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Cada vez que pensamos en cuentos argentinos acuden a nuestra mente, entre otros, los nombres de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Roberto Arlt, Enrique Anderson Imbert o Marco Denevi. Y sabemos, no obstante, que Argentina ha sido y es un país rico en cuentistas que va más allá de los nombres citados, por muy buenos que estos fueran (que lo son).

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Microrrelato de Mely Rodríguez Salgado: El grito

La escurridiza y letal serpiente hinca sus colmillos en el cuerpo del malhechor y le inocula su veneno. Un grito agudo sale de su pecho y el eco rueda por el desierto como una tormenta de arena más allá de toda frontera, sobrecogiendo a las gentes y transmitiéndoles una desazón angustiosa y un deseo vehemente de morir. Por último el eco se debilita y va a fenecer al punto de origen, pero antes perfora la arena. De su fondo brota un chorro azufrado e impetuoso

Cuento breve de Miguel Bravo Vadillo: Nuevo discurso de Job

 

«Job y sus amigos» (1869), de Iliá Repin. Museo estatal ruso, San Peterburgo. Fuente de la imagen

 

NUEVO DISCURSO DE JOB

Miguel Bravo Vadillo

                                         «Un dios me concedió la gracia

de expresar lo que sufro».

                                                                                Goethe.

Cuentan las viejas leyendas que Job escuchó pacientemente las palabras de Elifaz, de Bildaj, de Sofar de Naamat y de Elihú, el más joven; y, después de haber meditado en su corazón, les habló con estas palabras:

«Esta vida mía que rebosa dolor, y de la que doy fe con horribles lamentos, no es la que anhela mi corazón. Pero ve, querido Elifaz, que no basta el enojo para morir. Antes bien, habré de fortalecer primero mi deseo de morir para después ejercer violencia contra mí mismo; pues mi entendimiento juzga con claridad que una vida desdichada no es la más deseable, y mi memoria de los tiempos felices no me hace sino desesperar de este presente e incrementar con ello mi sufrimiento.

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Cuento breve recomendado: «La migala», de Juan José Arreola

La migala discurre libremente por la casa, pero mi capacidad de horror no disminuye.

El día en que Beatriz y yo entramos en aquella barraca inmunda de la feria callejera, me di cuenta de que la repulsiva alimaña era lo más atroz que podía depararme el destino. Peor que el desprecio y la conmiseración brillando de pronto en una clara mirada.

Cuento de Octavio Paz: «Mi vida con la ola»

Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura. Fuente de la imagen

¿Cómo subir al tren sin que nos vieran el conductor, los pasajeros, la policía? Es cierto que los reglamentos no dicen nada respecto al transporte de olas en los ferrocarriles, pero esa misma reserva era un indicio de la severidad con que se juzgaría nuestro acto.

           [Escuchar el cuento de Octavio Paz «Mi vida con la ola»]

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Cuento breve recomendado (214): «El viento», de Blaise Cendrars

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Retrato de Blaise Cendrars, por Marc Chagall. Fuente de la imagen

El poeta surrealista, Blaise Cendrars (véase en esta misma sección SEETETELANÉ), escribió los relatos africanos Cuentos negros para niños blancos para todos los niños del mundo y de cualquier edad porque, como dice en “Totems”, el primero de los cuentos: un hombre sensato no puede hablar de cosas serias con otro hombre sensato, sino que debe dirigirse a los niños. Cuentos tradicionales y sabias historias, reflejo de un mundo exótico donde el mito y la leyenda forman parte de la vida cotidiana, y que son reinterpretadas y escritas con particular cuidado literario por Cendrars, como esta del viento juguetón, bromista, inconstante y que, siempre hambriento, se traga todo lo que encuentra a su paso.

M.D.R

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Cuento breve recomendado (208): «Nosotros no», de José B. Adolph

 

José B. Adolph
José B. Adolph. Fuente de la imagen

José B. Adolph. Fuente de la imagen

José B. Adolph no escribía todo el tiempo en clave de ciencia-ficción. Su registro es, más bien, variado, heterogéneo; pero lo más vital de su obra puede ser considerada dentro de esas páginas dedicadas a la reconstrucción de mundos probables, con vuelos imaginarios que no hacen sino proyectar sutilmente miedos colectivos, de alcance universal. Hay algo que debemos reconocer en la mayoría de los escritores del género de ciencia-ficción: privilegian los contenidos frente a la forma; perciben con más cuidado la construcción del mundo representado y menos los detalles de la forma, del estilo. En ese sentido, Adolph nunca deja de ser un autor de ciencia-ficción atípico, pues nunca deja de apreciar el cuidado de la prosa. Fue un autor con simpatías por el género, pero no un mariscal del culto. Siempre se sintió libre de entrar y salir de esos parámetros.

Carlos Batalla.

Fuente del texto: suplemento El Dominical, del diario El Comercio

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Cuento breve recomendado (192): «[El tiesto de Albahaca]», de Giovanni Boccacio

Había en Messina tres hermanos jóvenes, todos mercaderes y muy ricos, cuando murió su padre, que era de San Gimignano. Tenían una hermana llamada Isabel, moza muy cortés y bella, a la que, sin razón aparente, no habían casado todavía. Y tenían estos tres hermanos en un establecimiento suyo un joven paisano llamado Lorenzo que dirigía y gobernaba todos sus negocios. Siendo él muy gallardo de su persona y hombre bizarro, Isabel,