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Matadero. Fuente de la imagen |
En la encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios y escritores para preguntarles cuál había sido en su opinión el mejor relato argentino del siglo XX, «El matadero», de Esteban Echevarría, quedó en la séptima posición.
Me enteré leyendo Así se escribe un cuento, de Mempo Giardinelli, que esta narración «es unánimemente considerada como el inicio del cuento argentino». De ahí la curiosidad que yo arrastraba desde hace bastante tiempo por leerlo, algo que no he podido hacer hasta hoy. (Alguno bueno tenía que tener esta sección).
Como sé que hay muchos lectores avezados en este blog, antes del cuento doy las palabras que Giardinelli le dedica en el citado libro, en concreto en el capítulo «Breve historia del cuento argentino. Los buenos cuentos».
Señala Raimundo Lazo, en Historia de la literatura hispanoamericana, que «hasta la consolidación de la independencia política de Sur América en la década de Ayacuho», la literatura argentina se expresaba «con la misma voz neoclásica de la época colonial y rezagos de la cultura de la Colonia mezclados con ideas revolucionarias del siglo XVIII francés, pero el espíritu de lo que se dice y escribe comienza a ser consciente, activamente argentino».
Esa conciencia activa -en rigor, un sello de personalidad- apareció primero en las innumerables piezas poéticas que trazan el arco imaginario que va del Triunfo argentino (1808) de Vicente López y Planes (1785-1856) hasta el Martín Fierro (1782-1879) de José Hernández (1834-1886). En la prosa narrativa y ficcional, ese espíritu se hace presente en el romanticismo de Esteban Echevarría (1805-1851), autor de «El matadero», narración que es unánimemente considerada como inicio del cuento argentino, si bien Adolfo Prieto ha señalado que «por las características que acompañaron a la difusión de este relato y por la extrañeza con que el mismo se inserta en la producción total del escritor, El matadero se propone como una pieza extravagante, como un fenómeno literario que merece una atención particular. Escrito, por lo que puede deducirse, entre 1838 y 1840, el relato permaneció inédito nada menos que hasta 1871», año en que lo rescató Juan María Gutiérrez (1809-1878), editor de las obras completas de Echevarría. El tema del cuento es claramente político, pero la idealización del joven unitario no es su mérito principal, sino el tono costumbrista, la descripción ambiental y humana de los matarifes y sus hábitos, y, en general, la enorme y rica expresividad y realismo.
Mempo Giardinelli, Así se escribe un cuento (Suma de Letras, 2003), páginas 25,26.