Los trabajos forzados del escritor sin éxito
Bohumil Hrabal soñaba con ser futbolista, que no es mal oficio. Si uno tiene suerte y aptitudes –al parecer el joven Hrabal tenía lo segundo–, puede asegurar su futuro antes de que le salgan las muelas del juicio. Pero Hrabal era tímido, le podía el miedo escénico, sentirse observado por los espectadores era superior a sus fuerzas, tanto que cuando estaba en el campo no sabía qué hacer con los brazos y las piernas. Así que tras muchas peripecias vitales decidió dejar las piernas quietas y usó los brazos –las manos– para escribir literatura. Abandonó, pues, el sueño de ser futbolista para convertirse en escritor, un oficio que en la mayoría de las ocasiones se convierte en una pesadilla.