
“Desde las primeras líneas de Sub terra, sentimos la presencia de las fuerzas de la fatalidad o de algo semejante, que van empujándolo todo, personajes o cosas, hacia un despeñadero ante el cual ni esfuerzos ni ruegos, ni nada tiene virtud salvadora posible. Y, sin embargo, sentimos, al mismo tiempo, tras esa apariencia inconmovible, que la simpatía y la compasión del autor se hallan ligadas entrañablemente a las míseras criaturas que van arrastradas por un destino hacia su destrucción inevitable”.
Ernesto Montenegro
EL REGISTRO
(cuento)
Baldomero Lillo ( Chile, 1867-1923)
La mañana es fría, nebulosa, una fina llovizna empapa los achaparrados matorrales de viejos boldos y litres raquíticos. La abuela, con la falda arremangada y los pies descalzos, camina a toda prisa por el angosto sendero, evitando en lo posible el roce de las ramas, de las cuales se escurren gruesos goterones que horadan el suelo blando y esponjoso del atajo. Aquella senda es un camino poco frecuentado y solitario que, desviándose de la negra carretera, conduce a una pequeña población distante legua y media del poderoso establecimiento carbonífero, cuyas construcciones aparecen de cuando en cuando por entre los claros del boscaje allá en la lejanía borrosa del horizonte.