hombre”) hace un esfuerzo literario notable por explicarlos lo que es el Real Madrid, lo que es para él el real Madrid, que no es poco. Un esfuerzo que se ve recompensado con el éxito del entretenimiento, del disfrute del lector, también de su conocimiento.
“El Madrid es la demostración palpable de la inexistencia de cualquier sentido de las cosas. Ésa es una inteligencia del español desde tiempos remotos. El camino se hace al andar y la solución final es la victoria. Y cuando se gana, seguimos para volver a ganar. Si se pierde, claro, no tenemos máscaras suficientes para sobrellevar la derrota. No hay dignidad ni romanticismo ni dobles sentidos ni víctimas inocentes en la derrota del Madrid. Siempre ha sido así”.
Bueno, esto último no es de Jabois, pero él lo recoge de su propio blog, donde su amigo Ángel del Riego lo escribiera (tras el 5-0 del Barça al Madrid en el Nou Camp en 2010, “aquel aquelarre” del que “jamás se vuelve indemne”).
Manuel Jabois, periodista además de madridista y escritor, entiende que su profesión no se nutre de otra cosa “que de lo vivido, sea hace un minuto o hace un siglo”. Jabois se hizo ateo, y leerle cómo lo explica es una muestra maravillosa de su espléndida literatura madridista. De su espléndida literatura, a secas:
“Yo creía en Dios porque pensaba que Dios era del Madrid. Luego, cuando la hecatombe de los noventa, con aquel rosario de spasics poniendo perdidos los campos, supe que Dios jugaba sin camiseta y me hice ateo”.
¿Qué era la vida para el niño, para el adolescente Jabois?
“Jugaba el Madrid y era como si el mundo se parase y solo hubiese una previa larga. La vida era lo que rodeaba a un partido del Madrid. La vida eran los días que había antes y después de un partido del Madrid”.
La vida eran los días que había antes y después de un partido del Madrid.
Jabois consideraba en aquel año 2012, imagino que cada vez estará más convencido, que se iba imponiendo “el intelectual que se acerca al fútbol como tipo analítico y frío al que le falta tomar apuntes durante el partido”. Tiene para él, y pudiera ser que así sea, que se pretende “arrebatar a los animales el fútbol”, que se quiere “que veamos las jugadas con ojos raros, que nos especialicemos en tácticas y que valoremos el juego del rival, como si al rival no hubiese que despedazarlo sin preguntarle nada”. Acercarle a la razón al aficionado al fútbol, al seguidor de un equipo de fútbol, al hincha. ¿Qué será lo próximo?
“Yo pienso que el fútbol es un estado natural de la infancia, algo irracional que mantener dentro de los cauces de la no violencia, pero esta tontería de felicitar al rival o concederle valor nunca la acabé de ver”.
Uno lo que defiende con todo esto es “su parcela de niñez”, una desaparecida “infancia alocada, parcial y furiosa”. Todo esto “es algo muy serio”. Jabois no está del lado, ni mucho menos, más bien al contrario, “de la escoria que mancha la vida a través del fútbol”, Jabois lo que escuda, lo que a él le mantiene más vivo aún es el “fútbol que ennoblece la vida haciéndola un poco más primitiva”, más pasional.
[Ser del Madrid, cómo te puedo llegar a entender, Manuel, que fuiste un Cristo enloquecido:
se es del Madriz desde que se nace
ese es mi caso, dicen
aunque yo lo tuve fácil
era entonces el más grande del mundo
el Madriz, no yo, claro, yo quería serlo, imagino
por eso me hice del Madriz
por eso y porque creí que serlo era de gigantes
de gigantes galantes y elegantes
cosas de la edad, de aquella edad de oro que es la infancia
de aquella edad de oro de Gento, Velázquez, Pirri, Amancio
de aquellos tiempos y de lo que vendría después
de la edad en que crecer siendo del Madriz era soñar con goles
soñar con regates y con el olor del fútbol
ese olor inconfundible que aún me acompaña cuando me recuerdo siendo un niño
un niño prendido a un estadio lleno y a la gloria de los céspedes
… el fútbol es así,
no lo he inventado yo,
es una pradera eléctrica
donde todos miran al balón
pero sólo Zidane lo ve,
el deporte en el que once contra once
juegan
para que al final siempre acabe
ganando Alemania,
y el Madriz (eso no lo sabrá nunca Lineker):
el fútbol es el ansia de Pirri,
la elegancia fredastarina de Gárate,
los saltos al espacio exterior de Santillana,
el botellazo a Juanito,
las camisetas de todos los colores
de Schuster,
…
el fútbol es gritar y parar un penalti,
tener las manos de Casillas y los guantes de Casillas
y las rodillas de Casillas
y los goles que no quiso Casillas,
dejarse hipnotizar por el blanco lunar
de las caderas de Iniesta y los pies de Iniesta
y el vacío que Iniesta deja en el alma
del defensa,
fútbol es fútbol,
estadio, muchedumbre, césped,
…]
José Luis Ibáñez Salas
José Luis Ibáñez Salas es escritor e historiador. Visita su blog Insurrección
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