Por Ernesto Bustos Garrido
Dicen que la geografía a veces marca a los escritores. El colombiano Óscar Collazos (1942-2015) vivió frente a dos mares. Primero donde nació, en Bahía Solano, un pequeño pueblo costero que mira al Pacífico, y luego en Cartagena de Indias en 1998, de cara al Caribe, donde ya siendo adulto hizo docencia y periodismo de diario, sin parar de escribir literatura. En estos grandes espacios, de infinitas dimensiones y profundidad, Collazos puso su mirada, pretendiendo hallarle un significado a su movimiento eterno. Descubrió que el horizonte más que una línea demarcatoria era un convite para ir más allá. Construye entonces una escritura amplia, transgresora de las verdades oficiales y la fija en los modos de sentir y hablar de la gente, esa gente apaleada por la guerra y por los zarpazos de los poderosos. Y los dibuja tal cual son, con sus fortalezas, pero principalmente con sus debilidades, esas formas de vivir que se ocultan o se niegan. Para ello emplea el lenguaje coloquial de las barridas que lo rodean. Por lo mismo que en sus cuentos y novelas hay violencia, pero más que nada desahogo.