“A Umbral no le gustaba Azorín. Decía de él una frase vitriólica: que inventó el párrafo corto porque tenía las ideas cortas. El genio de Valladolid, dueño de una prosa torrencial, vivaz, iluminada por los relámpagos del idioma, consideraba al alicantino un escritor de vuelo bajo y breve como el de una tórtola. Pero a ambos maestros, tan distintos, les une el lazo invisible de una determinante, férrea voluntad de estilo. Y una vocación letraherida que, demasiado apremiante para encajar en la compleja estructura de la narrativa, encuentra su perfecto molde de expresión en la literatura urgente del articulismo.
Azorín
Las manías de los escritores famosos

Neorrabioso es un interesante blog que tiene como objetivo ofrecerles a sus lectores anécdotas de escritores famosos. Una de esas anécdotas, la que hace el número 20, lleva la firma de Gabriel Celaya, y gira en torno a las manías -o simplemente costumbres- de algunos conocidos escritores a la hora de sentarse a escribir.
ANECDOTARIO DE ESCRITORES (20): Manías a la hora de ponerse a escribir.
¿Qué sentido podemos atribuir, por ejemplo, al hecho de que Schiller necesitara el olor de las manzanas podridas que ponía sobre su mesa de trabajo, y a que Balzac, en ciertos momentos, se vistiera de monje para escribir, y a que Kierkegaard encendiera todas las luces de su enorme caserón, y deambulara de una habitación a otra mientras escribía? ¿Despacharemos esta cuestión diciendo que los escritores son estrafalarios y pintorescos, por no decir, un poco locos? Sería una tontería.