
EL BUEN CRISTIANO
Francisco Rodríguez Criado
Para bien o para mal, todo cuanto hace, dice o incluso piensa una estrella del deporte es sobredimensionado. Por eso creo que los sueldos abismales que cobran los grandes futbolistas se justifican –a duras penas– no solo por lo que hacen en las canchas sino por lo que proyectan fuera de ellas. Si los actos que llevan a cabo estos privilegiados del balón son mimetizados por jóvenes de todo el planeta, ¿no sería de obligada responsabilidad que esos actos fueran positivos?
Quien parece haberlo comprendido es Cristiano Ronaldo, cuyo comportamiento ha dado un giro de ciento ochenta grados. La imagen que ofrecía en sus inicios en el Real Madrid no era nada cristiana. El Ronaldo de antaño (presuntuoso, quejica, engreído e incluso triste) ha dado paso al buen Cristiano: colabora más en el juego colectivo, celebra los goles ajenos, rara vez discute las decisiones arbitrales y por si fuera poco anota más goles que nunca.