EL PESCADOR DE ESPONJAS
Entró en la cantina, buscó con la mirada, evitando los cuerpos de los feligreses que se desparramaban sobre las mesas, se acercó al capitán y le dijo:
—Soy un pescador de esponjas.
El capitán rio de buena gana.
—¡Todo el mundo en Kalymnos es pescador de esponjas! —Al reír descubrió la doble hilera de dientes podridos, y las encías ulceradas, enmarcadas en una barba gris. Luego la sonrisa volvió a sumirse en las comisuras de una boca torcida, y se bebió el vaso de un trago, como para cauterizar las llagas que lo mortificaban—. A ver, muchacho, ¿de cuántas expediciones has vuelto ya con vida?