Cuento de terror de Pedro Benengeli

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Una paz muy alemana en un día de fiesta, sin apenas encuentros al cruzar por pueblecitos silenciosos de perfectas casas ordenadas, limpias aceras y cerrados comercios. Algo, sin embargo, había en el ambiente que no resultaba normal, una sensación de inquietud que no casaba con aquella calma ni con el precioso día primaveral que habían escogido para la excursión. Algo amenazador que se reflejaba, hasta con dulzura, en las nubes de aquel cielo velazqueño.

El calor que cayó del cielo (relato largo de Lovecraft)

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En los espacios abiertos, principalmente a lo largo de la línea del antiguo camino, había pequeñas casas de labor; a veces, con todas sus edificaciones en pie, y a veces con sólo un par de ellas, y a veces con una solitaria chimenea o una derruida bodega. La maleza reinaba por todas partes, y seres furtivos susurraban en el subsuelo.

Cuento de terror de Rossi Nik Vas: La sombra de la vela

Allí donde se abrazan los vientos, aquellos furiosos y también los suaves, bajo la luna llena de una noche fría de febrero, no se veía a nadie por el sendero de las afueras del pueblo. Sus habitantes se habían quedado acurrucados al lado de las chimeneas. Brillaba mojado por la tormenta solo el viejo techo de la villa al final de todo, que parecía abandonada. Únicamente la sombra de la tenue llama de una vela que se movía intermitentemente tras las cortinas revelaba la existencia de su peculiar poblador, el viejo soltero Francesco Malvagi.

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Cuento de terror de Stephen King: Coco

Billings estaba duro como una estaca sobre el diván, sin darle un ápice de sí. Sus pies sobresalían, rígidos, por el extremo. Era la imagen de un hombre que se sometía a una humillación necesaria. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho, como un cadáver. Sus facciones se mantenían escrupulosamente compuestas. Miraba el simple cielo raso, blanco, de paneles, como si por su superficie desfilaran escenas e imágenes.

Cuento de Robert Louis Stevenson: Janet la torcida

Emilio Gavilanes, fábulas
Robert Louis Stevenson.

 

Cuento de Robert Louis. Stevenson: Janet la torcida

El reverendo Murdoch Soulis fue durante mucho tiempo pastor de la parroquia del páramo de Balweary, en el valle de Dule. Anciano severo y de rostro sombrío para sus feligreses, vivió durante los últimos años de su vida sin familia ni criado ni compañía humana alguna, en la modesta y solitaria casa parroquial situada bajo el Hanging Shazv, un pequeño bosque de sauces. A pesar de lo férreo de sus facciones, sus ojos eran salvajes, asustadizos e inciertos. Y cuando en una amonestación privada se explayaba largamente sobre el futuro del impenitente, parecía que su visión atravesara las tormentas del tiempo hasta los terrores de la eternidad. Muchos jóvenes que venían a prepararse para la ceremonia de la Primera Comunión quedaban terriblemente afectados por sus palabras. Tenía un sermón sobre los versículos 1 y 8 de Pedro, «El diablo como un león rugiente», para el domingo después de cada diecisiete de agosto, y solía superarse sobre aquel texto, tanto por la naturaleza espantosa del tema como por el terror que infundía su comportamiento en el púlpito. Los niños estaban aterrorizados hasta el punto de sufrir ataques de histeria, y la gente mayor parecía más misteriosa de lo normal y repetía durante todo el día aquellas insinuaciones de las que Hamlet se lamentaba.

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