LAS ENTREVISTAS DE NARRATIVA BREVE
José Antonio García Recuero
San Antonio de Padua, un colegio centenario (2021)
A los seis años, llegado el momento de comenzar mis estudios (tras pasar por la guardería María Moheda), mi padre me dio dos opciones: el colegio Diocesano, donde estudiaban mis primos mayores,, o el San Antonio, donde había estudiado él siendo niño, aprovechando que la casa de mis abuelos quedaba a pocos metros de dicho colegio.
Sopesé las opciones (todo lo más que puede sopesar un pipiolo su futuro a tan corta edad, cuando tan poco sabe de la vida) y me decanté por el colegio San Antonio, en detrimento del Diocesano, pese a que allí hubiera tenido la cobertura de mis primos. Y lo hice porque, en cierta manera, me pareció apreciar en los ojos cómplices de mi padre, cuando me planteó la disyuntiva, que él prefería que yo siguiera sus pasos.
Mi decisión no fue errónea en absoluto: en dicho colegio pasé los años más felices de mi existencia.
Cuento todo esto porque tengo en mis manos el libro San Antonio de Padua, un colegio centenario, recientemente publicado, escrito por uno de mis profesores de antaño, José Antonio García Recuero, a quien entrevisto hoy con sumo placer para conocer las entretelas de su obra y de su pasado como docente.
FRANCISCO RODRÍGUEZ CRIADO: Usted fue profesor del colegio San Antonio de Padua desde 1973 hasta 2016. Intuyo lo importante que fueron –son– esos 43 años de docencia en su biografía, no solo profesional, sino también personal. ¿Cuándo comenzó a gestar la idea de escribir este libro cargado de recuerdos?
JOSÉ ANTONIO GARCÍA RECUERO: Era 2003 y en junio llegó el momento tan temido como esperado de que abandonábamos el viejo Colegio de la calle Margallo, decisión que había suscitado opiniones contrapuestas. Siempre fui muy aficionado a la fotografía, y fui recorriendo el colegio por todas sus clases y dependencias fotografiándolo. Sabía que en breve sería historia. Luego la pandemia me dio el tiempo de ordenar y clasificar archivos. Tras descartar más de tres mil, y me puse con la tarea.

Se cuenta en el libro la importancia de los frailes franciscanos para Cáceres en general, y para los chicos y chicas que pasamos por el San Antonio de Padua en particular. Al leer el libro, me ha llamado la atención esa imagen de los frailes en ese primer curso (1921), que arrancó con solo seis alumnos (cuyos nombres y apellidos se citan en la obra). Un inicio que “careció de inauguración y discursos”, pero que acabaría poniendo las semillas del gran colegio que es hoy.
Desde 1921 hasta hoy ha llovido… ¿Cuáles son las fuentes con las que ha trabajado para poder ofrecernos a los lectores la historia de los franciscanos en Cáceres, que es anterior a la del propio colegio?
Consulté diferente bibliografía y me basé en muchos escritos del padre Sebastián, que fue director mío y luego prior en el Monasterio de Guadalupe. Libros antiguos que reposan polvorientos en los anaqueles de la biblioteca colegial, revistas como Lyceum y San Antonio 13, también obras de la provincia franciscana andaluza donde hablaban de todos los conventos. Del mismo modo, fray Felipe y fray Juan, allá en Loreto, me ayudaban a identificar fotos de los años 40 y 50. Fray Julián también me legó un archivo de fotos de aquellos años 50 y 60. Mucho trabajo en esta obra que alterna lo escrito con la imagen y que espero agrade a aquellos colegiales antonianos que pasaron por nuestras aulas.
¿Qué cree usted que ha cambiado, en términos educativos, desde que aquellos frailes lanzaron este proyecto con seis alumnos, de manera más o menos precaria, respecto a la enseñanza de la actualidad?
Todo ha cambiado mucho. Cuando yo empecé en el 73 en la clase de 3.º había 54 alumnos, algo impensable ahora. El enfoque de antaño era más enciclopédico: el maestro era un especialista que dominaba la materia a la perfección y la enseñanza era la transmisión de los conocimientos del maestro. Hoy las nuevas tecnologías han dado un vuelco a la educación, con las pizarras digitales, las salas de ordenadores, los laboratorios de idiomas, etc. Todo ha cambiado, pero para enseñar tanto sirven la tiza como la pizarra digital.

En su juventud usted fue un destacado deportista, merecedor de varios premios, tanto como jugador de baloncesto como tenista. Una pasión por el deporte que nos transmitió a los estudiantes, con todos los valores asociados a él. ¿Hasta qué punto es importante involucrar a los chavales de corta edad en la práctica de las actividades deportivas?
Un alumno con el paso de los años me definió como “El maestro deportista”, y me gustó. Jugué mucho al baloncesto y cuando acababa la temporada empezaba la de tenis. Siempre consideré al deporte como un complemento ideal a la formación integral de los niños. Y si practicabas con el ejemplo, mejor.
En el último párrafo de la introducción de fray Antonio Arévalo Sánchez, director del colegio entre 1989 y 1998, leemos una indisimulada crítica a la nueva Ley de Educación, que coincide precisamente con el centenario del colegio. ¿Qué opinión le merece a usted dicha ley?
Nunca me gustó que hubiera una nueva Ley de Educación por Legislatura según fuese el color del Gobierno de turno. Una ley que se aprueba con la diferencia de 1 voto, qué duda cabe, deja descontenta a mucha parte de la ciudadanía. En mi opinión, deben seguir conviviendo la enseñanza pública y la concertada y lo ideal es que se sentasen todas las fuerzas políticas y consensuasen una Ley de Educación que perdurase con el paso de los años, gobierne quien gobierne. Es un tema complicado.
¿Podría citarnos algunos de los hitos del colegio San Antonio de Padua durante este primer siglo de vida que ahora celebramos?
Como siempre estuve vinculado al deporte, fue muy importante el Subcampeonato de España que consiguió el colegio en baloncesto. También el ser nombrado Mejor Centro Deportivo de Extremadura en 1997. Y académicamente siempre tuvo el colegio fama de alumnos muy bien preparados. lo que se veía en las pruebas regionales que se hacían en Selectividad, ahora llamada EBAU.
Entiendo que no hay épocas perfectas, y que todas tienen sus ventajas e inconvenientes. ¿Cuáles cree que eran las ventajas e inconvenientes de la época en que usted era profesor, y cómo se saldaría una hipotética comparativa entre aquellos tiempos y los actuales?
Todas las épocas tienen su encanto. Aquellos comienzos fueron muy bonitos e intentaba por todos los medios motivar a mis alumnos, lo que era clave para tener buenos resultados. Luego poco a poco cambió la figura del tutor que antes impartía todas las materias y tenía un conocimiento total de los alumnos. Luego, cuando las materias eran impartidas por diferentes especialistas, ya siendo tutor no pasabas tantas horas con tus tutorandos. Pero todo está bien cuando tienes vocación por la tarea que haces.
Cuando veo las fotografías que usted ha incluido en este libro, o en su muro de Facebook de Antiguos Alumnos y Deportistas del Colegio San Antonio de Padua de Margallo, donde repasa la historia del colegio, no puedo evitar hacerme nuevamente niño. ¿Qué sensaciones le embargan a usted en el desempeño del cometido que se ha impuesto de devolvernos –aunque sea virtualmente– nuestra infancia?
La imagen es un momento, quizá irrepetible. Empecé el grupo para compartir aquellos archivos de antaño y va creciendo día a día, hasta el punto de que hoy somos más de 800. Y para mí es gratificante seguir teniendo contacto con mis antiguos alumnos que en la actualidad atienden a desafíos muy importantes. Con la edad disfruto de sus logros y presumo de ellos. Es vuestro momento y en lo poco que pueda aportar, me gusta saber de vosotros y saber de vuestros logros.
El colegio san Antonio –nuestro colegio de toda la vida– se trasladó, en 2003, de la céntrica calle Margallo, donde había estado durante ocho décadas, a unas instalaciones nuevas y más grandes ubicadas en el Olivar de Santa Fe, cerca del Club de Tenis Cabezarrubia, junto a la N-630. ¿Cómo se tomó usted ese traslado? ¿Era de los románticos que hubieran preferido que el colegio se mantuviera en Margallo, o de los –por así decirlo– “aperturistas” que defendían la necesidad de un espacio más amplio?
Yo soy de los nostálgicos. En el momento quizá fuese necesario, pero solares que había para ampliar en el nuevo colegio siguen vacíos. La natalidad va bajando y hay ahora unidades que se van perdiendo. En vez de tener ahora doblados los cursos de infantil estamos perdiendo unidades por los primeros años. Mi corazón añora aquel colegio de la calle Margallo, que costó tanto esfuerzo a los franciscanos construir en las crisis de crecimiento. La verdad es que la última vez que paseé en solitario por aquellas instalaciones en junio de 2003 no pude evitar derramar alguna lágrima. Aquel colegio tenía algo mágico que envolvía a los alumnos, los cuales tienen un “sentimiento de pertenencia” especial.
Me voy haciendo viejo y mi memoria se resiente, pero nunca olvidaré –o eso creo– la figura de profesores como don Ángel, don Guillermo, un profesor de Inglés al que conocíamos por su mote (Be Quiet), el Padre Pacífico, el Padre Echevarría, el Padre Felipe, usted mismo… ¿Cree que había algún denominador común entre todos ustedes?
En el 73, al entrar en el colegio, la mayoría de los enseñantes eran frailes. Entraron los profesores seglares que comentas con sus esposas y yo fui el siguiente. Pacífico, Echeverría, Felipe fueron unos frailes con los que compartí muchos años. Veo a Felipe, compañero mío durante más de 20 años, dos veces al año, cuando bajo a Loreto. Y está muy contento de esta publicación que habla de aquellos años de su vida en los que tanto disfrutaba con lo que hacía.
La “vocación de servicio a los demás” creo que es el denominador común.
¿Dónde se puede comprar San Antonio de Padua, un colegio centenario (2021)?
Lo estoy distribuyendo yo. Espero una ayuda de la presidenta de la Asamblea de Extremadura, pero la administración es lenta. A cualquiera que contacte conmigo por WhatsApp en el 661354691 le mando el libro por SEUR, que recibirá en un par de días. Quiero que un par de librerías cacereñas lo puedan distribuir y si al Colegio le parece bien, tener allí un punto de venta para los padres de muchos alumnos que fueron antonianos. Cuando pase todo esto se presentará con la participación de la prensa, las autoridades y antiguos alumnos. Quedas emplazado a la presentación oficial, si te parece bien.

¡Si puedo (vivo en Madrid), allí estaré!
De ser cierta la famosa máxima de Rilke (“La infancia es la verdadera patria del hombre”), su libro, el libro de tantas personas involucradas en el sostenimiento de este colegio, es, digo, el fotograma de mi patria, una patria que estará siempre en mi recuerdo.
Le agradezco mucho que se haya tomado la molestia de escribir este libro que mantiene viva la llama de tiempos pasados y de responder a nuestras preguntas.
Mucha suerte en todos sus proyectos
Nota: Todas las imágenes publicadas son cortesía de José Antonio García Recuero.
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