Hace años cultivé el método ciego de escritura a máquina, y aunque nunca logré teclear más de dos palabras seguidas sin cometer un error, conseguí llegar con los ojos cerrados hasta la cocina y regresar sin un sólo tropiezo. No aprendí a escribir, pero practiqué la invidencia con resultados notables. En los hoteles, por las noches, no necesito encender la luz para llegar hasta el cuarto de baño, y por mi casa me muevo a oscuras sin problemas, lo que, siendo bueno para mi fotofobia, no resolvió mis problemas con la mecanografía.
Belleza y cotidianidad
“18:55. Varias mujeres me han dicho que sufrieron picotazos de mosquitos en los ascensores. La camarera fue con un spray a fumigarlos”. 20:00. Los ascensores siguen fallando. Tardan demasiado en bajar y la gente se desespera. A una señora muy gorda que iba a subir las escaleras andando le he ofrecido el montacargas del personal. … Sigue leyendo