Óscar Collazos, una escritura tan insondable como el mar

Óscar Collazos

Por Ernesto Bustos Garrido

Dicen que la geografía a veces marca a los escritores. El colombiano Óscar Collazos  (1942-2015) vivió frente a dos mares. Primero donde nació, en Bahía Solano, un pequeño pueblo costero que mira al Pacífico, y luego en Cartagena de Indias en 1998, de cara al Caribe, donde ya siendo adulto hizo docencia y periodismo de diario, sin parar de escribir literatura. En estos grandes espacios, de infinitas dimensiones y profundidad, Collazos puso su mirada, pretendiendo hallarle un significado a su movimiento eterno. Descubrió que el horizonte más que una línea demarcatoria era un convite para ir más allá. Construye entonces una escritura amplia, transgresora de las verdades oficiales y la fija en los modos de sentir y hablar de la gente, esa gente apaleada por la guerra y por los zarpazos de los poderosos. Y los dibuja tal cual son, con sus fortalezas, pero principalmente con sus debilidades, esas formas de vivir que se ocultan o se niegan. Para ello emplea el lenguaje coloquial de las barridas que lo rodean. Por lo mismo que en sus cuentos y novelas hay violencia, pero más que nada desahogo.

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«Hijo de ladrón», de Manuel Rojas Sepúlveda

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hijo de ladrón, Manuel Rojas Sepúlveda
Hijo de ladrón, de Manuel Rojas Sepúlveda, en edición de Bruguera

Hijo de ladrón, de Manuel Rojas Sepúlveda

Manuel Rojas es el autor de la novela Hijo de Ladrón. Cuenta la historia de Aniceto Hevia, un trabajador chileno-argentino envuelto en los avatares de los movimientos sociales de comienzos del siglo pasado (principalmente el anarquismo), y cuyo padre, apodado en el mundo delictual como “O Gallego”, pasa largas temporadas lejos de su mujer y de sus hijos, porque entra y sale de la cárcel como quien cambia de camisa.

El siguiente fragmento, extractado de las primeras páginas de esta obra, describe el ingreso de Hevia y otros compañeros de ruta, como polizones, desde Argentina a Chile, a bordo de un tren de carga del Ferrocarril Trasandino. El trazado del tren, descrito en la novela, representó un desafío de la ingeniería a la Naturaleza. Las altas cumbres de Los Andes, siempre nevadas, ofrecieron a Rojas el marco colosal a esta historia llena de humanidad y realismo.

Ernesto Bustos Garrido

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Cuento breve recomendado: «El reidor», de Heinrich Böll

Heinrich Böll (1917-1996). Fuente de la imagen

 

«Hay profesiones muy extrañas como, por ejemplo, la de reidor. Así lo confiesa el narrador-protagonista de este curioso cuento del Premio Nobel alemán Heinrich Böll. Sin embargo, a nuestro hombre le resulta enojoso tener que dar tantas explicaciones sobre su profesión cuando alguien le pregunta por ella, y más siendo como es él un excelente profesional en lo suyo, de amplios conocimientos y con un dominio total de todo tipo de risas y sus variados registros».

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Cuento breve de Isaac Bábel: Prischepa

Isaac Babel. Fuente de la imagen

 

“El 15 de mayo de 1939, Isaac Bábel, un escritor cuya celebridad le había ganado el privilegio de una dacha en el campo, fue arrestado en Peredelkino e internado en la prisión moscovita de Lubyanka, sede de la policía secreta. Sus escritos fueron confiscados y destruidos –entre ellos textos a medio terminar, obras de teatro, guiones cinematográficos y traducciones. Seis meses después, al cabo de tres días y noches de inmisericordes interrogatorios, se declaró culpable de un falso cargo de espionaje. Al año siguiente fue sometido a un breve juicio clandestino en las últimas horas del 26 de junio. Bábel se retractó de su confesión inicial y clamó su inocencia y, a las 01:40 de la madrugada siguiente, fue ejecutado sumariamente por un pelotón de fusilamiento. Su última súplica no fue en su beneficio, sino por el poder y la verdad de la literatura: ‘¡Permítaseme terminar mi trabajo!”.
Cynthia Ozick

 

“¿Cómo no pensar en la muerte cuando se lee a Bábel? Ella huele a vómito, a orina, a mierda. Aunque tales fluidos son descritos como luminiscencias en medio de una realidad atroz. La muerte en Caballería Roja posee la exuberancia de esas frutas que se deben morder ya porque si no se llenan de gusanos. Y es que la protagonista en estas historias de cosacos asesinos y polacos y judíos aniquilados no es más que la hormigueante humanidad de siempre que palpita entre la noche de la guerra y el alba que se atisba pasadas las tinieblas”.
Pablo Montoya

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