La estufa grande (relato corto de Tolstói)

la estufa grande, relato de Tolstói

Un hombre tenía una espaciosa casa en la que había una gran estufa; no obstante, la familia de ese hombre no era numerosa: sólo su mujer y él. Cuando llegó el invierno el hombre empezó a encender la estufa y al cabo de un mes ya había quemado toda la leña. Ya no tenía nada que quemar, y hacía frío.

Supay. Relato breve de Rafael Garcés Robles

Rafael Garcés Robles, leyendas latinoamericanas

Supay es un semidiós omnipresente que hace maldades por los caminos y pueblos de los Andes. Vive en cuevas inadmisibles, en campos agrestes para seres vivos, viaja con los vientos suaves, emana un olor hediondo; tiene imagen femenina con grandes tetas, sus patas y sus manos poseen tres y hasta cuatro dedos con prolongadas uñas, y su cabeza es coronada con dos grandes y largos cuernos. Es un ser sin ningún atractivo, carente de toda belleza.

El Horla. Relato de terror de Maupassant

El Horla, relato de terror, Maupassant

8 de mayo

¡Qué hermoso día! He pasado toda la mañana tendido sobre la hierba, delante de mi casa, bajo el enorme plátano que la cubre, la resguarda y le da sombra. Adoro esta región, y me gusta vivir aquí porque he echado raíces aquí, esas raíces profundas y delicadas que unen al hombre con la tierra donde nacieron y murieron sus abuelos, esas raíces que lo unen a lo que se piensa y a lo que se come, a las costumbres como a los alimentos, a los modismos regionales, a la forma de hablar de sus habitantes, a los perfumes de la tierra, de las aldeas y del aire mismo.

2 relatos cortos Gustav Meyrink ambientados en el Tíbet

Gustav Merynk, relatos cortos sobre el Tíbet

El tibetano calló.

Su desmedrada figura permaneció todavía algún tiempo de pie, erguida e inmóvil, y luego desapareció en la jungla.

Sir Roger Thornton miraba fijamente la hoguera. Si no fuera un penitente, un sannyasin, aquel tibetano que, además, iba en peregrinación a Benarés, no hubiera creído ni una sola de sus palabras. Pero un sannyasin no miente ni puede ser engañado. ¡Y luego aquellas contradicciones pérfidas y crueles en el rostro del asiático! ¿O sería que se dejó engañar por el resplandor de la hoguera que tan extrañamente se reflejaba en los ojos mongoles?

Una historia sobre la Primera Guerra Mundial

historia sobre la primera guerra mundial, Paul Auster, Creí que mi padre era Dios

Paul Auster y su mujer, la escritora Siri Hustvedt, están detrás del libro Creí que mi padre era Dios, publicado en España por la editorial Anagrama, que recopila 180 relatos cortos enviados por los escuchantes de un programa radiofónico en el que colaboraba Auster. (En realidad, recibió 4.000 relatos, de los que escogieron los 180 antes citados).

Si quieres saber más acerca de cómo se gestó el libro, escucha este podcast de Libros.fm.

Historia corta de Sherwood Anderson: Nadie lo sabe

relato corto de Sherwood Anderson

George Willard fue avanzando en la oscuridad por la callejuela, caminando con cuidado y precaución. Las puertas traseras de las tiendas de Winesburg estaban abiertas y pudo ver a muchas personas sentadas a la luz de las lámparas. En el tienda Myerbaum’s Notion vio a la señora de Willy, el dueño de la taberna, de pie junto al mostrador, con una cesta en el brazo; la atendía un empleado que se llamaba Sid Green. Éste le hablaba con gran interés, inclinaba el cuerpo sobre el mostrador sin dejar de hablar.

Anhelo inconfesable. Un relato erótico en tiempos del coronavirus | Carlos Aponte Rodríguez

sexo y coronavirus, relato corto

Camila y Gonzalo fueron desengañados al día siguiente, cuando se enteraron por la radio de que los aplausos habían sido dirigidos al personal sanitario, fuerzas del orden y profesionales de servicios esenciales. Pero no se desanimaron: fue tal la satisfacción experimentada la tarde anterior, que decidieron ponerse con los preliminares a eso de las siete, calculando que, para las y media, estarían ya en pleno tema y a las ocho en punto alcanzando el clímax.

A los muertos no se les llora (historia corta de Sebastián Willis Ortiz)

A los muertos no se les llora, cuento

La lluvia cesó. Caminaba dubitativo, nostálgico y desconcertado. Mamá no me dijo nada sobre la venta de la casa, ni mucho menos me informó de su nuevo paradero. Al cruzar la extensa avenida, paré cerca de una cafetería para prender un cigarrillo. Miraba a cualquier lado, pensando en mi presente incierto, y también pensaba en mamá. Luego de unos minutos salieron de la cafetería los señores Franklin.