Opiniones de un corrector de estilo: Tildes. El bigote de las palabras

Tildes. El bigote de las palabras

Imaginemos que el lector pretende redactar y enviarle una carta a su tío Alfredo, un académico de la lengua jubilado que se ha ido recientemente a hacer las Américas. Nuestro querido lector, estimulado por sus ínfulas de personaje de novela decimonónica, pretende hacer todo el proceso a la antigua usanza y usar papel y pluma, sobre y sello. Y como perfeccionista que es, le asusta parir una carta chapucera, más aún a sabiendas de que el destinatario va a ser su ilustre tío. La intención es buena, pero tiene muchas dudas con las tildes, siempre las ha tenido. Si redactara la epístola en el ordenador, el corrector del procesador de textos haría saltar las alarmas cuando escribiera “lagrimas” en vez de “lágrimas”, “facil” en vez de “fácil” o “cafe” en vez de “café”. Pero, insisto, quiere hacerlo a la manera “artesanal”.

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La mala escritura de los médicos puede matar

La mala escritura puede matar

Como esto no es un periódico sino un blog sobre literatura (y, por tanto, de escritura), no tengo reparos en subir esta nota de prensa con casi siete años de retraso… En fin, ahí va: según un reportaje publicado en la sección de Salud de Time el 15 de junio de 2007, los errores debidos a la mala escritura de los médicos de Estados Unidos acaban cada año con la vida de 7.000 pacientes. Si esto fuera cierto, sería conveniente que los aspirantes a médicos estadounidenses pasaran por una escuela de redacción antes recetar una «inocente» aspirina.

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Las frases cortas en las novelas del oeste

Novelas del oeste, José Antonio Millán, puntuación, gramática, editorial RBA, Marcial Lafuente Estefanía
Portadas de novelas del oeste. Fuente de la imagen
 

Las frases cortas en las novelas del oeste

Releyendo algunas páginas del libro de puntuación Perdón, imposible, de José Antonio Millán (sí, me gusta leer libros de gramática… todos tenemos nuestras rarezas), me encuentro con este fragmento sobre el uso de la frase corta en la novela del oeste. De especial interés para los aficionados a las pistolas y al lenguaje. 🙂

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Opiniones de un corrector de estilo: Me voy a comer a un chino

China
China. Fuente de la imagen en Internet.

Opiniones de un corrector de estilo (30): Me voy a comer a un chino

Una de mis batallas más habituales, tanto en los talleres literarios como en la corrección de manuscritos, es hacer entender al alumno o al autor que el lenguaje oral y el lenguaje escrito no son la misma cosa, y que hay que estar vigilantes para que el primero no contamine al segundo. No conviene abusar del lenguaje coloquial, a no ser que haya una buena justificación; por ejemplo: que sea un personaje de determinado estrato social quien haga uso de esos coloquialismos. Es un recurso muy usado dibujar al personaje mediante su manera de expresarse; y si el personaje tiende a hacerlo en esos términos, ¿por qué no reproducir la literalidad de sus palabras, aunque sean malsonantes?

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Opiniones de un corrector de estilo: Hasta que el Barça no marca el gol de la victoria

Messi, Xavi e Iniesta, jugadores del Barça.
Messi, Xavi e Iniesta, jugadores del Barça. Fuente de la imagen

Opiniones de un corrector de estilo (31): Hasta que el Barça no marca el gol de la victoria

A la hora de escribir, uno de los errores más habituales (y molestos, aunque el autor no se percate de ello) es comunicar lo contrario de lo que se pretende. El asunto se agrava cuando toda la sociedad al completo -salvo honrosas excepciones- se expresa erróneamente, dando así involuntaria legitimidad al gazapo lingüístico. 

Esto ocurre, por ejemplo, en esas oraciones en las que se cuela un «no» polizón y desvergonzado que viene a trastocar la intencionalidad de nuestras palabras. Un «no» que los más listos de la clase definen como no expletivo. Cada vez que leo o escucho «hasta que no» me pongo en alerta: basta seguir leyendo o escuchando la frase en cuestión para confirmar que estoy ante un flagrante (ojo: no confundir con «fragante») delito gramatical.

Como siempre, pondré un ejemplo:

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¿“Desahucio” o “Deshaucio”?

Mujer en una manifestación en contra de los desahucios. Fuente de la imagen

En los últimos tiempos la palabra «desahucio» está tristemente de moda. Y, por si fuera poco, «deshaucio» también. ¿Cuál es la correcta? La primera: «desahucio». Nos lo explican en este texto de Román Paladino, en la sección de Ortografía. La mejor manera, concluye el autor o autora del texto, es analizar la etimología de la palabra. Fácil, ¿verdad? ¿O quizá no tanto…?

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Opiniones de un corrector de estilo: Un gran danés sigue siendo un perro

gran danés, perro, corrector de estilo, sujeto largo
Gran danés junto a un perro de raza pequeña. Fuente de la imagen

 

Opiniones de un corrector de estilo (32): Un gran danés sigue siendo un perro

En el colegio nos enseñaron que no había que separar el sujeto del verbo con una coma. La norma era tan sencilla que todos (o casi todos) los alumnos aplicábamos la norma con corrección. Éramos tan felices escribiendo «Mi madre cocina», «Juan es alto», «Mónica estudia» o «Inés es la más lista»… Pero la felicidad dura poco, sobre todo si depende de la gramática…

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Opiniones de un corrector de estilo: El pronombre «ti» no lleva tilde

 

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Librería Da Vila, en Sao Paulo, Brasil..Fuente de la imagen

Opiniones de un corrector de estilo (14): El pronombre «ti» no lleva tilde

El asunto data de los tiempos de Atapuerca: muchos preferían morir en la hoguera antes que abstenerse de escribir tilde en el pronombre personal «ti». Pero creedme: esta palabra, por mucho que os empeñéis, no lleva tilde. Nunca.

Llevan tilde el pronombre personal «mí» y el adverbio «sí» para distinguirse del adjetivo posesivo «mi» y de la conjunción «si», respectivamente. Esa tilde se llama diacrítica (o bien «acento diacrítico») y sirve para distinguir entre palabras -por lo general monosílabas- que se pronuncian igual pero tienen significados diferentes. Pero «ti» no lleva tilde diacrítica porque no existe una palabra aparentemente igual de la que distinguirse. 

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