Que la culpa es de la guerra | Un relato corto de José Luis Ibáñez Salas

La cosa está muy jodida, señora monja, me la tengo que llevar de aquí, no me mire usted así, yo no tengo la culpa que la culpa es de la guerra, de que los suyos se hayan levantao y yo no tengo más remedio que hacer lo que a mí me dicen y llevármela a lo del sindicato, así que deje de poner esa cara y compréndame a mí también, que yo también tengo lo mío, que mira que tener que venirme yo con lo que yo he sido a detenerla a usted, a una monja,

El abandono

El abandono, relato, Francisco Rodríguez Criado

n abandono que le obliga, todavía en la sala del aeropuerto, a retirarse cabizbajo para hacer sus cosas, trabajo y más trabajo, pero no sin antes telefonear a Marta, a quien hace meses que no ve, para preguntarle cómo le va la vida y si puede visitarla esa noche, necesita hablar con ella, tumbados los dos en esa cama tan espaciosa y tan conocida, esa cama en la que fumar un cigarrillo antes y después de cada efluvio de amor

Truman Capote y un cuento rescatado del olvido

A Truman Capote se le conocoe por su novela A sangre fría y por su novela corta Desayuno en Tiffany’s (Breakfast at Tiffany’s), amén de sus relatos recogidos en Música para camaleones. Escribió también otros títulos muy populares como Retratos. Su obra, no siendo extensa, es notable y variada. Incursionó en el relato, en la entrevista y el periodismo. Le asignan con alguna imprecisión y vaguedad conceptual, ser uno de los progenitores del llamado “nuevo periodismo”. La gran crónica literaria de su autoría fue sin duda A sangre fría. Para ello se trasladó a Kansas y hurgó en los archivos policiales de un caso de homicidio que terminó en pena de muerte.

Gente difícil. Un cuento de Chéjov

El cuento “Gente difícil”, del maestro ruso Antón Chéjov(1860-1904), narra como ningún otro ese tipo de violencia verbal que se da en algunas familias, y que no obedece sino a una forma de ser anhela las vivencias dramáticas.

En esta historia corta, el joven estudiante Piotr le pide dinero a su madre, Yevgraf Ivánovich, para irse en el tren a Moscú, donde se dispone a seguir sus estudios. El dinero que el padre ha de darle al hijo genera un conflicto que sacude a toda la familia…

Terror | Un cuento de Vladimir Nabokov

terror, cuento de miedo, nabokov

«Cuando mencioné sensaciones tan extrañas, la gente observó, muy acertadamente, que el sendero que había elegido conducía directamente al manicomio. De hecho, más de una vez, muy avanzada la noche, tanto me demoré ante mi imagen reflejada que un sentimiento atroz me sobrecogió y no tardé en apagar la luz. Sin embargo, al día siguiente, al afeitarme, jamás me asaltaban dudas con respecto a la realidad de mi imagen»

Silencio rumoroso | Una historia literario-musical de Miguel Bravo Vadillo

relato piano, Miguel Bravo Vadillo

Desde que era apenas un adolescente no he podido tocar nada que haya tocado antes otra persona. Un ejemplo típico sería el pomo de una puerta. Desde luego, adoro las puertas que se abren gracias al empleo de sensores, pero estas solo las encontramos en algunos edificios públicos y en grandes locales comerciales; el resto de puertas, la inmensa mayoría, las abro, siempre que es posible, utilizando un pie o un codo.

Cuento sobre el circo: ‘El circo de Cassandra’ (Rafael Garcés Robles)

cuento sobre el circo

El nombre de este circo se leía en la parte más visible y alta de la carpa: “Gran Circo Rogers”, pero las gentes de todos los pueblos por donde peregrinaba le llamaban: “el circo de Cassandra”. Cassandra era la estrella rutilante de este escenario circense: contorsionista, trapecista y equilibrista además de ser una voluptuosa y hermosa mujer. En el equilibrio era diestra en montar una monocicleta por la pista y por las graderías junto al público

Mi niño Dios | Un relato de Rafael Garcés Robles

Mi niños Dios, relato de Navidad

A partir de cada primero de diciembre, los niños mirábamos en las noches hacia el cielo para buscar estrellas fugaces que representaban a los ángeles bajando a la tierra para llevar nuestras cartas de peticiones al Niño Dios. Las cartas al Niño Dios las escribíamos a escondidas, en , y a nadie podíamos siquiera comentarle las peticiones hechas. La misiva era escondida debajo del colchón, y todas las mañanitas lo primero que hacíamos era mirar si el ángel ya la hubiese llevado.