
EL ESPEJO ROTO
(cuento)
Enrique Calicó
Érase una vez una chiquilla muy hermosa, linda, preciosa. Se levantaba temprano para ocuparse escrupulosamente de su higiene. Cortaba un poco de leña para hacer lumbre y tostar el pan de buena mañana. Después se miraba al espejo, el único espejo en aquella modesta casa, se peinaba y se arreglaba para estar decente ante de los demás.
Tenía un hermano gandul y envidioso. Nadie le daba crédito a ese muchacho mientras todos los elogios eran para la muchacha, que con su sonrisa conquistaba a la concurrencia que se podía contar con los dedos de la mano: el vaquero que cada mañana les llevaba la leche recién ordeñada, el panadero, el tendero de las verduras y frutas, el carnicero y unos pocos más del vecindario de aquel pueblo que hoy llamaríamos rural.