
Breve apunte sobre el solecismo

Corrección de estilo, historias cortas, cuentos, poemas, entrevistas literarias…
La literatura es comunicación y, como tal, se rige por ciertas normas que redundan en beneficio de todas las personas involucradas en ella. Aquí es cuando entra en juego la gramática, que es el estudio de las reglas que legislan -por así decirlo- el idioma. La gramática es el motor del idioma en que te expresas. Si tu gramática no es buena, difícilmente lo serán tus textos, por mucho que algunos se empeñen en hacernos pensar lo contrario.
Pues sí: el punto y coma, al igual que el lince, parece estar en vías de extinción. Júcaro, autor del blog 14 de abril, reflexiona, negro sobre blanco, sobre el estado de salud de este signo de puntuación.
En fin, si salvamos al soldado Ryan, ¿por qué no hacer lo mismo con el punto y coma, todo un baluarte en esa ardua batalla que es la escritura?
Fuente del artículo: Blog 14 de abril (Espacio para el desahogo y la reflexión).
Me llama la atención que en la España del siglo XXI denunciamos (dignamente) diversos tipos de maltratos (animal, escolar, laboral…), pero pasamos por alto otro maltrato, el que infligimos a nuestra lengua, y con el que todos, en mayor o menor medida, colaboramos.
El objetivo de este nuevo post de Opiniones de un corrector de estilo es enumerar los vicios en el uso de la lengua española que más me molestan. ¿Y cuáles son esos vicios lingüísticos? Lo diré en una palabra: todos.
No obstante, para abreviar el catálogo de vicios, le he cortado las alas al adverbio “todo” y he seleccionado once errores o vicios lingüísticos, que desde ahora declaro ciudadanos non gratus.
Sin más dilación, paso a enumerarlos.
Estimado Francisco, me pongo en contacto contigo porque he escrito una novela y quisiera, antes de publicarla, que le echaras un vistazo. La he revisado un montón de veces y, sinceramente, creo que no tendrás mucho que corregir. Y además la ha leído también mi tía, que es profesora de la danza del vientre y una lectora empedernida en sus ratos libres. Te envío un capítulo para que evalúes el nivel de redacción y me des el presupuesto.
Atentamente, K
A menudo, recibo emails similares a este. Los envían –ya lo habéis leído– autores que creen que su manuscrito está bastante pulido, con lo cual no me llevará mucho trabajo “darle un repaso”. Esto les honra: aunque su texto mantiene formalmente el tipo –o eso creen–, una sombra de duda les impide entregarlo a la imprenta sin la supervisión de un corrector externo (distingámoslo del corrector interno, ese ser abnegado y atrevido que todos llevamos dentro).
En el uso que le demos a la coma nos jugamos gran parte de nuestro prestigio como escritores (o al menos como redactores): si la colocamos bien, tendremos ganado mucho en la redacción de un texto; en caso contrario, el caos está garantizado. El asunto está en saber cuándo debemos escribir la coma y cuándo hay que omitirla. Sencillo, ¿verdad?
Pues no tanto, porque –entre otras chinas en el zapato– saber que la coma sirve para indicar una pausa breve es una buena pista pero no una solución definitiva: en la lengua oral no respetamos ciertas pausas que en la lengua escrita han de estar forzosamente señaladas con la coma.
¿Les vas a regalar otra vez un par de zapatos, un abrigo, una corbata, unos pendientes, una botella de vino…? ¡¿Otro año más!? Si el destinatario de ese regalo (nada original, admítelo; me refiero al regalo, claro, no a la persona) tiene el vicio o la virtud de escribir (cuentos, novelas, ensayos, memorias, diarios, etcétera), anímate y sé original: solicita los servicios de un corrector de estilo, a ser posible al autor de estas líneas. 🙂
Ten en cuenta que el objetivo del corrector de estilo nunca es desanimar al autor, sino todo lo contrario. La intención es ayudarle a mejorar la calidad formal de sus escritos, apoyarle con conocimientos, con buenos consejos. La inmensa mayoría de los manuscritos, incluso los de los escritores más dotados, agradecen la asesoría lingüística de esa persona cualificada que tiene al menos una ventaja respecto al autor: cierto distanciamiento del manuscrito que le permite apreciar (y por tanto subsanar) sus posibles deficiencias: erratas, disonancias, redundancias, frases incomprensibles, faltas de ortografía, incongruencias…
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Juan José Arreola fotografíado en 1978 por Enrique Villaseñor |
Este fragmento de la novela El espía del aire, de Ignacio Solares, rememora las curiosas opiniones de Juan José Arreola sobre la puntuación, y fueron expresadas en su taller de escritura, al que acudía como alumno el propio Solares.
Por aquel entonces estaba aún en boga la escritura automática (si es que existe eso), tendencia que Arreola observaba con sumo escepticismo.
La fotografía es de Enrique Villaseñor.
Ese acento musical se puede percibir muy fácilmente en las frases interrogativas. No pronunciamos igual Está lista la cena que ¿Está lista la cena? Y además notamos mucha diferencia -en las palabras iniciales- respecto a este otra doble posibilidad: Esta lista viene a cenar (frente a ¿Está lista la cena?). En el anterior caso -Está lista la cena-, pronunciamos con más fuerza la palabra está, que se sitúa por encima de lista. En el segundo sucede al revés.