“A Umbral no le gustaba Azorín. Decía de él una frase vitriólica: que inventó el párrafo corto porque tenía las ideas cortas. El genio de Valladolid, dueño de una prosa torrencial, vivaz, iluminada por los relámpagos del idioma, consideraba al alicantino un escritor de vuelo bajo y breve como el de una tórtola. Pero a ambos maestros, tan distintos, les une el lazo invisible de una determinante, férrea voluntad de estilo. Y una vocación letraherida que, demasiado apremiante para encajar en la compleja estructura de la narrativa, encuentra su perfecto molde de expresión en la literatura urgente del articulismo.
El abandono
n abandono que le obliga, todavía en la sala del aeropuerto, a retirarse cabizbajo para hacer sus cosas, trabajo y más trabajo, pero no sin antes telefonear a Marta, a quien hace meses que no ve, para preguntarle cómo le va la vida y si puede visitarla esa noche, necesita hablar con ella, tumbados los dos en esa cama tan espaciosa y tan conocida, esa cama en la que fumar un cigarrillo antes y después de cada efluvio de amor