Cuento corto de Baldomero Lillo: Cañuela y Petaca

Escritor Baldomero Lillo
Escritor Baldomero Lillo

Mientras Petaca atisba desde la puerta, Cañuela, encaramado sobre la mesa, descuelga del muro el pesado y mohoso fusil.

Los alegres rayos del sol filtrándose por las mil rendijas del rancho esparcen en el interior de la vivienda una claridad deslumbradora.

Ambos chicos están solos esa mañana. El viejo Pedro y su mujer, la anciana Rosalía, abuelos de Cañuela, salieron muy temprano en dirección al pueblo, después de recomendar a su nieto la mayor circunspección durante su ausencia.

Cañuela, a pesar de sus débiles fuerzas –tiene nueve años, y su cuerpo es espigado y delgaducho–, ha terminado felizmente la empresa de apoderarse del arma, y sentado en el borde del lecho, con el cañón entre las piernas, teniendo apoyada la culata en el suelo, examina el terrible instrumento con grave atención y prolijidad. Sus cabellos rubios desteñidos, y sus ojos claros de mirar impávido y cándido, contrastan notablemente con la cabellera renegrida e hirsuta y los ojillos obscuros y vivaces de Petaca, que dos años mayor que su primo, de cuerpo bajo y rechoncho, es la antítesis de Cañuela a quien maneja y gobierna con despótica autoridad.

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Cuento de Elvio E. Gandolfo: Vivir en la salina

Cuento de Elvio E. Gandolfo

En 1999 la editorial Alfaguara hizo una encuesta entre escritores y críticos para que eligieran cuál era, en su opinión, el mejor cuento argentino del siglo XX. El cuento Esa mujer“, de Rodolfo Walsh, fue el más votado, superando a Borges y Cortázar, que no se quedaron muy atrás. “El Aleph”, de Borges, por ejemplo, quedó en segunda posición. Y este cuento de Elvio E. Gandolfo, «Vivir en la salina», quedó en la decimocuarta posición. Es un cuento que las duras condiciones de trabajo que retrata me recuerda a los cuentos de Baldomero Lillo en los que retrata la mala vida de los mineros chilenos. Un ejemplo: «La compuerta número 12«.

No os perdáis el cuento de Gandolfo: os va a gustar.

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Cuento de Gonzalo Drago: Mister Mara

Gonzalo Drago
Escritor Gonzalo Drago Gac

Hoy se escribe con abundancia de uno mismo. Los jóvenes se autorretratan con facilidad en su narrativa. Muchos creen que la literatura nace y muere con ellos. No daré nombres para no encender una hoguera y pecar de injusto porque también hay varios que suelen escribir sobre los demás. La lista de estos últimos abarca muchas latitudes. En estos parajes australes, entre cordillera y mar, se dan nombres graníticos por la fuerza de su verbo. Entre ellos están Francisco Coloane, que escribió sobre los hombres de una Patagonia rebelde y sangrienta; Baldomero Lillo, que se metió en los túneles sórdidos de las minas de carbón en Lota y Coronel para mostrar la miseria y la injusticia; Andrés Sabella y sus epopeyas con los mineros del salitre en la pampa del norte chileno; el rancaguino Oscar Castro, que humanizó las correrías de cuatreros y bandoleros del medio campesino, en el Chile central; y sobre todo, Gonzalo Drago, quien es el escritor de los mineros del cobre.

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Cuento póstumo de Baldomero Lillo: El inamible

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Una de las ediciones de Sub Sole, de Baldomero Lillo

El cuento “El Inamible” que entregamos a los seguidores de Narrativa Breve es un relato póstumo. Lillo no alcanzó a verlo en papel y tinta. El título es una palabra que no figura en todos los diccionarios. Muchos críticos literarios aseguran que fue “un invento” de Baldomero Lillo. Hoy se dice que “inamible” es un individuo que hace cosas sin querer hacerlas, sin ganas de nada.

Según Lucas Arzeno, “El Inamible” de Baldomero Lillo no sólo es un cuento con grandes matices de humor, sino que también es un cuento que presenta un trasfondo que busca reflexionar sobre la naturaleza humana; el orgullo, la ignorancia, el afán de sobresalir, y la incapacidad de reconocer nuestros errores.

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Baldomero Lillo, el escritor sepultado dos veces

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Escritor Baldomero Lillo
Escritor Baldomero Lillo

El periodista chileno Ernesto Bustos Garrido viene leyendo a Baldomero Lillo desde los tiempos del colegio. Fruto de su admiración por este escritor, se ha dedicado durante años a recopilar su obra, especialmente la que estuvo dispersa en revistas, diarios y papeles sueltos.

Bustos Garrido nos ofrece hoy este texto en el que nos cuenta el devenir de los restos de Baldomero Lillo, que fueron desplazados de lugar.

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Cuento de Baldomero Lillo: Los inválidos

Fotografía tomada de Subterra2


 

Doy otro relato de Baldomero Lillo (1867-1923), «Los inválidos», que recrea el irrespirable ambiente de las minas chilenas, bien conocido por el autor; no en vano, se crió en una de ellas.

En este relato Lillo denuncia una vez más las malas condiciones laborales de los mineros, que por la ambición de unos pocos quedan reducidos a la condición de bestias de carga.

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La denuncia de Baldomero Lillo

La denuncia de Baldomero Lillo

Baldomero Lillo publicó en 1904 Sub Rosa, un libro de cuentos magistral y necesario. En los ocho cuentos que habitan Sub Rosa, Lillo oficia de defensor de los mineros chilenos, que vivían en condiciones cercanas al esclavismo. El escritor conocía bien el paño (su padre era capataz de una mina), y eso hizo que se sensibilizara desde muy niño con los sufridos mineros. Horas de trabajo excesivas, explotación laboral infantil, sueldos paupérrimos, acritud en el trato y peligrosidad laboral son algunas de las penurias reflejadas en sus estremecedores cuentos. ¿Qué conducía a los empresarios mineros a despreciar las necesidades más básicas de sus empleados? Lo diré: el egoísmo, la indiferencia, la insensibilidad, la avaricia.

No puedo evitar pensar en la obra de Lillo cuando leo en la prensa los últimos escándalos de corrupción de este país. Mientras los altos ejecutivos de Bankia (por poner un ejemplo) gastaban alegremente con sus millonarias tarjetas opacas, ultrajados ciudadanos, muchos de ellos personas con pocos recursos, se echaban a la calle para protestar por la estafa de las preferentes.

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Los mejores 1001 cuentos literarios de la Historia: «El chiflón del diablo», de Baldomero Lillo

 

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Fuente de la imagen

Ernesto Bustos Garrido, periodista chileno que alimenta este blog con interesantes apuntes literarios, nos recomienda hoy el cuento «El chiflón del Diablo», del Baldomero Lillo, un escritor harto conocido en Chile (un clásico en todos los colegios) pero que aún está por explotar en España. 

Si te gusta «El chiflón del Diablo» no te olvides de leer el cuento «La compuerta número 12«, de Baldomero Lillo, que yo mismo recomendé en esta sección de los mejores cuentos de la Historia. Ambos cuentos pertenecen al libro Sub terra (1904)

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Los mejores 1001 cuentos literarios de la Historia: «La compuerta número 12», de Baldomero Lillo

cuento de Baldomero Lillo

Tenía dudas sobre el cuento a publicar en esta sección. Podría haber elegido alguno de Chéjov, Maupassant, Cheever, Marco Denevi o incluso de Bukowski… Al final he optado por un cuentista desconocido en nuestro país: el chileno Baldomero Lillo, cuyo nombre yo no había oído hasta que Luis Sepúlveda lo recomendó en un congreso de escritores en Extremadura.

El cuento, soberbio, se llama «La compuerta número 12» y está recreado en una mina chilena, ambiente que Lillo conocía bien: su padre fue capataz en unas minas de carbón de Lota. El cuento fue publicado en 1906, en la antología Sub-terra, y puede leerse, aquí en España, en la tercera edición de Cuentos breves para seguir leyendo en el bus (Literaria) , editado por Verticales de bolsillo (del grupo Norma), con selección, prólogo y noticias biográficas de Maximiliano Tomas.

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Cuento breve recomendado: «El registro», de Baldomero Lillo

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Escritor Baldomero Lillo. Fuente de la imagen

“Desde las primeras líneas de Sub terra, sentimos la presencia de las fuerzas de la fatalidad o de algo semejante, que van empujándolo todo, personajes o cosas, hacia un despeñadero ante el cual ni esfuerzos ni ruegos, ni nada tiene virtud salvadora posible. Y, sin embargo, sentimos, al mismo tiempo, tras esa apariencia inconmovible, que la simpatía y la compasión del autor se hallan ligadas entrañablemente a las míseras criaturas que van arrastradas por un destino hacia su destrucción inevitable”.

                                                                                                                                                                                    Ernesto Montenegro

 

EL REGISTRO

(cuento)

Baldomero Lillo ( Chile, 1867-1923)

La mañana es fría, nebulosa, una fina llovizna empapa los achaparrados matorrales de viejos boldos y litres raquíticos. La abuela, con la falda arremangada y los pies descalzos, camina a toda prisa por el angosto sendero, evitando en lo posible el roce de las ramas, de las cuales se escurren gruesos goterones que horadan el suelo blando y esponjoso del atajo. Aquella senda es un camino poco frecuentado y solitario que, desviándose de la negra carretera, conduce a una pequeña población distante legua y media del poderoso establecimiento carbonífero, cuyas construcciones aparecen de cuando en cuando por entre los claros del boscaje allá en la lejanía borrosa del horizonte.

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