Fue Malcolm Cowley quien subrayó el gusto de Hemingway por una geografía especial, sacralizada por el uso de bebidas especiales, armas especiales, formas especiales de hablar y de vivir. Los asuntos de sus historias dan casi todos para un reportaje, enfocados hacia situaciones de peligro o habilidad física o tensión moral: la guerra, el toreo, el boxeo, la caza, la pesca, la vida en familia. Una anodina anécdota de pescar truchas se justifica por la excitación del pescador, la tensión que lo consuela momentáneamente con «la sensación de haberlo dejado todo atrás, la necesidad de pensar, la necesidad de escribir, otras necesidades». El lector, de pronto, siguiendo lo que le están contando, se siente identificado con el pescador, a quien, por un rato, se le ha quitado de encima el peso de la propia existencia. Hemingway diluía en sus cuentos los límites entre experiencia y fábula.
Justo Navarro, “El escritor como hombre de acción”, Revista de Libros