Roberto Bolaño en el ojo del huracán

Roberto Bolaño, en el ojo del huracán

“Pensar que Bolaño podría permanecer como la voz principal de Chile es un poco apresurado. Eso sólo se verá con el pasar de los años; no obstante, resulta necesario hacer una revalorización estética de su obra para que el público decida si merece permanecer en el nicho en que sus lectores lo tienen”.

Roberto Cera, Cultura Colectiva

Roberto Bolaño, uno de los escritores latinoamericanos más representativos de los últimos tiempos, goza de gran prestigio, hasta el punto de que se ha convertido en un faro literario para muchos autores, lectores y críticos literarios. Al hablar de la literatura latinoamericana de finales del siglo XX y principios del XXI no hay excusa para no mencionarlo. Hay que hablar de Bolaño… aunque sea para rebajarle nota.

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El criollismo en el ojo del huracán

 

Mariano Latorre, criollismo
Mariano Latorre, padre del criollismo

El criollismo en el ojo del huracán

Por Ernesto Bustos Garrido (Corebo)

Un aparecido comentarista de TV chilena, involucrado en asuntos con la justicia, y que tiene un programa de literatura en un canal de cable, hablando días atrás en Santiago con el escritor Hernán Rivera Letelier (la reina Isabel cantaba rancheras) le endilgó, gratuitamente, unos garrotazos inmisericordes a los criollistas. Hizo burla de esa corriente literaria, de moda a comienzos del siglo xx, dándole el carácter de un género menor, simplón y campesino. Se sumó así, transcurrido más de un siglo, a otros críticos del pasado, lógicamente con más abolengo que él, que trataron de empequeñecer la importancia que tuvo dicha corriente en el surgimiento de numerosos movimientos literarios aupados en la transformación de la sociedad, como el surrealismo, por ejemplo.

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Shakespeare en el ojo del huracán

 

«LA CRÍTICA LITERARIA. QUIEN TIENE BOCA SE EQUIVOCA». Así tituló Constantino Bértolo el prólogo de El ojo crítico (Sinedie, 1989), que es, según puede leerse en la contraportada, un «sabroso librillo que reúne críticas demoledoras a autores y obras que más tarde triunfarían sobre sus detractores».

A continuación podéis leer algunas de las lindezas dedicadas a William Shakespeare recogidas por El ojo crítico. No tienen desperdicio estas críticas, por no llamarlas pedradas… El «pique» del irlandés George Bernard Shaw con el inglés Shakespeare es más notable.

 

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Goethe en el ojo del huracán

Goethe

Goethe en el ojo del huracán

Algunos de los contemporáneos de Goethe no apreciaron demasiado su obra. Estos fragmentos así lo demuestran… Pertenecen a la introducción de Las desventuras del joven Werther en la edición de Cátedra, realizada por Manuel José González:

«G.E. Lessing, el gran dramaturgo y autor de Emilia Galotti, expresa en carta a Eschenburg (26 de octubre de 1774) el placer que e ha causado la lectura de la novela de Goethe [se refiere a Las desventuras del joven Werther], pero…

para que un producto tan ardiente no pueda causar más daño que provecho, ¿no cree usted que debiera ofrecer al final unas breves palabras frías…? Por tanto, querido Göthe (sic), un capítulo al final; y cuanto más cínimo mejor.

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Tolkien en el ojo del huracán

 

Tolkien en el ojo del huracán

Una encuesta realizada entre 25.000 lectores en Gran Bretaña en 1997 reveló que el mejor libro del siglo XX era El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien. Si bien el libro había sido apoyado por un numeroso grupo de lectores, encontró también una enconada oposición entre personas del mundo de la cultura para quienes la novela no pasaba de ser «un libro para niños o para adultos retrasados».
Lo cuenta el biógrafo Josep Pierce en Tolkien: hombre y mito (Minotauro, Barcelona, 2000), al inicio del capítulo «Un hombre incomprendido: Tolkien y el mundo moderno». 

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Oscar Wilde en el ojo del huracán

Editorial Ciudadela, Oscar Wilde, literatura inglesa, En el ojo del huracán, André Raffalovich, Henry James,
Escritor inglés Oscar Wilde. Fuente de la imagen
 
Para dar testimonio de las muchas críticas que recibió Oscar Wilde en vida necesitaríamos no un post sino un blog entero. Obviamente la raíz de esas críticas sobrepasaba los límites de lo estrictamente literario. Wilde era mordaz, desinhibido, vanidoso y… homosexual, pecado de gran importancia en la Gran Bretaña victoriana. Su relación sentimental con lord Alfred Douglas provocó un escándalo. Wilde fue llevado a juicio acusado de sodomía y condenado a dos años de cárcel.  

Henry James, aun no siendo afecto a Wilde (lo había satirizado en su novela La musa trágica), condenó la morbosa actitud de la sociedad de la época a costa del autor de El Retrato de Dorian Gray. Otros, sin embargo, no mostraron ni una pizca de empatía. Es el caso -uno entre muchos- de André Raffalovich, que reaccionó duramente en contra de quien había sido su amigo y ahora consideraba su enemigo.

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Dostoievski en el ojo del huracán

Críticas a Dostoievski

Dostoievski en el ojo del huracán. Críticas a los grandes escritores

Dostoievski tampoco se salvó de recibir los ataques de sus contemporáneos. Abunda en ello este fragmento del estudio Dostoievski, de Augusto Vidal, publicado por Barral Editores en 1972. En estas líneas podemos leer el resumen de algunas de las críticas que el maestro ruso recibió tras la publicación de Crimen y castigo, novela publicada primero en la revista El mensajero ruso, en 1866, y un año después en forma de libro. Llama la atención -es una simple anécdota- que Vidal emplee en su libro el adjetivo «progresivo/a», hoy en desuso a favor de «progresista». 

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Walt Whitman en el ojo del huracán

Walt Whitman

En Donde la eternidad envejece (Destino, 2012), caudaloso libro de memorias de lecturas y de viajes, César Antonio Molina glosa la obra y la figura de cientos de escritores, entre ellos Walt Whitman, que -como no podría ser de otra manera- fue objeto de las críticas de sus contemporáneos. Muchos no le perdonaban el evidente erotismo de su flamante poemario Hojas de hierba, y alguien se quejó -con un juego de palabras no exento de humor- de que a dicho libro le faltaban hojas de parra. En sus inicios, Whitman contó con el apoyo de Ralph Waldo Emerson, que vio en el joven y sensualista barbudo a un gran poeta.