Vidas para llorar (5): La partida del tren | Relato corto de Clarice Lispector

Partida del tren, cuento de Clarice Lispector

La mayoría de los cuentos y las historias de Clarice Lispector destilan dolor, adversidad. Algunos se aproximan a la muerte, transitando previamente por una vejez agónica, tormentosa, torturante, específicamente por el deterioro del cuerpo, la llegada de las arrugas, lo que vulgarmente se conoce como “chocheo”, la incontinencia urinaria, el abandono de los hijos, y la pobreza y la pérdida de la pareja, del esposo, del amigo, del hombre que buscó para amarlo y sentirse protegida por él.

5 grandes relatos de 5 grandes autores sobre mujeres en el ocaso de sus vidas | Vidas para llorar (1)

cuento de Borges, La mujer mayor

Ernesto Bustos Garrido nos ofrece una serie de relatos escritos por grandes autores. Todas estas historias tienen un denominador común: se centran en el ocaso de mujeres que lo tuvieron todo…

Los cuentos llevan la firma de Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, Sergio Pitol y Clarice Lispector, cuatro autores de quienes ya hemos publicado bastantes historias cortas.

Tras su introducción, Bustos Garrido nos invita a leer el primero de los cuentos, de Borges: “La señora mayor”.

Cuento de Clarice Lispector: Ruido de pasos

Cuento, Clarice Lispector, Ruido de pasos
Clarice Lispector. Fuente de la imagen.

Cuento de Clarice Lispector: Ruido de pasos

Tenía ochenta y un años de edad. Se llamaba doña Cándida Raposa. Esa señora tenía el deseo irreprimible de vivir.

El deseo se sustentaba cuando iba a pasar los días a una hacienda: la altitud, lo verde de los árboles, la lluvia, todo eso la acicateaba.

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Cuento de Clarice Lispector: El primer beso

Cuento de Clarice Lispector
Fuente de la imagen

Cuento de Clarice Lispector: El primer beso

Más que conversar, aquellos dos susurraban: hacía poco que el romance había empezado y andaban tontos, era el amor. Amor con lo que trae aparejado: celos.

–Está bien, te creo que soy tu primera novia, me pone contenta. Pero dime la verdad: ¿nunca antes habías besado a una mujer?

–Sí, ya había besado a una mujer.

–¿Quién era? –preguntó ella dolorida.

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Biografía de Clarice Lispector

Biografía de la escritora brasileña Clarice Lispector

(Tchechelnik, Ucrania, 1920 – Río de Janeiro, 1977)

Clarice Lispector es una de las más renombradas escritoras del Brasil. Nació en Ucrania; sin embargo, sus padres emigraron a Brasil poco tiempo después, cuando ella apenas tenía dos años de edad (algunos biógrafos de la escritora hablan de dos meses de edad). La familia, compuesta además por dos hermanas mayores, se estableció al principio en Maceió, y en 1924 se cambia hacia el estado de Recife, en el norte de Brasil.

Clarice entra a la escuela “Joao Barbalho”, siendo una alumna despierta e inquieta. Cuando ella tenía ocho años de edad muere su madre, y la familia se debe mudar para Río de Janeiro. En el año 39 ingresa a estudiar derecho, licenciándose en 1943.

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Cuento de Clarice Lispector: Restos del carnaval

Cuento de Clarice Lispector

En la realidad, sin embargo, yo poco participaba. Nunca había ido a un baile infantil, nunca me habían disfrazado. En compensación, me dejaban quedar hasta las once de la noche en la puerta, al pie de la escalera del departamento de dos pisos, donde vivíamos, mirando ávidamente cómo se divertían los demás. Dos cosas preciosas conseguía yo entonces, y las economizaba con avaricia para que me durasen los tres días: un atomizador de perfume y una bolsa de confeti. Ah, se está poniendo difícil escribir. Porque siento cómo se me va a ensombrecer el corazón al constatar que, aun incorporándome tan poco a la alegría, tan sedienta estaba yo que en un abrir y cerrar de ojos me transformaba en una niña feliz.

Cuento corto de Clarice Lispector: Restos del carnaval 

No, no del último carnaval. Pero éste, no sé por qué, me transportó a mi infancia y a los miércoles de ceniza en las calles muertas donde revoloteaban despojos de serpentinas y confeti. Una que otra beata, con la cabeza cubierta por un velo, iba a la iglesia, atravesando la calle tan extremadamente vacía que sigue al carnaval. Hasta que llegase el próximo año. Y cuando se acercaba la fiesta, ¿cómo explicar la agitación íntima que me invadía? Como si al fin el mundo, de retoño que era, se abriese en gran rosa escarlata. Como si las calles y las plazas de Recife explicasen al fin para qué las habían construido. Como si voces humanas cantasen finalmente la capacidad de placer que se mantenía secreta en mí. El carnaval era mío, mío.

En la realidad, sin embargo, yo poco participaba. Nunca había ido a un baile infantil, nunca me habían disfrazado. En compensación, me dejaban quedar hasta las once de la noche en la puerta, al pie de la escalera del departamento de dos pisos, donde vivíamos, mirando ávidamente cómo se divertían los demás. Dos cosas preciosas conseguía yo entonces, y las economizaba con avaricia para que me durasen los tres días: un atomizador de perfume y una bolsa de confeti. Ah, se está poniendo difícil escribir. Porque siento cómo se me va a ensombrecer el corazón al constatar que, aun incorporándome tan poco a la alegría, tan sedienta estaba yo que en un abrir y cerrar de ojos me transformaba en una niña feliz.

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Cuento breve recomendado: «La felicidad clandestina», de Clarice Lispector

Clarice Lispector, cuento

Era un libro grueso, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.

Hasta el día siguiente, de la alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, nadaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.

Cuento breve recomendado: «La gallina», de Clarice Lispector

Clarice Lispector, cuento
Escritora Clarice Lispector

«Estúpida, tímida y libre. No victoriosa como sería un gallo en fuga. ¿Qué es lo que había en sus vísceras para hacer de ella un ser? La gallina es un ser. Aunque es cierto que no se podría contar con ella para nada. Ni ella misma contaba consigo, de la manera en que el gallo cree en su cresta. Su única ventaja era que había tantas gallinas, que aunque muriera una surgiría en ese mismo instante otra tan igual como si fuese ella misma».

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Cuento breve recomendado (16): «La gallina», de Clarice Lispector

Era una gallina de domingo. Todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo.