El rapto de las princesas y la felicidad, según Heródoto y Kapuściński

El rapto de las princesas y la felicidad
Así vio el pintor Jacobo Comin (álias) Tintoretto el rapto de Helena, la esposa del rey Menelao de Esparta, a manos de París, príncipe de Troya, llamado también Alejandro. (Museo de El Prado)

 

 

El rapto de las princesas y la felicidad, según Heródoto y Kapuściński

Mientras (Heródoto) busca una respuesta a la más importante de las preguntas que se ha planteado, es decir, ¿en qué hunde sus raíces el conflicto entre Oriente y Occiddente, por qué las relaciones entre ambos son tan hostiles?, Heródoto muestra un comportamiento de lo más cauteloso. No grita “!Lo sé!, ¡yo sé!” Todo lo contrario: se oculta en la sombra para destacar respuestas de otros. Esos otros, en este caso, son los hombres más cultos de Persia y mejor instruidos en la historia. Pues esos persas cultos, dice Heródoto, afirman que del conflicto Oriente-Occidente no son causantes ni los griegos ni los persas, sino un tercer pueblo, los fenicios, itinerantes mercaderes profesionales. Son los fenicios los que han iniciado la práctica de raptar mujeres, proceder que ha desencadenado toda esa tormenta.

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Cuento de Charles Bukowski: Se busca una mujer

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Charles Bukowski, un escritor visceral

Por Ernesto Bustos Garrido

 

A Henry Charles Bukowski (Heinrich Karl Bukowski), nacido en Andernach, Renania-Palatinado, Alemania, el 16 de agosto de 1920  y fallecido en Los Ángeles, California, Estados Unidos, 9 de marzo de 1994, le han llamado de todo: escritor maldito, escritor sucio, enfermo, degenerado, puto, esperpento. El narrador peruano Julio Ribeyro lo ha nombrado como un escritor visceral; esto es más justo y más cercano a la verdad. Dice que el autor de La máquina de follar y Mujeres escribía desde las tripas, y Ribeyro se preguntaba por qué en Perú y en otras latitudes no surgían autores de esa calaña. “Casi todos los que hay o que aparecen –sostiene Ribeyro–, son muy buenos escritores, responden a la academia y conocen las reglas y los códigos del buen contar”.

Hay bastante razón en estas palabras. Charles Bukowski cuando escribía no se parecía a nadie. No tuvo referentes y si los tuvo, uno de ellos fue Hemingway, a quien admiraba por la fuerza y la solidez de sus oraciones. “Bukowski –apunta finalmente Ribeyro–, logró crear un estilo peculiar, un estilo “bukowskiano” y ha quedado así en la historia de las letras. Veamos un ejemplo.

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El loro de Flaubert

El loro de Flaubert

Ilustración: La criada Felicité y Loulou, el loro del cuento de Flaubert, “Un coeur simple”

El loro de Flaubert

Por Ernesto Bustos Garrido (Corebo)

Cuando entre 1875 y 1877 Gustave Flaubert se aprestaba a escribir su famoso cuento “Un coeur simple” (Un corazón sencillo) fue al museo de Rouen y pidió prestado un loro. Le facilitaron por un tiempo un loro embalsamado que él llevó a su casa en Croisset y lo colocó sobre su escritorio. Allí lo tuvo gran parte del tiempo que tardó en escribir la historia de la criada Félicité. Necesitaba tener cerca un animal de ese tipo, pues en la historia de la criada, el redactor requería para motivarse un loro que dijese lo que la mujer no era capaz de expresar, pues era poco instruida. El loro asistió silente e inmóvil a la escritura de Flaubert, pero a las tres semanas de estar allí estacionado sobre la mesa llena de cuartillas y plumas de ganso (Flaubert las usaba para escribir) el pajarraco, pese a no decir palabra (estaba muerto y embalsamado), empezó a irritarlo con su presencia. Entonces un día lo tomó sin mucha delicadeza y lo lanzó al interior de un desván con otros cachivaches viejos, donde permaneció años.

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La autenticidad en la literatura

Juan Villoro
Juan Villoro. Fuente de la imagen

Esto no es un texto discursivo sobre la autenticidad en la literatura. O sí lo es, bien mirado… Se trata de un minúsculo ensayo –si se le puede llamar así– dentro de una ficción: El testigo (XXII Premio Herralde de Novela), novela de ese primer espada de las letras mexicanas que es Juan Villoro (para mí, uno de los mejores escritores latinoamericanos). En este caso, cabe recordar que quien diserta sobre la autenticidad (o verosimilitud) literaria no es Villoro exactamente, sin uno de sus personajes. (Aconsejo como lectura complementaria «No hay que confundir al narrador con el autor«, donde se recogen reflexiones literarias sobre este tema del escritor cubano Andrés Casanova).

Este breve texto de Villoro demuestra que la ficción puede ser una vía de expresión didáctica tan eficiente como el propio ensayo. 

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«Conociendo a Florence», de Ian McEwan (fragmento de «Chesil Beach»)

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Cecil Beach, Ian McEwan, Editorial Anagrama
Fuente de la imagen

Conociendo a Florence

(Chesil Beach)

Ian McEwan

Fragmento

 

Ella también estaba inquieta en casa, una gran villa victoriana de estilo gótico, a la orilla de Banbury Road, a quince minutos andando. Su madre, Violet, corrigiendo exámenes finales todo aquel día de calor; era intolerante con los ejercicios cotidianos de Florence, sus reiterados arpegios y escalas, las prácticas de doble cuerda, los tests de memoria. “Chirridos”, era la palabra que Violet empleaba, como cuando decía: “Querida, todavía no he acabado. ¿Te importaría dejar los chirridos para después del té?

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Cuento de Charles Bukowski: La chica más guapa de la ciudad

Ernesto Bustos Garrido nos envía «La chica más guapa de la ciudad», uno de los cuentos más conocidos de Charles Bukowski, padre del realismo sucio norteamericano. El cuento está incluido en el libro Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones, el primero de Bukowski que vio la luz en España (de la mano de la editorial Anagrama). 

Al final del cuento doy todos los datos del libro, por si tenéis interés en haceros con él.

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Los mejores cuentos literarios de la Historia: «La mujer parecida a mí», de Felisberto Hernández

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Felisberto Hernández. Fuente de la imagen

 

En Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas (Anagrama, 2000), el personaje-narrador mantiene una conversación telefónica con su mejor y único amigo durante la cual este le recomienda un cuento del escritor uruguayo Felisberto Hernández, «La mujer parecida a mí».

Podéis leer a continuación el cuento y la transcripción del libro de Vila-Matas donde es elogiado.

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Microrrelato escondido: «[Autor del Génesis y del Báltico]»

Cuando en el siglo XVIII, unos científicos suecos descubrieron leves alteraciones en la línea costera del Báltico, los teólogos se apresuraron a enviar representantes al gobierno de Estocolmo exigiendo que fuera condenado este descubrimiento por no ser consistente con la doctrina del Génesis.

Mi recomendación de la semana: Hotel Astoria, de Pedro Zarraluki

Pedro Zalarruki
Escritor Pedro Zalarruki. Fuente de la imagen en Internet

Mi recomendación de la semana: Hotel Astoria, de Pedro Zarraluki

Mi recomendación de la semana recae de nuevo en un libro de Anagrama, y conste que no me llevo comisión. El libro en cuestión, publicado por primera vez en 1997, es Hotel Astoria, de Pedro Zarraluki, novela ambientada en el gris y aburrido franquismo donde, por gracia de la buena literatura, nos topamos con una serie de personajes novelescos que tratan de hacerse un hueco en una sociedad (a la fuerza) convencional y llena de complejos.

Todos los personajes tienen una característica común: su tendencia a caer en el lado peligroso de la vida, incluida la personaje central, Ana, una joven que suspira por habitar un mundo que se parezca a las novelas de Françoise Sagan, tan lejanas de la Barcelona de los años 50.Me interesó del libro su lenguaje literario y el juego de pequeñas elipsis temporales, que le aportan dinamismo.

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