Cuento breve recomendado: «El otro yo», de Mario Benedetti

el otro yo

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Cuento breve recomendado: Emma Zunz, de Jorge Luis Borges

El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve diez líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre firmaba la noticia, un tal Feino Fain, de Río Grande, que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto.

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Cuento de Rodrigo Rey Rosa: La niña que no tuve

cuento Rodrigo Rey Rosa

Le pedí que describiera las etapas de la enfermedad, y él precisó punto por punto -«con un margen de dos o tres semanas»- la descomposición de mi niña. Como, terminada la descripción, él añadió: «Me temo que no hay nada más que nosotros podamos ha­cer», le dije que si lo que aseguraba no era cierto, yo lo maldecía.

Los mejores cuentos literarios de la Historia: «Perdiendo velocidad», de Samanta Schweblin

Una periodista de un diario local viene a entrevistarme unos días después. Le firmo una fotografía para la nota, en la que estamos con Tego junto al cañón, él con el casco y su traje rojo, yo de azul, con la caja de fósforos en la mano. La chica queda encantada. Quiere saber más sobre Tego, me pregunta si hay algo especial que yo quiera decir sobre su muerte, pero ya no tengo ganas de seguir hablando de eso, y no se me ocurre nada. Como no se va, le ofrezco algo de tomar.

Cuento breve recomendado (1): «El suicida», de Enrique Anderson Imbert

«Al pie de la Biblia abierta -donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo- alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno».

Julio Cortázar: Un viaje sin retorno

Últimamente, la aparición de Papeles inesperados (2009) bajo el cuidado de la viuda y heredera universal de Cortázar, Aurora Bernárdez, ha desempolvado manuscritos perdidos en diarios, revistas, entre otras publicaciones de escasa circulación, cuando no inéditos, o desaparecidas transgresiones a la lógica o ilógica formal, metatextos mostrando el proceso de un artista o cocina literaria, como pocos.

Relato inédito de Borges

La caza de manuscritos perdidos es una constante en el mundo literario. Nunca faltará esa gaveta que contiene cierto manuscrito que algún gran escritor dejó olvidado… Borges no iba a ser menos. Un relato inédito suyo, escrito en 1950, se publica ahora «en una edición de lujo». (El adjetivo «inédito» dejará, pues, de tener sentido).

¿Será cierto que el famoso autor argentino lo dejó inconcluso porque empezaba a parecer una novela, género al que nunca quiso consagrarse por desconfianza?

La noticia la publicó El Mundo, el 16 de mayo de 2010.

 

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