Un señor de 60 se tomó una pastilla azul junto con el café mientras su compañera, distraída, recorría los vestidos de las otras mujeres que comían en el restaurante para comprobar que otra vez el negro hace furor.
No referiré, por inútiles, los pequeños acontecimientos que ocurrieron desde la toma de la pastilla hasta el momento de la penetración propiamente dicha, donde, de todos los lugares posibles, este señor se encontró con su muerte. No conozco a los actores de la tragedia ni las circunstancias exactas en que el alma del hombre voló a un mundo mejor; el diario que leí publica una foto de familiares que lloran en el entierro, entre ellos un chico, tal vez hijo o nieto del muerto, a quien veremos asediado por desconocidos que, micrófono en mano, le preguntan: «¿Qué se siente cuando el papá de uno muere por haber intentado una erección mejor?».