Ciconia, 1992

Pero esa Ciconia feliz e inédita, esa que venía en los mapas –pero no en el mapa–, es la que yo recuerdo con más nostalgia. Esa Ciconia que, de pura inexistencia, trataba de hacer aparatosas señales de humo (el concierto de Mark Knopfler fue una de ellas) para que el resto del planeta viera nuestra estela en el firmamento. Recuerdo esa Ciconia de mi juventud, encantadoramente provinciana, de vida lenta y vetusta –pues así es irremediablemente la vida de los que existen poco y mal. Y recuerdo aquellos días sin Internet, sin teléfono móvil, sin redes sociales, sin crisis, en una ciudad colegial y entusiasta que preparaba su presentación en sociedad con el concierto más multitudinario de su Historia. Esa en la que los Dire Straits pasaron unas horas y yo los mejores años de mi vida. Esa ciudad, en fin, a la que regreso en oscuras madrugadas, mientras los ciconianos sueñan que cualquier tiempo pasado fue mejor.