Elvira Lindo inicia esta restrospectiva de Antón Chéjov en el momento de su muerte -que tuvo ciertamente visos de comicidad- hasta definir las bondades literarias y humanas del autor ruso, gran influencia para cuentistas de todo el planeta.
Corrección de estilo, historias cortas, cuentos, poemas, entrevistas literarias…
En la vida de Italo Svevo, pseudónimo de Ettore Schmitz, la literatura no llegó a ser nunca una profesión, pero sí la pasión secreta que cultivaba cuando no estaba ocupado con su trabajo o tocando el violín. Dos hechos marcaron su vida: su amistad con James Joyce, y su relación con el psicoanálisis a través de Freud, cuyo Über den Traum tradujo al italiano.
El cine miente, siempre miente. Por eso vamos al cine: para ser mentidos; y Karate Kid lo hacía –y hace– muy bien. Los adolescentes de los 80, como los adolescentes de todas las décadas, vimos en esa historia de chico-pobre-que-hace-sus-sueños-realidad un espejo en el que reflejar nuestros propios sueños. No sabíamos, o no queríamos saber, que una película está construida sobre andamios narrativos que requieren dinero, tiempo, esfuerzo y una puesta en escena que a su vez precisa la interpretación de actores orquestados por la batuta de un director.
Elvira Lindo inicia esta restrospectiva de Antón Chéjov en el momento de su muerte -que tuvo ciertamente visos de comicidad- hasta definir las bondades literarias y humanas del autor ruso, gran influencia para cuentistas de todo el planeta.
No todas las novelas son literatura. Sí lo son las de Javier Marías, aunque hay personas que niegan que sean novelas. Claro que la narrativa no tiene por qué seguir las normas de los géneros decimonónicos, y habría qué ver a qué clase de artefactos literarios estamos llamando novelas en el siglo XXI, después de que la novela fuera destruida y reconstruida en el XX.
Explorando Internet he hallado indignadas quejas de algún lector que esperaba encontrar en Tokyo ya no nos quiere, de Ray Loriga, algo así como un Blade Runner trufado de costumbrismo hispánico. Pero ese libro inquietante donde se relata un presente recomenzado (lo único que queda cuando la memoria desaparece) quizás sea un libro de poesía, y por eso ciertos lectores de ciertas novelas (¿los que se quejan de las de Javier Marías?) no saben por dónde cogerlo. También Javier Marías ha dicho que sus últimas obras tienen que ver con la poesía.
Quiero compartir con los lectores de narrativabreve.com esta semblanza de Miguel Ángel Flores sobre Saramago, una de las mejores que he leído desde que falleció el Nobel portugués. Es un retrato que abarca etapas de su vida y explica, entre otros aspectos, por qué tardó tanto en producirse la eclosión de Saramago en el panorama internacional de las letras.
«Si la Asociación de Academias de la Lengua Española se rigiese por mayorías hace tiempo que la Academia Mexicana de la Lengua debería marcar los designios y albergaría la sede permanente.
El segundo puesto lo ocupa Colombia, país que con mimo supo guardar entre blancas cumbres la esencia de esta lengua, aspecto tan preciado por los lingüistas. Este hecho debiera generar cierto respeto entre aquellos que se autodenominan como validos del auténtico español. Si bien la Real Academia Española ya dio los pasos hacia el equilibrio inter-dialectal, ésta debe fomentar la divulgación de dicha peculiaridad en pos de una normalizada cohabitación.
«En 1974 vivía en Lima y una tarde entré en una librería y descubrí al Julio Ramón Ribeyro cuentista. Hasta ese momento no había leído nada de él. Los volúmenes, entonces sólo dos, abarcaban cuentos escritos entre 1954 y 1972, y se titulaban Las palabras del mudo.
¿Por qué este título? -a modo de prefacio se reproducía parte de una carta que Ribeyro había dirigido al editor, explicándolo-; «porque en la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de las palabras, los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido ese hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias».
El primer cuento se titulaba Los gallinazos sin plumas. Aves de rapiña incapaces de volar, pensé, es decir, hombres. Y comencé a leerlo allí mismo, de pie junto a una mesa llena de libros.
¿Por qué los estudiantes -al menos muchos de ellos- reniegan de la asignatura de literatura? Este artículo lleva la firma (que no el apellido) de una profesora de literatura, Ágatha. En él opina sobre algunos errores de la enseñanza de las obras literarias y aporta su visión sobre cómo mejorar esa enseñanza para que los alumnos se impliquen en la asignatura y se contagien del placer de la lectura.