En otro mundo nos robarán el mundo. Aunque los tiempos sigan cambiando. Siempre lo hacen.
Transformar nuestras mentes está siendo un trabajo imposible. Invariablemente, acaba por llegar cada otoño.
Todo está en calma en el vecindario, ahora. Las disputas están en el alambre. Algunas mentiras seguirán triunfando durante años. Sin luchas.
Hay alegría en los días, en las calles. Parecería que la crisis ya acabó. O quizás se haya instalado para siempre y ya no sea una crisis. ¿Crisis, qué crisis? La canción de Dinarama.
Trenes de medianoche establecieron el vínculo entre los tiempos. Entre la antigüedad que ya lo escribió todo y la modernidad asaltada por el vacío.
Los tiempos permanecerán igual cambiando. Cambiarán pareciéndose. La eternidad no existe. No puede ser.
Giotto pintó el pasado desde el futuro mientras él comía, bebía, fornicaba, rezaba, reía, cantaba, en su hoy. Dios gobernaba la mitad de la Tierra. La mitad del Cielo.
Ancianos, viejos, porvenir de antaño, le extrajeron toda la música a la Madre Tierra. Toda. La de Scarlatti, la de los que le cantaron a Elvis, la mía, la suya. Primero la de los dioses. Más tarde la del Diablo. Hoy, la de las máquinas latiendo como recién nacidos.
¿Dónde estaba el pasado? Nunca hubo una edad dorada. Sólo jugábamos. Nada es tan antiguo como la Antigüedad.
Incluso en los momentos más tranquilos, la pequeña ciudad que es ya el mundo, este mundo, odia el desierto. Y los niños que lloran por las esquinas no lloran rencor. Lloran hambre.
Aquellas mentiras son de verdad. Y toda la alegría es pura tristeza asumida. La dicha se confunde fácilmente con la calma.
En otro mundo no habrá esclavitud, violaciones ni canciones de cuna para las almas perdidas. Ni guerreros, reinas, sacerdotes, reyes, dictadores, guerreras. Ninguna dictadora. Tampoco sacerdotisas…
Extraños juegos. Juegos extranjeros. Extranjeros de nosotros mismos. Los Mismos acabaron desatando aquella cinta del viejo roble (donde orinaron los maquis en aquella guerra infinita).
¿Hubo alguna vez una quinta dimensión? Una pandemia sería la función del edema en una endemia. Lo creí haber leído en algún sitio: cualquiera sabe. Leer, ¡cuántos cuentos nos contamos los humanos para serlo! Ser humanos.
Silencio. Los vigilantes escuchan la tormenta desde el muro de las princesas abandonadas. Nadie le canta ahora a Elvis. Cada uno flotamos en nuestro ámbito: son los tiempos acelerados en los que os escribo.
Lo del sueño del loco no estuvo mal. Algunos os lo creísteis. Aquel sueño de ayer fue otra cosa. No desapareció del todo. La precariedad le balbuceó, a veces a gritos y espadazos, a la opulencia mientras los mediocres ganaban los cielos, un poquito.
Nadie fue nunca capaz de distinguir el pasado del futuro, y menos el presente del pasado. Tampoco el futuro del presente. Hoy es el futuro. Y el pasado. Mañana, ya veremos.
En otro mundo, no en este, donde nunca se logrará ya ninguna, habría una única unanimidad: todo el mundo amaría a los Beatles.
Aquí, en este mundo, el vuestro que leéis, el mío que escribo, cuando los tiempos dejen de cambiar… Vamos a morir todos. Unos más que otros.
[Al final, tuvo que salir la muerte.]
José Luis Ibáñez Salas es escritor e historiador. Visita su blog Insurrección
Imagen destacada: © Juan Pando Barrero
- Otros artículos y relatos del mismo autor.
- Entrevista a José Luis Ibáñez Salas
- Miles de cuentos
- Reseñas literarias
- Cuento de José Luis Ibáñez Salas: Noche de Reyes
Plumas estilográficas baratas para comprar por pocos euros




Tazas de escritores
Madeleine McCann, diez años después
Cuento de Antonio Báez: [Adán en palacio]
Cuento de Patricia Highsmith: La coqueta
Siete poemas de amor latinoamericanos
Cuento infantil: Por qué la Danta tiene trompa larga
Cuento de Vladimir Nabokov: Una carta que nunca llegó a Rusia
Última actualización el 2023-12-11 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados