Gente difícil. Un cuento de Chéjov

El cuento “Gente difícil”, del maestro ruso Antón Chéjov(1860-1904), narra como ningún otro ese tipo de violencia verbal que se da en algunas familias, y que no obedece sino a una forma de ser anhela las vivencias dramáticas.

En esta historia corta, el joven estudiante Piotr le pide dinero a su madre, Yevgraf Ivánovich, para irse en el tren a Moscú, donde se dispone a seguir sus estudios. El dinero que el padre ha de darle al hijo genera un conflicto que sacude a toda la familia…

Cuento de Antón Chéjov: El teléfono

Cuento de Chéjov, El teléfono

Operadora. ¿Puedo ayudarlo?”, dice una voz de mujer.

“Comuníqueme con el Hotel Slavyansky Bazaar”.

“Conectando”.

Después de tres minutos escucho un repique… Pego el auricular a mi oreja y oigo un sonido de un carácter todavía indeterminado; como el viento soplando, u hojas secas dispersándose por el piso… Alguien parece estar susurrando.

“¿Tiene habitaciones disponibles?”, le pregunto.

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Cuento de Chéjov: Amorcito

“Junto a esa sensación de amargura e impotencia que produce la constatación de la insignificancia del ser humano y de su permanente condena a la infidelidad, en la prosa de ficción de esta segunda etapa se hacen cada vez más estridentes los gritos de rabia y denuncia provocados por la injusticia, la crueldad y la estupidez. Ambas líneas temáticas, la angustia vital y la denuncia social, dominan -por separado o, en no pocas ocasiones, firmemente entrelazadas entre sí- los contenidos de algunos relatos tan característicos de este segundo período de la obra de Chéjov como «El orador», «Amorcito», «Tortura navideña» y -entre otros muchos cuentos que evidenciaban ya la asombrosa fecundidad del médico escritor- «¡Qué sueño!», pero también las narraciones extensas que vinieron a acreditar al autor de Taganrog como un consumado novelista: tenemos, por ejemplo, La estepa (1888) -espléndido relato de las andanzas de un estudiante por tierras del sur de Rusia-, Una historia aburrida(1889) y El duelo (1889)”. MCNBiografías

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Un viaje de novios, una historia corta del maestro ruso Chejov

Sale el tren de la estación de Balagore, del ferrocarril Nicolás. En un vagón de segunda clase, de los destinados a fumadores, dormitan cinco pasajeros. Habían comido en la fonda de la estación, y ahora, recostados en los cojines de su departamento, procuran conciliar el sueño. La calma es absoluta. Se abre la portezuela y penetra un individuo alto, derecho como un palo, con sombrero color marrón y abrigo de última moda. Su aspecto recuerda el de ese corresponsal de periódico que suele figurar en las novelas de Julio Verne o en las operetas. El individuo se detiene en la mitad del coche, respira fuertemente, se fija en los pasajeros y murmura: «No, no es aquí… ¡El demonio que lo entienda! Me parece incomprensible…; no, no es éste el coche».

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Cuento de Raymond Carver en homenaje a Chejov: Tres rosas amarillas

Tres rosas amarillas
Raymond Carver, ilustre seguidor del cuento de Chejov

 

Chejov. La noche del 22 de marzo de 1897, en Moscú, salió a cenar con su amigo y confidente Alexei Suvorin. Suvorin, editor y magnate de la prensa, era un reaccionario, un self-made man cuyo padre había sido soldado raso en Borodino. Al igual que Chejov, era nieto de un siervo. Tenían eso en común: sangre campesina en las venas. Pero tanto política como temperalmente se hallaban en las antípodas. Suvorin, sin embargo, era uno de los escasos íntimos de Chejov, y Chejov gustaba de su compañía.

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Cuento de Navidad de Antón Chéjov: El árbol de Navidad

Cuento de Navidad de Anton Chéjov

Cuento de Navidad de Antón Chejov: El árbol de Navidad

Vanka Chukov, un muchacho de nueve años, a quien habían colocado hacía tres meses en casa del zapatero Alojin para que aprendiese el oficio, no se acostó la noche de Navidad. Cuando los amos y los oficiales se fueron, cerca de las doce, a la iglesia para asistir a la misa del Gallo, cogió del armario un frasco de tinta y un portaplumas con una pluma enrobinada y, colocando ante él una hoja muy arrugada de papel, se dispuso a escribir. Antes de empezar dirigió a la puerta una mirada en la que se pintaba el temor de ser sorprendido, miró al icono oscuro del rincón y exhaló un largo suspiro. El papel se hallaba sobre un banco, ante el cual estaba él de rodillas.

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Cuento de Antón Chéjov: El espejo curvo

 

Cuento de Anton Chéjov: El espejo curvo

Yo y mi esposa entramos al salón. Allí olía a moho y humedad. Decenas de ratas y ratones corrieron a un costado cuando alumbramos las paredes, que no habían visto la luz durante una centuria entera. Cuando cerramos la puerta tras de sí, el viento sopló y se movieron los papeles, que yacían por montones en las esquinas. La luz cayó sobre esos papeles, y vimos caracteres antiguos e imágenes medievales. De las paredes verdecidas por el tiempo colgaban los retratos de los ancestros. Los ancestros miraban con altivez, con severidad, como si quisieran decir:

“¡Si te azotamos, hermano!”

Nuestros pasos resonaban por toda la casa. A mi tos respondía el eco, ese mismo eco que alguna vez respondió a mis ancestros…

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Cuento de Antón Chéjov: El gordo y el flaco

Antón Chéjov, cuento, Vanka
Escritor ruso Antón Chéjov

En una estación de ferrocarril de la línea Nikoláiev se encontraron dos amigos: uno, gordo; el otro, flaco.

El gordo, que acababa de comer en la estación, tenía los labios untados de mantequilla y le lucían como guindas maduras. Olía a Jere y a Fleure d’orange. El flaco acababa de bajar del tren e iba cargado de maletas, bultos y cajitas de cartón. Olía a jamón y a posos de café. Tras él asomaba una mujer delgaducha, de mentón alargado –su esposa–, y un colegial espigado que guiñaba un ojo –su hijo.

–¡Porfiri! –exclamó el gordo, al ver al flaco–. ¿Eres tú? ¡Mi querido amigo! ¡Cuánto tiempo sin verte!

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