Cuento de Julio Cortázar: La noche de mantequilla

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Monzón vapulea a Mantequilla Napoles

 

Cuento de Julio Cortázar: La noche de mantequilla

Eran esas ideas que se le ocurrían a Peralta, él no daba mayores explicaciones a nadie pero esa vez se abrió un poco más y dijo que era como el cuento de la carta robada, Estévez no entendió al principio y se quedó mirándolo a la espera de más; Peralta se encogió de hombros como quien renuncia a algo y le alcanzó la entrada para la pelea, Estévez vio bien grande un número 3 en rojo sobre fondo amarillo, y abajo 235; pero ya antes, cómo no verlo con esas letras que saltaban a los ojos, Monzón Vs. Nápoles. La otra entrada se la harán llegar a Walter, dijo Peralta. Vos estarás ahí antes de que empiecen las peleas (nunca repetía instrucciones, y Estévez escuchó reteniendo cada frase) y Walter llegará en la mitad de la primera preliminar, tiene el asiento a tu derecha. Cuidado con los que se avivan a último momento y buscan mejor sitio, decile algo en español para estar seguro. El vendrá con una de esas carteras que usan los hippies, la pondrá entre los dos si es un tablón o en el suelo si son sillas. No le hables más que de las peleas y fíjate bien alrededor, seguro habrá mexicanos o argentinos, tenelos bien marcados para el momento en que pongas el paquete en la cartera. ¿Walter sabe que la cartera tiene que estar abierta?, preguntó Estévez. Sí, dijo Peralta como sacándose una mosca de la solapa, solamente espera hasta el final cuando ya nadie se distrae. Con Monzón es difícil distraerse, dijo Estévez. Con Mantequilla tampoco, dijo Peralta. Nada de charla, acordate. Walter se irá primero, vos dejá que la gente vaya saliendo y ándate por otra puerta.

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Julio Cortázar y el boxeo

Sobre boxeo escribió algunos textos memorables, como por ejemplo una crónica sobre la mítica pelea entre Jack Dempsey y Luis Angel Firpo “El Toro de las Pampas”, celebrada en Estados Unidos el 14 de septiembre del año 1923. Fue en esa pelea en que Firpo, en el primer round, le metió un feroz gancho al campeón del mundo y lo mandó fuera del ring por diecisiete segundos, tiempo suficiente para ganar por nocaut. El árbitro, sin embargo, favoreció a Dempsey y retrasó el inicio de la cuenta para que el peleador norteamericano se recuperara del golpe

Entrevista a Alexander Drake

 

 

 

Entrevista, Alexander Drake, 8 relatos de boxeo
Alexander Drake. Imagen cedida por el autor

 

LAS ENTREVISTAS DE NARRATIVA BREVE

Alexander Drake

Ocho relatos de boxeo (Lupercalia, 2014) 

 

Ocho relatos de boxeo (Lupercalia, 2014) es el título explícito de la última obra de un joven autor donostiarra que firma con el seudónimo de Alexander Drake. Ocho relatos dedicados a un deporte denostado que hoy día no goza de buena prensa en muchos ambientes. Hoy hablamos con Alexander Drake de su libro de relatos y del boxeo, ese deporte tan mitológico y a la vez tan desconocido más allá de ciertas reminiscencias cinematográficas.

Francisco Rodríguez Criado: José Ángel Barrueco, autor del prólogo de Ocho relatos de boxeo, destaca la escasa atención que la literatura ha dedicado al mundo del boxeo. Él señala, a modo excepcional, los ensayos de Norman Mailer y de Joyce Carol Oates y algunas piezas narrativas de autores como Budd Schuldberg y Jack London. Yo tengo una percepción similar a la de Barrueco. Si me hubieran asaltado hace una semana en plena calle para pedirme el título de algún libro de relatos sobre el boxeo –entonces aún no había leído el tuyo–, solo hubiera podido pronunciar uno, Round Corner, de Ignacio Aldecoa, publicado en 1962, hace pues poco más de medio siglo. ¿Por qué motivos crees que la literatura le ha dado la espalda –si acaso esta aseveración fuera cierta– al mundo del boxeo?

Alexander Drake: Bueno, a pesar de que quizás no abunden, creo que se han escrito algunos textos muy logrados sobre boxeo. Destacaría por ejemplo “Por un bistec” y “El combate del siglo” de Jack London; “El ganador” de Charles Bukowski, y algunos de los cuentos de Robert E. Howard; pero a pesar de esto, parece cierto que el boxeo es un deporte que no se ha tratado demasiado en la literatura, algo que no ha pasado en el cine, donde podemos encontrar una amplia lista de trabajos, algunos tan sobresalientes como “Toro salvaje” o “Cinderella Man”, o el fabuloso documental “Cuando éramos reyes”. Por otro lado, quizás este hueco existente en la literatura se deba a que la mayoría de las referencias bibliográficas que existen sobre boxeo son manuales de iniciación a este deporte, biografías de púgiles legendarios, o ciertas crónicas periodísticas que algunos autores han ido realizando durante su carrera, como por ejemplo algunas de las obras de Norman Mailer. Por lo tanto, quizás lo que no esté tan extendido sea un tipo de literatura de ficción que aborde el mundo del boxeo y todo lo que lo envuelve. Aunque si lo comparamos con otros deportes, quizás éste cuente con mayor atención por parte de la literatura que en el caso de otras disciplinas.

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Relato de boxeo de Alexander Drake: Dentro del cuadrilátero

Ocho relatos de boxeo, Alexander Drake
Ocho relatos de boxeo, de Alexander Drake (Lupercalia, 2014).

DENTRO DEL CUADRILÁTERO

Alexander Drake 

Sonó la campana una vez más. Tucker estaba tan desorientado que echó a andar en dirección equivocada. El árbitro le cogió del brazo y le señaló la dirección correcta hacia su esquina. Se sentó en el taburete y abrió la boca esperando que le cayera un chorro de agua. Le pusieron la botella en los labios mientras otro de sus ayudantes trataba de detener la hemorragia de su ceja con la ayuda de los bastoncillos y la vaselina.

—Harry, ¿cómo estás? —preguntó su entrenador.

—Bien.

—¿Quieres que detengamos la pelea?

—Si lo haces te mato.

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Cuento breve recomendado: «Epitafio de un boxeador», de Ignacio Aldecoa

Pasaban las nubes de tormenta con su gorgojo tronador dentro; pasaban sobre el cementerio, agrio y cuaresmal de luz morada. Altos cipreses, hemiciclos mortuorios, taxis en la avenida, un fulgor diamantino en los lejos del sudoeste, urdimbres de coronas pudriéndose, colgado como trapos viejos de las ventanas de los muertos y de las cruces de los panteones.
Los acompañantes formaban un grupo friolero contemplando el trabajo de los enterradores. Eran pocos y se hablaban en voz baja.