La corrección de estilo no es un producto, es un servicio

Me llama la atención que potenciales clientes le pregunten a un corrector de estilo cuánto cobra por página (o por “cuartilla”). Y me sorprende por dos motivos: a) al tarifar por página el presupuesto podría ser muy alto o muy bajo, pues una página, dependiendo de la configuración o de la maquetación, puede tener muy pocas palabras o muchas; b) porque una corrección de estilo no es un producto, es un servicio, y como tal no se puede dar un presupuesto estándar. Bueno, se puede, pero es un error.

Lo explicaré con más detalles.

Vayamos con el punto 1. ¿Qué ocurre si un autor tiene un libro de microrrelatos y los ha maquetado de tal manera que cada microrrelato (a veces de unas pocas palabras) ocupa una página? Si se tarifa por página, le va a salir muy cara la corrección.

Por otra parte, una página puede tener una letra muy pequeña o muy grande, llevar sangría o no, incluir un interlineado generoso o reducido, etc. Queda claro, pues, que presupuestar por página no tiene sentido. Lo ideal es hacerlo por matrices (caracteres + espacios) o, como hago yo, por palabras.

Y ahora el punto 2. ¿Cómo presupuestar un texto sin leer al menos un fragmento? ¿Es una novela, un libro de relatos, un manual de mecánica, un ensayo? ¿Hay que corregir mucho o poco? ¿Se entiende lo que quiere transmitir el autor o es un galimatías de difícil lectura?…  

Si el corrector de estilo vendiera un producto, como podría ser, pongamos, una caja de 1 litro de leche de una marca determinada, que puedes comprar en cualquier supermercados o ultramarinos sin que varíe el producto, entonces sí que podría dar un precio genérico, sin preguntarle nada más al cliente. Pero en esta profesión, por así decirlo, el producto lo pone el autor: su manuscrito es el producto, y nunca hay dos manuscritos idénticos. En conclusión: no se puede tarifar sin tener en cuenta las variables.

Preguntar “¿Cuánto cuesta la corrección de una página?” sería como preguntar “¿Cuánto cuesta hacer una casa?”. ¿Qué tipo de casa? ¿Una casa en un bloque o un chalé? ¿En la zona centro de una gran ciudad o a las afueras de un pequeño pueblo? ¿Con piscina o sin ella? ¿De 50 metros o de 300? Se entenderá que no es lo mismo construir un pisito de 60 metros que Downton Abbey o la mansión de Ciudadano Kane.

En fin.

Y si me sorprende un poco que el cliente pregunte cuánto cuesta corregir una página, mucho más me sorprende que algunos correctores respondan a esta pregunta con un precio cerrado, como si desconocieran por completo cómo funciona esta profesión.

Lo dicho: para que un corrector pueda dar un presupuesto razonable necesitará, como mínimo, conocer el número de matrices o de palabras y leer un fragmento del texto. Sin esto, el presupuesto puede estar condenado al fracaso (suyo o del autor). Un trabajo mal presupuestado en un texto breve no es problema, ¿pero qué pasa cuando se trata de una novela de 100.000 palabras?

Francisco Rodríguez Criado, escritor y corrector de estilo

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Francisco Rodríguez Criado. Escritor y corrector

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